Por: Arturo Walter Alarcón Zambrana

Al Quds, Jerusalem, Yerushalayim, el centro del mundo, la ciudad de David, La Santa, etc. Son varios los epítomes para la ciudad más cotizada de la historia de la humanidad, capital de varios reinos, provincia de los imperios más importantes como el egipcio, asirio, babilónico, persa, griego, romano, Califato de Bagdad, Reino de Jerusalén, Imperio Turco Otomano, Imperio Británico, Palestina e Israel. Lugar sagrado para 3 de las religiones monoteístas de raíz abrahamica, se supone que la ciudad fue conquistada por David de manos de los Jebuseos y se convirtió en la capital de un reino Israelita; el cristianismo cree que Jesucristo sufrió su martirio y crucifixión en dicha ciudad y la tradición islámica señala que el profeta Mohamed ascendió al cielo desde el lugar donde ahora se sitúa la mezquita del domo de la Roca, uno de los principales puntos religiosos de Jerusalén. Asimismo, Jerusalén fue considerada el centro del mundo y el lugar más cercano a Dios no por ciertas miradas esotéricas, sino por la tolerancia y multireligiosidad (no exenta de problemas) que la caracterizó: cristianos, judíos, musulmanes, drusos, etc. Convivían lo mejor que podían en una urbe sacudida históricamente por la violencia, la inestabilidad e inseguridad política. Jerusalén siempre sufría las consecuencias de ser Jerusalén.

Actualmente la ciudad cuenta con una población de 865.000 habitantes, y una región metropolitana que abarca a más de 1.700.000 habitantes incluyendo los municipios de Ramala y Belén. La población se divide en una mayoría judía y una minoría árabe de diferentes confesiones.

Pero no es nuestra intención abocarnos a las clases de ciencias sociales, no nos interesa repetir le perorata bíblica que señala a esta ciudad como la capital de un reino israelita que históricamente no ha sido comprobado, ni mucho menos querer justificar falsamente un conflicto como un tema estrictamente religioso que se arrastra desde hace más de 2000 años, siendo que el mismo es un tema estrictamente colonial y reciente, donde una población indígena resiste con los medios que puede la colonización de una población foránea que en forma sostenida fue asumiendo propiedad del territorio disputado bajo pretextos, en este caso religiosos, aislando a la primera con la intención de que ésta abandone sus aspiraciones de retorno y sea asimilada por otros Estado para al fin desaparecer; una táctica utilizada en América del Norte, África del Sur y Oceanía por los poderes coloniales, manipulando a colonos maltrechos para exterminar indígenas maltrechos. No sólo la propiedad de la tierra será del invasor foráneo, sino que los derechos y privilegios serán también para esta élite. Se justificará con teorías seudocientíficas la superioridad de estos mirando lastimeramente a los que fueron despojados, o peor aún, mirándolos con odio.

¿Qué relación tiene esto con Jerusalén, la “capital” del Estado de Israel? el Estado de Israel ha sido creado a través de los métodos coloniales antes mencionados, les guste o no, Israel, como Estado, no como población se ha convertido en el Goliat, y el botín principal es Jerusalén. ¿Botín de qué?, ¿No es que Israel se ganó ese territorio a pulso bajo el derecho del vencedor? ¿O no es que la biblia le reconoce a los judíos esa ciudad como su capital, debiendo nosotros aceptar la voluntad del “divino creador” aunque esto genere sufrimiento en millones de seres humanos de nacionalidad Palestina? No, ni la violencia da derechos y mucho menos un libro lleno de contradicciones y fantasías los da, el conflicto Israel-Palestina no es un conflicto religioso de siglos atrás, ni un problema de antisemitismo, es un conflicto colonial entre una fuerza ocupadora y una población indígena en resistencia; y sí, los palestinos, y no Israel, son la víctima, siendo Jerusalén, como lo señalé antes, la joya más preciada del territorio en disputa, y su valor es lo irrisorio, su valor es simbólico.

Jerusalén es contradictoria y paradójica como símbolo, para Palestina y la mayoría del mundo. La ciudad santa simboliza la tolerancia religiosa casi inalcanzable para la humanidad, así como su elemento de identidad. Vivieron en la misma desde hace más de 1000 años. Para el sionismo (no los judíos), Jerusalén representa su identidad como grupo humano supuestamente desplazado, pero la mirada es distinta; Jerusalén no es de todas las religiones, es exclusivamente judía, por eso la mayor parte de la población árabe de Palestina fue expulsada, no tienen que estar ahí, y si lo están, deben ser pocos, para ser dominados, Jerusalén es un símbolo de la totalidad de la empresa Sionista, así como los Estados deben ser reconocidos por sus iguales para existir, en el caso de controversias como la del status de Jerusalén (capital de Israel, capital de Palestina, ciudad internacional o capital de los 2 Estados). La opinión de la comunidad internacional es de capital importancia. Siendo que ésta decidió no manifestarse sobre el tema, la acción del gobierno de Donald Trump, seguido de Guatemala y otros gobiernos esbirros es una clara acción que busca convertir a Jerusalén en capital de Israel de facto. El traslado de las legaciones diplomáticas busca aislar la idea de una Jerusalén como capital de Palestina; el botín que quede en poder del ganador simbolizaría el fin del conflicto desde el punto de vista de Donald Trump, una última etapa de la limpieza étnica efectuada en Palestina para lograr la aceptación tácita de Jerusalén capital de Israel y la aceptación de su existencia por encima de todo derecho palestino.

Donald Trump responde rápidamente a las solicitudes de sus patrocinadores, el lobby israelí, los sectores más conservadores y religiosos de América. La mayor parte de los votos del Colegio Electoral son resultado de la presión de estos grupos, la agenda neoconservadora se está aplicando en diferentes partes del mundo.

Mas el ser humano siempre pudo salir de encrucijadas de este tipo, poner por encima del egoísmo, la violencia y la destrucción al amor, a la solidaridad y a la no-violencia. Y parafraseando a muchos palestinos diré que la única solución no es la de un solo Estado o dos, eso es accesorio; la solución es una Jerusalén tolerante a todas y a todos, una ciudad que vuelva a ser lo que en un determinado momento fue, un recodo de humanismo en un mundo deshumanizado, una ventana al futuro en un mundo retrogrado, un lugar donde judíos, musulmanes, cristianos, ateos y de otras confesiones vivirían en paz y en solidaridad.