Desde el invierno boreal de 2016, tres veces por semana se juntan los “Mahassine”entre Porte de la Chapelle y Jaurès, en París, en un auto lleno de termos de té, café, bizcochitos, chocolate, bolsas de pan y vasos de plástico. La entrega de sonrisas y calor para los migrantes de París comienza hacia las 20.30 h. “Mahassine”, de hassana (حسن), en árabe, es aquello que es bueno, bello y virtuoso. También es un nombre de pila, que utiliza alegremente un grupo de unos diez miembros de esta asociación. En Sudán, es el nombre que se les da a las mujeres que venden té en la calle.

Nota de los autores: Los nombres se han modificado.

Todos los miembros de Mahassine se autodenominan ¡Mahassine!

Samba es de Costa de Marfil y nos encontramos con él después de varios meses de no haberlo visto. Igual que todos los migrantes, nos quiere mostrar sus documentos obtenidos en alguna administración o en alguna asociación; los papeles conservados en desorden parecen de una importancia indistinta. Luego de haber perdido sus primeros documentos, Samba tuvo que volver a empezar los trámites de pedido de asilo. Revisando las hojas, Mahassine vuelve a ver la fecha de nacimiento de Samba. Cuando los migrantes se ven jóvenes, cruzamos los dedos por que sean menores ya que el estatus de personas frágiles impone que se los ponga a resguardo con prioridad y se haga un acompañamiento específico. En el caso de Samba, el muy joven adulto no tiene concretamente ningún derecho suplementario con respecto a un hombre maduro, distinto hubiera sido si fuese francés. Poco tiempo atrás se suprimió la Asignación Temporaria de Espera (ATA, por sus siglas en francés) y los jóvenes mayores deben esperar los 25 años para poder cobrar el Ingreso de solidaridad activa (RSA, por sus siglas en francés), sin tener derecho a trabajar si todavía no tienen sus papeles. Mahassine se dice a sí misma que tiene que encontrar la respuesta en la Uraca  (Unidad de Reflexión y de Acción de las Comunidades Africanas) a quienes había contactado cuando buscaba una solución de alojamiento para él la temporada pasada. ¿Y para dormir? Samba encontró un estacionamiento de autos después de que lo echó su comerciante del sueño cuando no pudo pagar más. Mahassine cuenta con un contacto que tiene un squat (edificio ocupado) en las afueras de París, para alojarlo durante los cinco días que le faltan para la cita fijada por la Bulle d’Emmaüs.

La primera sopa de la temporada está lista y Mahassine ya consiguió mucho pan de su panadero donante. ¿Cuántos bols hay que comprar? ¿Habrá necesidad de cubiertos, cucharas? Los nuevos voluntarios se encuentran con los más viejos en la Porte de La Chapelle. Samba no podrá seguir esperando si acaso tendrá o no lugar en el squat y el acceso al estacionamiento va a cerrar: debe irse. Se toma la decisión de no dejar que vuelva a dormir en un subsuelo parisino. Por el momento se quedará con Mahassine. Cortamos las baguettes antes de irnos… ¿adónde? ¿Delante de “France Terre d’Asile” (Francia tierra de asilo) o en la explanada Saint-Denis? Consultamos a Q., voluntario mayor del barrio que, junto a B., distribuye las comidas preparadas por él hasta tarde en la noche. Finalmente, nos instalamos en la rotonda de La Chapelle. Samba se une a nosotros. Mahassine duda e instala su mesa allí. Se forma una cola de espera como no había visto en mucho tiempo. ¡Imposible quedarse aquí! La mesa de Mahassine impide que pasen las demás asociaciones. Mahassine retira la mesa, y en realidad la lleva de un lado a otro por la vereda… El hambre impacienta a la gente; la cola se desplaza, se agita. La gente se queja mucho, con razón.

Sube la tensión. Mahassine trata de reanudar el contacto habitual con algunas palabras a modo de saludo, bromas para calmar los ánimos, preguntas para averiguar quiénes son menores de edad. Los que están vestidos de modo más ligero y mal calzados se dirigen a nosotros y esta noche no sentirán tanto frío. La cola no deja de aumentar, pero pronto la sopa se termina. Insensiblemente, dirigimos a las personas hacia el té, que ya empezamos a servir, y continuamos con el pan, lo que es mejor que gritar y agitar los brazos “¡Faqat achchourba !” [¡la sopa se acabó!]. Hay comentarios amargos sobre la escasez de la distribución. Felizmente B. y Q. pasan después de nosotros. Mahassine intenta siempre ajustar su acción: una vecina la viene a ver para preguntarle si todo anduvo bien y si, para la próxima vez, la distribución puede hacerse un poco más lejos en la rotonda. Mahassine levanta la vista y se da cuenta que se instaló bajo la ventanas de una habitación.

Un menor parece estar enfermo pero lo que quiere es simplemente una frazada. No nos podemos contentar con darle un papel con las coordenadas del Dispositivo de Evaluación de Menores Aislados Extranjeros (DEMIE). Luego de reflexionar, Mahassine decide acudir a Utopia 56 ya que está todavía en el centro por unos días. Nos dicen que la policía ya se encargó de tres menores y no tomará otros. Mahassine acompaña al joven al centro donde la reciben unos miembros de Utopia 56. Antes de poder integrarse al centro con 15 menores en situación de calle, el joven sudanés pasará la noche en un auto utópico.

 

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