Las últimas protestas del pueblo peruano, que siguen produciéndose en los últimos días, como respuesta al indulto otorgado con fines humanitarios al «ex» presidente Fujimori, ponen de manifiesto el sentimiento común de estar a caballo entre la burla y el abuso de la palabra «reconciliación» por parte del -condenado por crímenes- ex presidente. Las manifestaciones del pueblo peruano gritan sobre lo que no es reconciliación. Sin embargo, si quisiéramos señalar lo que es la reconciliación, en cuyo marco un dictador o un líder cruel podría invocarla y en qué condiciones podríamos empezar a debatir sobre ella, estoy segura de que sería una tarea difícil. Esto se debe a que se trata de un proceso muy nuevo.

Una persona que ha cometido asesinatos, o es responsable de desapariciones masivas, o el ejercicio masivo de la violencia, ¿tiene derecho a hablar de reconciliación? Ser sentenciado a 25 años de cárcel, como sucedió con él, ¿sería suficiente para que la gente se reconciliara con sus desastrosas acciones? ¿Y qué hay de sí mismo? ¿Son 25 años de castigo suficientes para que se reconcilie con ese lado oscuro de su existencia?

La reconciliación sólo puede llegar si ambas partes lo desean. Ya sea al mismo tiempo o no, debe ser algo que ambos quieren. Ningún proceso de reconciliación puede comenzar porque una parte impone a otra el tiempo del perdón y la reconciliación. Así que, si el «ex» no abusó de la palabra y del significado, ¿cuál podría ser el marco para que ambas partes hablaran sobre este proceso?

El «ex» tiene que recorrer muchas millas. Esto está fuera de toda duda. Me pregunto si en el curso de la historia existe un dictador o un líder cruel que haya reconocido sus propios crímenes. ¿Existe un líder que haya explicado públicamente bajo qué marco cometió tales atrocidades y ejercido tanta violencia masiva? Aceptar los crímenes, sin utilizar ningún tipo de justificación, podría ser un comienzo. No existe ningún «interés nacional» que pueda justificar la tortura o la matanza.

Hablando de los supervivientes y de las familias de las víctimas, es importante que el «ex» establezca un diálogo constante. ¿Y si ellos no quieren este diálogo? En este caso, que sea un diálogo abierto y constante sólo de su parte. Se necesitan otras acciones y proyectos para la comunidad. Si hay una riqueza acumulada desde los tiempos de su dura gobernanza, el «ex» debe encontrar la manera de invertirla a favor de la comunidad, a favor de la reconciliación. Hablamos de proyectos asistenciales, monumentos que recuerden por qué tales acciones no deberían repetirse, grupos que trabajen por la democracia directa y otras formas democráticas de tomar decisiones, por la no violencia, por los derechos de las minorías, etc.

Escribir cartas a los líderes crueles de hoy por parte de un «ex» es también una forma de actuar hacia la reconciliación. Resaltar las fuerzas interesadas en imponer a estos líderes en todo el mundo para que sirvan a sus intereses particulares es otra manera de lograr la reconciliación. Escribir un libro basado en hechos reales, un libro sobre sus órdenes de ejecuciones masivas también podría ser un proceso de redención y un bien para la humanidad.

Todo lo descrito arriba puede ser hecho por el «ex» mientras está en prisión. Si realmente quiere entender su lado oscuro que lo empujó a hacer acciones tan terribles, el hecho de que esté bajo restricción no sería suficiente para detenerlo.

¿Qué pasaría si tomar la iniciativa de algunas de las acciones antes mencionadas no fuera suficiente para convencer a la gente de entrar en el mismo camino de reconciliación con él? Una cosa sería cierta: habría comenzado su propio proceso de reconciliación, a pesar de que la gente no lo aceptara. Hablamos de personas que sin razón alguna tuvieron que lidiar con torturas, víctimas y pérdidas. Bueno, incluso la gente tiene que hacer algo con esta carga, tiene que encontrar una manera de manejar lo que pasó, si no quieren seguir envenenando a las próximas generaciones. Incluso si el «ex» fuera mantenido en la cárcel, porque se hace justicia, el veneno no se detendría.

El proceso de reconciliación es largo. A veces lleva años o toda una vida considerar los hechos menos bárbaros que el asesinato o la tortura. La sociedad identifica falsamente la justicia con la verdadera reconciliación, dejando heridas abiertas y al mismo tiempo pensando que están sanadas. Pero a pesar de la justicia o amnistía, la conciencia sabe si el adiós a este espacio y tiempo será amargo o dulce. Sólo la conciencia lo sabe.