Por Marie Aimée Rabourdin

Se entra por una pequeña abertura, apenas visible, a un corredor repleto de grafitis que desemboca en un patio interno. Allí descubrimos un espacio enorme: el Garaje, bautizado recientemente como “El Hangar. Es un espacio generador de proyectos artísticos, culturales, deportivos, sociales, en el corazón de Bagnolet (localidad de la región parisina).

Hoy alberga a un grupo de unas seis personas que allí duermen, cocinan, hacen la limpieza, se ocupan del jardín, es decir: viven.

Entre ellos, Stéphane, de unos 40, pasó tres años entre 2013 y 2016 construyendo su departamento en este inmenso espacio, que representa 1200 m2 de edificación.

Al principio era una fábrica de válvulas de alta presión, luego de piezas sueltas y finalmente un taller de elaboración de decorados para producciones de cine. El lugar ahora es de tres propietarios diferentes y tiene problemas jurídicos debidos a la pérdida de documentos oficiales durante la guerra. Por lo tanto, Stéphane ocupa parte del lugar desde hace varios años, que le prestó su amigo propietario, convierte sus paredes en un lugar habitable y construye un universo con sus propias manos.

Maquetista, plástico, escultor de formación, trabajó en numerosas producciones de cine importantes. Así es como conoció el lugar cuando aún era un taller de decorados.

Cuando se fueron los últimos ocupantes, durante el año 2015, una empresa de BTP quiso comprar el espacio para levantar un edificio, pero no obtuvo el permiso de construir. Entonces Stéphane ocupó la edificación y la mantuvo de su bolsillo.

Pero en marzo de 2016, ocho personas entraron al lugar y procedieron a una destrucción metódica de las paredes, obstruyeron las entradas de agua, redujeron lo que era un departamento a un espacio insalubre e inhabitable. Tres años de trabajo minucioso y apasionado fueron reducidos a la nada en dos horas. Hasta el mismo Stéphane no tuvo más de una hora para desalojar el lugar, echado de su paraíso creado con su propia ingeniería.

Sin embargo, nada se emprendió después de eso y, meses más tarde, Matthieu reabrió el squat (n. de t.: lugar ocupado).

Stéphane se unió a él, con otros, y volvió a poner en pie su obra. Pronto se abrirá un proceso judicial contra la empresa que los perjudicó.

Pero no fue necesario un segundo más para ponerse a desarrollar a fondo un lugar de creación de proyectos. Las personas que lo habitan, y no solo ellos, se brindan enteramente a la construcción de este lugar como un espacio de encuentro, de intercambio, un espacio vital que abre futuro. La cocina reconstruida recibe a una asociación que alimenta a cientos de migrantes varias veces al mes. Una sala está dedicada a los cursos de francés, se han acondicionado habitaciones para alojar a gente en situación de calle, nacen eventos artísticos y exposiciones abiertas a todo el mundo. Se organizan fiestas respetando a los vecinos y recientemente una feria de garaje reunió a muchos ribereños.

Todo se hace dentro del respeto por el medio ambiente: se recupera el agua en cisternas y se filtra para el consumo. Esta misma agua de lluvia sirve para hacer la limpieza y lavar la vajilla. Se instalaron baños sanitarios secos. El jardín, una especialidad de Stéphane, se compone de una huerta, una fuente y todos los pájaros del barrio.

Un espacio como este en la región parisina representa un pulmón cultural y social indispensable para los que los frecuentan y los que allí viven.

  • Marie-Aimée es dibujante, realiza videos de dibujos animados. Creció en París e hizo sus estudios en Lyon. De regreso a París, se ocupa de los inmigrantes entre Stalingrad, Jaurès, Porte de La Chapelle e intenta ayudarlos en el día a día entre distribuirles té o café y dar pequeños cursos de francés en la asociación  “Mahassine” creada con sus amigos.