El terrorismo golpea la pacífica Barcelona, y nos recuerda el caos generalizado que se está produciendo en el mundo por causa de la ambición desmedida y la locura fanática.

Barcelona, 18.8.2017. Ayer ha tocado a Barcelona sufrir la locura indiscriminada de un atentado terrorista. Los asesinatos de personas me parecen deplorables y me entristecen mucho. Podría decir “de personas inocentes” pero no me gusta discriminar en este asunto; cualquier asesinato, sea por los motivos que sea, me parece terrible. Y tampoco me gustan las reacciones posteriores del poder, condenando con firmeza este tipo de atentados para luego seguir con sus políticas discriminatorias y sus negociados perversos. Ni me gusta la actitud de los grandes medios de comunicación, que llenan sus portadas con palabras grandilocuentes mientras callan acerca de la violencia que se ejerce cada día contra las poblaciones en todo el mundo.

Este ataque es el último de una cadena de atentados recientes en todo Europa, aunque lo más justo es recordar que hay muchos más ataques en el mundo no-occidental, sólo que estos no tienen la misma cobertura mediática.

Barcelona es una ciudad pacífica, bella, llena de luz y color, repleta de visitantes todo el año. Vaya por delante que ninguna ciudad merece ser atacada ni sus pobladores amedrentados, pero justo Barcelona, que aspira a convertirse en una ciudad integradora y justa, abierta al mundo y a la solidaridad con los más repudiados por el sistema. Ya sabemos que el caos se va extendiendo poco a poco, partiendo de los lugares centrales donde se cocinan los grandes negociados y se fabrican los millones de armas que luego se reparten por el resto del mundo. Pero cuando la barbarie golpea en la propia ciudad duele más que nunca. Ver los lugares que uno frecuenta sacudidos por el terror nos produce un shock del que cuesta recuperarse.

Somos frágiles físicamente, como se demuestra en situaciones como esta, pero también podemos ser muy fuertes internamente. Esa fortaleza es la que nos debe ayudar a sobreponernos y redoblar nuestros esfuerzos en pos de una Nación Humana Universal, un mundo en el cual no haya enfrentamientos ni competencia sino cooperación e intercambio enriquecedor. Esta Fuerza viene de otro lugar, nos conecta con otros espacios y otros tiempos.

Condenamos la violencia en todas sus formas, desde la más brutal que se vio ayer en Barcelona hasta la más sutil y elegante, esa que se ejerce en los despachos de los grandes bancos y multinacionales; esa que toma decisiones que empobrecen a millones de personas para luego ir a jugar al golf; esa que fabrica armas y las vende al mejor postor para luego condenar su uso. Queremos superar esta violencia absurda que nos lleva a pelear unos contra otros, mientras una pequeña minoría se enriquece a costa nuestra.

Queremos superar el odio, la ignorancia y el egoísmo bestial. Queremos iguales derechos y oportunidades para cualquier persona, sea de donde sea y vaya adonde vaya. Queremos un mundo donde el ser humano sea el valor central, el objetivo de libertad de nuestras acciones.