El día martes 3 de octubre, en una iniciativa conjunta PRESSENZA-CIESPAL, con el apoyo de la Prefectura de la Provincia de Imbabura y la Escuela de Comunicación de la PUCE-Sede Ibarra, se desarrollaron el taller y conversatorio «Construcción de la paz: desafíos para el periodismo». En el marco de la programación de Octubre por la Paz y la Noviolencia, cuarenta personas, especialmente estudiantes de la carrera de comunicación, participaron activamente en el intercambio y el trabajo práctico de aplicación de algunas herramientas del enfoque de comunicación para la paz y la noviolencia. Compartimos aquí algunas imágenes y la intervención de Javier Tolcachier quien, junto a Mariano Quiroga, facilitó la actividad.

Buenos días con todos y todas. Muy agradecido por la posibilidad de comunicarnos en este espacio con ustedes y un sentido agradecimiento a Ciespal y a la Prefectura de Imbabura que posibilitan esta jornada.

Quiero comenzar diciendo que la imparcialidad periodística es un mito que ya no se sostiene. Toda agenda, toda comunicación, toda noticia incluye un punto de vista, un modo de ver las cosas. Aún aquellos periodistas que intentan ponderar la información desde un punto de relativa equidistancia, elige también una postura. La comunicación, en sentido amplio, es un difícil equilibrio intermedio entre lo supuestamente objetivo y lo puramente subjetivo.

Pero lo que sucede en el mundo periodístico en la actualidad en realidad poco tiene que ver ni con la objetividad ni con el punto de vista individual de cada comunicador. En el ámbito privado, en el marco de una triste mercantilización general de la sociedad, la Comunicación y los comunicadores padecen las limitantes del sistema, que prioriza el interés de los anunciantes por sobre el bien público general. En el ámbito público, los medios y sus periodistas, deben responder a las presiones del gobierno de turno, defendiendo a capa y espada su gestión. Tan sólo en el ámbito comunitario, la línea editorial es más amplia, incluyente, democrática, permitiendo que los comunicadores se expresen con mayor libertad. Lamentablemente y quizás por lo mismo, estos medios reciben menor apoyo y tienen, por tanto, menor alcance.

A pesar de estas limitaciones que es preciso mencionar, la comunicación cumple un rol cultural de primer orden debido a que incide legitimando, criticando, incluso defenestrando prácticas, hábitos y aspiraciones en las sociedades. Por cierto, la comunicación también puede ser un factor de peso y enorme relevancia dando a conocer nuevas posibilidades. Es aquí donde se produce un intersticio, que habilita a introducir formas y contenidos novedosos. He aquí que proponemos, como una variante importante para el desarrollo humano y social, una comunicación para la Paz y la No Violencia.

Pero hay más: También las poblaciones colocan su nota distintiva en este diálogo colectivo, en esta ida y vuelta a veces degradado o negado por la hegemonía discursiva. La comunicación nunca es unilateral, los pueblos cuentan.
Por ello, es interesante notar que, aun cuando la violencia todavía campea en el mundo, millones de personas ya se manifiestan hoy en múltiples actividades públicas a favor de la paz, contra la discriminación y la violencia. Esto refuerza la oportunidad para mejorar la comunicación, haciéndonos ecos de ese clamor.

En el mismo sentido, nos parece que el discurso de odio que hoy se continúa destilando desde ciertas esferas y usinas periodísticas aparece ya como un anacronismo destinado a sucumbir. Pero, se preguntarán ¿cómo comunicar la paz? ¿Cómo desarrollar un renovado estilo comunicacional que apunte a un futuro más humano? Previo a intentar responder esa pregunta, es imprescindible acordar que para fortalecer la cohesión social, hoy resquebrajada por factores que exceden las dinámicas nacionales, es fundamental generar e impulsar una narrativa para la diversidad y la paz, donde lo diferente sea reconocido y valorado.

El mundo en el que vivimos, sin embargo, tiene una multitud de conflictos no resueltos. Conflictos como la desigualdad, la injusticia, la falta de oportunidades, el armamentismo, la centralización del poder, la exclusión, la discriminación. Conflictos que también emergen en el corazón de cada persona, cuando es minusvalorada, cuando se siente sola, cuando desespera.

¿Cómo aportar veracidad a una renovada cohesión social sin dejar de abordar sus conflictos?

¿Con qué tono y herramientas puede construirse una nueva práctica comunicacional acorde a los tiempos complejos que corren, en los que un viejo mundo parece crujir, pero el futuro tarda en aparecer?
Hay un modo de hacerlo, pero debemos disponernos a ello. La dificultad estriba en que este tipo de comunicación nos implica, nos interpela como personas. O sea: construir una comunicación humanista nos invita a mejorar como personas, nos impele a cambiar.

Entonces, el primer paso en la Comunicación para la Paz es observar de qué modo miramos. ¿Miramos con desdén, con soberbia, con cinismo? ¿O logramos conmocionarnos con lo que sucede a las personas? Seguramente que en el segundo caso, trataremos de reportar aquellos trazos que aporten al bien social – que existen y frecuentemente invisibilizamos – y aún ante hechos trágicos, violentos, intentaremos en nuestro discurso rescatar las mejores salidas y no alimentar el círculo violento de la venganza.

Por supuesto que no estamos proponiendo una comunicación edulcorada, que niega que existe una violencia instalada. Lo que estamos diciendo es que tenemos como periodistas una función social, un compromiso moral y que éste pasa por mostrar alternativas a situaciones denigrantes y dolorosas.

¿Cómo abordar la crítica desde una Comunicación para la Paz? ¿Acaso estamos sugiriendo obviar toda crítica o toda mención personal negativa? En absoluto. La violencia tiene actores, tiene gestores y tiene mecanismos a través de los cuales se perpetúa. La violencia responde generalmente a prácticas y estructuras instaladas que no benefician a las mayorías, sino que perpetúan las injusticias.

Así que, una comunicación para la paz, para una verdadera paz, debe ser una comunicación verdadera, que señale con total claridad los esquemas que generan violencia social, interpersonal e individual, para ayudar a la comprensión de los efectos negativos y su posterior superación.

El señalamiento crítico de los actores o gestores de dicha violencia es necesario. Sin caer en el estigma o en la culpabilización absoluta y grosera – que no indica las circunstancias que rodean cada situación – dicha individualización es un requerimiento perentorio al aludido de abandonar la práctica destructora y hacer autocrítica.
Esta matriz periodística de paz y no violencia no es indiferente, ni apática, es una propuesta de transformación social, no un simple reporte resignado sin esperanza de aquello que debe modificarse.

Por supuesto que, aun cuando ya contamos con ciertos principios y herramientas básicas en cuanto a la selección editorial, al tono, al léxico, a la estructuración en la redacción y algunas otras cuestiones, aun cuando ya contamos con la práctica de cientos de colaboradores en esta dirección, la Comunicación por la Paz es apenas un boceto, un inicio que requiere de un desarrollo colectivo para alcanzar su plenitud.

Por eso es que invitamos a cada uno y cada una de ustedes a sumarse a esta correntada para renovar los moldes en los que desarrollamos nuestra tarea de comunicadores activos y comprometidos socialmente.

Por último, quisiera proponer una última reflexión:

¿Cómo desarrollar una comunicación que deje de ser simplemente “alternativa” para convertirse en un canal central, influyente, que informe y fortalezca los derechos humanos y sociales por y para todos?
Responder esto requiere viabilizar formas de expresión que tengan como meta un mundo humanizado, que sientan entusiasmo por la idea de una nueva civilización humana universal, regida por la no violencia como metodología social.
Este planteo es a la vez utópico y concreto. La utopía es evidente. La concreción depende de nosotros y de los pueblos mismos, que, como decía al principio, están sintiendo la necesidad de contar con un nuevo estilo de periodismo, que nos mejores como personas y como sociedad. A ello los invitamos, a construirlo juntos.