En un contexto en el que la economía ha capturado la política y la democracia, las convicciones estarían cediendo a las conveniencias. Esto es lo que parece observarse en la actual campaña presidencial y parlamentaria con miras a las elecciones del próximo 19 de noviembre y que ya se encuentran en su tramo final.
Pondré sobre la mesa un par de ejemplos muy ilustrativos de lo señalado. Por la derecha, no se entiende que un candidato como José Antonio Kast, esté corriendo sin el respaldo explícito del que por su naturaleza es su partido, la UDI. Por convicción y doctrina, Kast representa mucho más cabalmente a la UDI que Piñera. La única razón que explicaría el apoyo de la UDI a Piñera es la percepción de que el horno aún no está para bollos, esto es, para poner a uno de los suyos a la cabeza de la presidencia de la nación. Lo que ha llevado a José Antonio Kast a no participar en las primarias e ir hasta el final es su convencimiento de que su propio partido había resuelto dejar a un lado sus convicciones para dejarse llevar por las conveniencias subiéndose a quien visualiza como ganador. Prueba lo anterior que la UDI ni siquiera llevara un precandidato a las primarias organizada por la derecha.
Por la izquierda, o centroizquierda, se tiene el caso de la candidatura de Guillier. No se entiende que el partido socialista (PS), teniendo tres precandidatos de fuste en sus filas –Insulza, Atria y Lagos- se haya inclinado por un independiente. En la historia política chilena ha sido habitual que la derecha tienda a respaldar candidaturas independientes –por una suerte de aversión a la “política”-, no así en el mundo de la izquierda. La única explicación plausible de una decisión con consecuencias que no son difíciles de prever, es que sus máximos dirigentes se hayan dejado llevar por la conveniencia, dejando aparcadas las convicciones.
El efecto dominó de la decisión del PS fue inmediato: se bajó Lagos, quien había sido proclamado por el PPD y el PC también se suma a lo decidido por el PS. En estas condiciones la democracia cristiana (DC) no estuvo disponible para unas primarias competiendo sola contra Guillier. Con ello, las fuerzas que respaldan al gobierno se quedan sin primarias, mirando las primarias de la derecha y del Frente Amplio.
Para la galería, las razones dadas por el PS para bajar a sus precandidatos presidenciales e inclinarse a Guillier se centran en que es una candidatura que emergió de la ciudadanía, que no surge de los partidos políticos, hoy por hoy desacreditados al por mayor.
Las razones de fondo sin embargo serían más pedestres: ninguno de sus precandidatos punteaba en las encuestas, las que favorecían a Guillier. En concreto, el mejor árbol al cual arrimarse era Guillier, así como por la derecha el mejor arbolito era y sigue siendo Piñera. Los datos disponibles, a semanas de las elecciones, indica que al PS le habría salido el tiro por la culata.
La única fuerza política que parece estar moviéndose por convicciones pareciera que fuese el Frente Amplio (FA), quizá porque no tenga nada que perder por la etapa en que se encuentra, la de la travesía por el desierto, conquistar corazones, invitar a soñar, a pensar que otro Chile es posible.
La DC ha tenido un comportamiento de difícil comprensión. Por un lado levanta una potente candidatura presidencial, Goic, en señal de su incomodidad en la actual coalición gobernante y con miras a marcar presencia en base a su identidad, pero por otro lado no se ve a su partido, la DC, especialmente sus candidatos al parlamento, alineado a fondo tras ella lo que inevitablemente la afecta. Por convicción pone a su mejor carta sobre la mesa, pero por conveniencia no pone las manos al fuego.
En concreto, todo está dado para que gane la derecha, más que por sus propios méritos o fallas en la andadura presidencial, sino por la catarata de desaguisados desatada desde hace un bien tiempo en las fuerzas de la centroizquierda y que se expresa en que de las ocho candidaturas, dos representan a la derecha y seis a la centroizquierda. De haber una segunda vuelta no cuesta mucho imaginar que para la derecha será mucho más fácil sumar los votos de sus candidatos que a la centroizquierda. Quien llegue a la segunda vuelta tendría la difícil misión, no solo de sumar los votos de seis candidatos, sino que la de restañar heridas y amalgamar lo que actualmente parece imposible.
Sin embargo, la historia también nos dice que en política todo es posible, particularmente en tiempos de cólera.