Por Andrea Medina

Desperté mirando el computador, para poder seguir las noticias sobre la inminente encarcelación de Lula, porque, pensé, al menos por esta vía puedo llegar a filtrar algo, ya que la TV y los periódicos, como bien sabemos, no son para nada confiables.

Recuerdo que Silo nos recomendaba sospechar de todo lo que la prensa presente como hechos concretos e irrebatibles, porque seguramente se trata, en el mejor de los casos, de todo lo contrario. Entonces pienso y ahora escribo, que la situación del presidente puede ilustrar bien todo esto, pero con la diferencia de que aquí no se trata de una figura, sino de mi vida misma, capturada por esta teatral inversión de los valores, en la que se defiende este ataque de la justicia, esta cruel injusticia.

Hoy, todavía inmersa en el dolor de la ausencia de Marielle, asesinada hace 25 días, tengo que convivir con la inminente encarcelación de Lula. Sin embargo, aunque mi experiencia de vida militante relacione estos dos eventos y los pueda ver como uno solo, creo que también están unidos en otro sentido, por la censura del carro alegórico de Paraíso do Tuiuti, la intervención militar de la ciudad de Río de Janeiro y de todos los asesinatos diarios de líderes campesinos e indígenas. Sí, es lo que parece: estamos bajo ataque, lo que es al mismo tiempo una sensación vaga y real, porque nuestro sentir social es mediático.

Al sentir la necesidad de volver a hablar de los medios, recuerdo que todos los días éstos seleccionan las imágenes que nos hacen sentir de una manera u otra y todo me parece tan sofisticado en este aparato comunicacional, porque hoy el gobierno del país vecino aparece martirizando a su propio pueblo y también, con las emociones contrarias, solidarizamos con Neymar, por su dedo quebrado.

Entonces, buscando informarme, adolorida y pasmada, trato de escapar de las trampas de la conciencia, tan comunes a aquellos que creen enmismos y en los demás, cuando el poder se endurece. En este sentir puedo registrar cómo el poder actúa para afirmarse sobre nuestras intenciones, porque la información con que nos engaña se amalgama con la defensa de aquello que nos ataca y la justicia, dispuesta a castigarnos, es a quien más rechazamos.

Recuerdo que Silo también nos alertaba sobre la libertad y nos hacía verla como un proceso. Nos decía que vivimos en una libertad entre condiciones, una idea que en sí misma es liberadora, porque nos abre el futuro y ayuda a pensar que nos toca, en este momento de desorientación, recordar que la conciencia humana no es pasiva y que nuestra lucha es muy antigua. Sigo evocando su orientación de lograr paz en el corazón y luz en el entendimiento.