Una orden católica construye una capilla rudimentaria sobre un trozo de terreno por el que supuestamente pasará una gaseoducto para impedirlo.

Por Harriet Sherwood

Un grupo de monjas católicas de Pensilvania quiere evitar por todos los medios que se construya un gaseoducto para obtener gas por fracking en sus tierras construyendo una capilla rudimentaria en un terreno dentro de la ruta propuesta. También han lanzado un desafío legal apelando a una cosa: la libertad religiosa.

La orden de las  Adoradoras de la Sangre de Cristoha presentado una denuncia contra la Federal Energy Regulatory Commission (FERC) en un intento por mantener el gaseoducto fuera de sus tierras.  Los abogados de las monjas defienden que la decisión de la FERC de ubicar en esas tierras tal construcción no es «ética para las profundas creencias religiosas y las convicciones de las Adoradoras».

Las Adoradoras, una orden compuesta por 2.000 monjas a lo largo de todo el mundo, han hecho de la protección medioambiental su misión más prioritaria. El plan del gaseoducto «va en contra de todo en lo que creemos, creemos en el sustento de toda la creación», dice la hermana de 74 años Linda Fischer al Washington Post.

El gaseoducto Atlantic Sunrise de 183 millas de longitud está «diseñado para suministrar suficiente gas natural como para cubrir las necesidades diarias de más de 7 millones de hogares estadounidenses conectando regiones productoras en el noreste de Pensilvania con mercados de los estados del Atlantico medio y del sudeste», apuntan en su web.

Se trata de una extensión del gaseoducto de Transco, el cual recorre más de 10.000 millas desde Texas hasta Nueva York, y transportará gas extraído de la región de pizarra de Marcelo ya que el fracking fue permitido por el estado.

Williams, la empresa que construye el gaseoducto, quiere pagar a los propietarios de granjas para que les permitan excavar sus tierras, instalar la construcción y devolver la tierra a su sitio. También se les ha ofrecido una compensación por los cultivos perdidos e inspecciones regulares para comprobar si el gaseoducto afecta al rendimiento agrícola.

Por las buenas o por las malas

Alrededor de 30 terratenientes que se negaron a aceptar un acuerdo con Williams ahora se enfrentan a que se les obligue a acatar una orden de FERC.

El plan es que una parte de la inmensa tubería subterránea pase por un trozo de terreno de las Adoradoras en el municipio de West Hempfield, en el condado de Lancaster, que actualmente está arrendado a un agricultor local.

A principios de este mes, las monjas consagraron una capilla improvisada al aire libre en el lugar en presencia de 300 personas. Las capilla tan solo tiene unos bancos de madera y un cenador, todo rodeado de campos de maíz.

«Realmente, solo queríamos simbolizar lo que hay allí. Es tierra sagrada», dice la hermana Janet McCann. Si los tribunales fallan en contra de las monjas, Lancaster contra Pipelines, un grupo de activistas locales se ha comprometido a organizar una vigilia continua en la capilla.

En el año 2005, las monjas –cuya orden fue fundada en 1834– adoptaron una «ética de la tierra» sosteniendo la santidad de la creación. Esta dice que la tierra es un «santuario en la que se protege toda la vida» y la cual debe ser protegida para las futuras generaciones.

Los abogados de este grupo de monjas han declarado al tribunal que las creencias religiosas de las monjas incluyen «educar y abordar temas importantes sobre justicia social y medioambiental, como la pobreza, las guerras, el racismo y el calentamiento global que divide a la humanidad de una manera en la que las Adoradoras no creen que refleja su esperanza para el reino de dios».

Su convicción de que la tierra es parte de la creación de Dios «obliga a las Adoradoras a ejercer su creencias religiosas, entre otras cosas, cuidando y protegiendo la tierra que poseen así como educando activamente y participando en asuntos relacionados con el medio ambiente, entre los que se incluyen el actual y futuro impacto sobre la tierra que causa el calentamiento global como resultado del uso de combustibles fósiles».

Traducido por Cristina Armunia Berges

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