Por Patricia Caro | El Salto

Vicente Rodríguez es codirector del programa Legado de los Imperios en el Departamento de Historia Comparativa de las Ideas (CHID) para la Universidad de Washington. Listado como uno de los 30 jóvenes menores de 30 años más influyentes del mundo por la revista Forbes, ha ostentado el rol visionario en varias iniciativas como RomaPop, de la que es director.

Rodríguez es vicepresidente de TernYpe, la Red Internacional de la Juventud Gitana y es también coorganizador del evento anual por la conmemoración de las víctimas gitanas del Holocausto Dikh E Na Bistar (“Mira y no olvides”) . En esta ocasión nos encontramos con él en torno a su último trabajo donde colabora como uno de los expertos principales de la investigación Resistencia al Antigitanismo (Political Capital, 2017) realizada paralelamente en España, Italia, Rumanía y Hungría.

–Partiendo de una conceptualización compartida por el Consejo de Europa, el Parlamento Europeo y diferentes organizaciones de la sociedad civil, donde se establece el antigitanismo como forma de racismo persistente, violenta y banalizada basada en el origen cultural de las personas romaníes, ¿en qué ha consistido exactamente el trabajo que has realizado en esta investigación?

–El objetivo principal de este trabajo ha sido describir el fenómeno de la resistencia al antigitanismo a nivel psicosocial analizando particularmente aquellos factores clave que determinan que unas personas sean menos racistas que otras.

Para el estudio de la situación española se ha realizado, por un lado, una revisión de la literatura existente, por otra parte se ha aplicado un cuestionario a una muestra de más de mil personas y finalmente se han realizado 15 entrevistas en profundidad a personas que abarcan diferentes grados en el espectro de antigitanismo, desde lo neutral hasta la actitud positiva hacia las personas gitanas. Una vez hecho esto, los resultados encontrados en los cuatro países se han comparado y éste es el producto final de la investigación que verá la luz durante 2018 si todo va bien.

–De los resultados encontrados, ¿cuáles han sido los que más han llamado tu atención?

Lo primero que he encontrado es que no tenemos datos fiables sobre población gitana en España. Muy pocas encuestas e investigaciones son válidas, la mayoría dependen del extraño fenómeno del clientelismo y repiten datos muy antiguos recogidos en la década de los 70 y 80. Incluso el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) reconoce que no hay datos oficiales ni fidedignos sobre la población gitana en España. Esto sorprende.

Otro hallazgo importante es que, a pesar del mito de una mejor actitud general hacia las personas gitanas en España, si comparamos con el resto de países, en realidad esta diferencia es relativa. Aproximadamente el 12% de las personas encuestadas cree que la segregación en espacios públicos es una opción deseable. Entre el 2% y el 20% de los encuestados defienden medidas agresivas de asimilación y sólo entre el 41% y el 58% de las personas encuestadas reconocen que hay discriminación sobre las personas gitanas. Es decir, la mitad de la población española, aproximadamente, desconoce la existencia del antigitanismo.

–¿Crees que existe un componente de género influyente sobre el establecimiento de las creencias antigitanas en España?

–La discriminación antigitana es muy sexista. Los prejuicios son diferentes si hacen referencia a un gitano o a una gitana. Sorprendentemente, lo más común en las entrevistas aplicadas sobre las personas menos antigitanas es el uso de la desigualdad de género para fortalecer el estereotipo de los “hombres gitanos sexistas” como elemento cultural exclusivamente gitano y para atacar la validez de la cultura en general e incluso de las propias gitanas conceptualizadas como sumisas y culpables de su situación. Es un mecanismo interesante, sin embargo no es analizado en profundidad en la investigación que nos ocupa.

–Basándote en los resultados encontrados en tu trabajo de investigación ¿qué recomendaciones realizarías al Estado español para la erradicación del antigitanismo?

El Estado español debe aumentar la inversión en investigaciones que cumplan unos criterios básicos de ética científica. Es muy cómodo seguir el juego de administraciones locales corruptas, ONG clientelares o la industria de la miseria. Pero en ese contexto, no solo se malinterpretan datos o se falsean directamente, sino que el interés por la verdad científica y por los datos fiables es inexistente. De esta forma, no existe voluntad histórica que permita a las comunidades gitanas una personalidad real como sujeto generador de políticas.

Por otra parte, recomendaría la inversión en aquellas iniciativas de la sociedad civil que son pequeñas y trabajan focalizadas sobre el ámbito local. En primer lugar, porque son las que más recursos y herramientas necesitan. Existe una industria masiva de ONG en toda Europa que, a veces, incluso paraliza aquellas iniciativas ciudadanas que provienen de las comunidades gitanas de base y esto no puede seguir así. En segundo lugar, porque son estas iniciativas ciudadanas focalizadas en el ámbito local y regional las que cuentan con mejor información sobre las necesidades propias del entorno y las características del contexto, lo que mejora evidentemente su precisión, eficacia y validez.

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