Afuera, en el mundo social, todo se mueve. Adentro, en el mundo interno, también. En ambos espacios, que actúan en estructura y se constituyen en nuestra percepción de la realidad, pasamos por ciclos ascendentes, de luminosidad, alegría, entusiasmo, donde sentimos que “todo va”. O ciclos más cercanos a una sensación de oscuridad interna, sin sentido y sin futuro.
Los procesos sociales también están regidos por la Ley de Ciclo, la cual expresa: “Todo en el universo está en evolución y va desde lo más simple a lo más complejo y organizado según tiempos y ritmos cíclicos”. Los procesos evolutivos no se desarrollan en línea recta ni con tiempos ni aceleraciones constantes sino que surgen, crecen, se desarrollan, declinan y se desorganizan, pero al desorganizarse dan nacimiento a nuevas formas que repiten el mismo proceso. No obstante, los procesos no están desconectados sino que los elementos progresivos del paso anterior continúan en el posterior. De este modo los ciclos no son circuitos cerrados sino que tendrían “forma de espiral”, de otro modo la humanidad recomenzaría siempre desde el mismo punto. (Poética Menor, H. Van Doren).
Hay momentos en que los pueblos parecen despabilarse, crecer, avanzar, progresar. Y otros en que la oscuridad, la violencia, la estupidez se apropian de los conjuntos sociales.
En ese desarrollo espiralado por ciclos la humanidad va progresando. Uno mismo puede ir avanzando -en dirección ascendente o descendente dependiendo de la intencionalidad- por ciclos en su mundo interno, en sus momentos de proceso, sus crisis y etapas vitales.
Ahora bien, ¿cómo nos afecta internamente estos ciclos? Existe un Principio que nos puede ayudar a lograr un adecuado emplazamiento: “Si para tí están bien el día y la noche, el verano y el invierno, has superado las contradicciones” (Silo, Los Principios, La Mirada Interna).
Si logramos comprender en profundidad que ambos estados, el del día y la noche, expresados en nuestro interior y en los procesos sociales “están bien” porque de ellos podemos aprender, mejorar, superar resistencias y dificultades para seguir avanzando en ascenso espiralado y evolutivo en nuestra humanidad, una sensación de neutralidad y no contradicción puede colaborarnos a que intencionemos en poner en dirección coherente y unitiva nuestra cabeza, corazón y acción.