Una moda responsable implica un cambio profundo y multilateral por la cantidad de actores y por todo lo que está en juego. Más que nunca parece necesario abrir el diálogo para que los gobiernos, las asociaciones, las empresas y los ciudadanos trabajen en conjunto para resituar los contextos, especialmente en lo que hace a los modelos económicos.  

Reflexionar sobre las soluciones en toda la cadena de valor para una moda más propia no solo es un asunto urgente sino también un deber moral para con las poblaciones más pobres que son sus primeras víctimas. 

La Fashion Revolution (Revolución de la moda) que transcurrió la última semana de abril en 90 países fue oportunidad para expresar una nueva sensibilidad al respecto.

Un drama humano despertó las conciencias  

El 24 de abril de 2013, un edificio de una calle de Dacca, capital de Bangladesh, donde se desarrollaban talleres de confección textil, se derrumbó y dejó un saldo de 1135 personas muertas y más de 2000 heridas.

Este edificio, el Rana Plaza, construido sobre terreno blando y sin permiso en sus pisos más altos, no soportó las vibraciones de las máquinas de coser.

Entre los escombros del edificio se encontraron etiquetas de marcas de moda internacionales, lo que trajo a la luz del gran público las consecuencias desastrosas de la “fast fashion”[1].

Desde entonces, la movilización no se debilita y se mantiene una fuerte demanda para exigir que las marcas acaten cada vez más su responsabilidad. A su vez se incita a los consumidores a que acompañen este cambio a través de sus actos de compra.

Recordemos que la moda que emplea alrededor de 75 millones de personas en el mundo –en que el 80 % son mujeres entre 18 y 35 años– es también la segunda industria más contaminante con consecuencias humanas y ambientales.

Recordemos también que la única razón por la cual se fabrica en Bangladesh es el bajo costo de la mano de obra, porque las infraestructuras son de pésima calidad.

Ya no es necesario demostrar cuál es la urgencia de mantener una vigilancia y pasar al desarrollo de las soluciones alternativas existentes.

¿Qué es la Fashion Revolution? 

A partir del trágico accidente del Rana Plaza, nació un colectivo internacional, Fashion Revolution, por iniciativa de la creadora Carry Somers. Agrupa a una multitud de actores que trabajan en la moda, asociados a un público más amplio, para conducir a esta industria al respeto del medio ambiente y a la valorización de las personas, incluido el tema de una mejor repartición de las ganancias.

El evento epónimo de este colectivo, cuya duración en cuatro años pasó de una jornada a una semana, permite hacerse preguntas interesantes con la puesta en marcha de varias iniciativas e informarse tanto de los daños como de los avances.

Se puso especial atención sobre la transparencia de la cadena de valor.

El hashtag,  #WhoMadeMyClothes, fue ampliamente replicado en las redes sociales.

Una acción simple y visual en la que cada uno pudo publicar una foto de una prenda de su guardarropa para pedirle a la marca que la confeccionó que informe claramente acerca de las condiciones en que se fabricó.

A la inversa, las marcas sensibles y comprometidas en procesos más virtuosos pueden con el hashtag, #ImadeYourClothes aportar informaciones.

La ciudad de París fue uno de los lugares donde la semana de sensibilización estuvo muy activa. Conferencias y mesas redondas, talleres, proyección del filme “The true cost[2] … actividades y encuentros para todos los públicos y todos los gustos.

Se abordó largamente el tema de la complejidad de la cadena de valor

La cadena de valor hace intervenir a un gran número de actores a nivel internacional. Esto acentúa los riesgos y tiene un impacto ambiental importante, entre otros, con el transporte de cantidades de mercaderías que se necesita para confeccionar una prenda.

La agricultura y la materia prima que produce constituyen una primera etapa que conlleva en sí varias problemáticas. El algodón, por ejemplo, utiliza mucha agua como también pesticidas y su curso varía en función de las cosechas.

Sigue el hilado y el telar, luego el ennoblecimiento del textil en que la tintura exige también agua, y energía para calentarla, y colorantes químicos.

Es verdad, la tintura natural se desarrolla cada vez más, pero nunca será industrial a fin de preservar las plantas que sirven como colorantes.

Se agregan todos los accesorios anexos como los cierres deslizables, los botones, los galones… para los que, idealmente, habría que asegurarse de que fueran ecológicos.

Cortar y coser la ropa requiere de mucha mano de obra; ciertos países se industrializaron con la confección ya que genera muchos puestos de trabajo.

Cuando una marca hace una renovación rápida de existencias, no es sin consecuencias, porque implica aplicar subcontrataciones difícilmente identificables. Efectivamente, para responder al pedido, la fábrica con la que trabaja llamará a otras manufactureras (que pueden ser informales).

Finalmente está el transporte y sus camiones tratados químicamente contra los insectos y la putrefacción.

Es aquí donde cobra total sentido volver a lo local para controlar la cadena de producción, pero exige (en lo que respecta a Francia), volver a desarrollar ciertas industrias.

Se plantean muchas soluciones: no producir en exceso para no reducir el stock, trabajar con las materias primas del propio perímetro, educar al consumidor para que espere. Pero también, conocer los talleres de confección, visitarlos, comprometerse con ellos en la entregar de trabajos, pagarles el precio justo, es decir, eso que incluye seguridad para los trabajadores.

La necesidad indispensable de encuadrarse en la ley

En febrero de 2017, la Asamblea Nacional adoptó una ley relativa al deber de vigilancia, bajo el impulso de una gran coalición de ONG y de sindicatos, y del Colectivo Ético sobre la etiqueta.

A partir de allí, las empresas multinacionales, dadoras de órdenes, de más de 5000 asalariados en Francia o más de 10.000 a nivel internacional, tienen la obligación, bajo pena de sanción, de publicar un plan de vigilancia que indique las medidas que toman para identificar y prevenir los riesgos e impactos negativos en el medio ambiente y en los derechos humanos, que su actividad podría ocasionar.

Concretamente, les incumbe verificar los métodos de trabajo de sus subcontratados pero también de instaurar prácticas que les permitan a estas últimas trabajar en condiciones adecuadas. Dejar de presionar por las demoras de producción o por los precios, por ejemplo, incluso si eso implica tomar la opción económica de reducir los márgenes.

Concretamente, esto concierne a 150 multinacionales francesas. Esta ley, dirigida a restringir a las empresas por la ley, aun con sus imperfecciones, ya que se alegó largamente sobre el texto inicial, debe elevarse ahora a un nivel europeo e internacional.

El camino aún parece largo pero hay esfuerzos notables en muchas marcas y emergen nuevos actores. Ciertas marcas destinan presupuestos consecuentes para mejorar sus cadenas de aprovisionamiento, otras corrigen sus procesos cuando se les señala una disfunción. Para otras la eco-responsabilidad es parte importante de su modelo económico. Lo que es cierto es que todas las empresas que se esfuerzan ganan notoriedad por ello.

¿Cuáles son las alternativas para adoptar un comportamiento de compra más responsable? 

Lo que está en la base de esta pregunta suele ser el precio de la moda ética que sigue estando alto.

Aun cuando la oferta sea cada vez mayor y atractiva, la problemática del poder de compra es real. Consumir menos para consumir más inteligentemente es una de las respuestas.

Otra es poner la mirada en lo local e interesarse en los saberes artesanales. Las nuevas marcas que llegan al mercado tienen una historia que contar a la vez que intentan valientemente responder a los estándares del mercado (una moda novedosa, una oferta y un precio accesible).

Y para los adictos a la moda, que les gusta cambiar seguido el guardarropa, existen numerosas soluciones alternativas como el alquiler de ropa, las ferias de segunda mano, el reciclaje, el intercambio o venta de lo propio por internet.

Las escuelas tienen un rol en diversos planos.

El de sensibilizar e informar a los estudiantes para que comprendan todo lo que está en juego y sepan distinguir entre el green washing[3] y la realidad.

Pero también, generar formaciones para enseñar al estudiante lo que implica la creación de una marca de moda responsable (¿cómo y con quién construir su cadena de aprovisionamiento, cuáles son las herramientas de verificación, cómo calcular su impacto en el medio ambiente?)

Para saber más y mantenerse informado: 

Fashion Revolution brinda mucha información y permite descargar Fashion Transparency Index 2017 que reagrupa las políticas, las prácticas y los impactos sociales y ambientales de 10 de las marcas mundiales más grandes de la moda:

About

Colectivo ético sobre la etiqueta, un colectivo de múltiples actores que obran por el respeto de los derechos humanos en el trabajo en el mundo y el reconocimiento del derecho a la información de los consumidores sobre la calidad social de sus compras: http://www.ethique-sur-etiquette.org

Campaña DETOX de Green Peace, su objetivo es quitar los productos tóxicos a los textiles: https://greenpeace.fr/tags/detox.

 

[1] Expresión anglosajona utilizada para designar la rápida renovación de las colecciones de artículos de la moda en indumentaria. El fast fashion se refiere con frecuencia a los productos de precio no muy alto y que no están destinados para que el comprador los conserve de una temporada a otra.

Fuente: http://www.e-marketing.fr/Definitions-Glossaire/Fast-fashion

[2] https://truecostmovie.com

[3] Expresión que designa un procedimiento de marketing o de relaciones públicas utilizada por una organización con el objetivo de darse una imagen ecológica responsable. Casi siempre, el dinero se invierte mucho más en  publicidad que en acciones reales a favor del medio ambiente. Fuente wikipedia.