Por Liana Cirne Lins* | Mídia NINJA | Traducción de Pressenza

No es un mero juego de palabras. Es cuestión de no disimular la violencia contra la mujer.

El miércoles 5 de abril, un crimen de femicidio conmovió a la ciudad de Recife: una joven de 28 años fue violada, torturada y brutalmente asesinada, casi degollada en su departamento por un vecino.

Todavía sin informaciones suficientes sobre el crimen, la prensa local dijo que se trataba de un “crimen pasional” y, como casi siempre, suponiendo (erróneamente) que hubiera algún tipo de relación entre Mirella y el asesino.

Las feministas se indignaron con el enfoque de los medios y exigieron la corrección de las notas. No se trataba de un “crimen pasional” sino de un femicidio.

Como resultado de la presión política, las publicaciones fueron corregidas. Es más: al día siguiente, la cobertura del crimen en los principales noticieros televisivos –que habitualmente explotan al máximos detalles sensacionalistas por el lado más machista posible, muchas veces buscando la culpa del crimen en el comportamiento de la víctima–, hablaron repetidamente de femicidio y destacaron el machismo como la causa del crimen.

Es posiblemente la primera vez que los medios de comunicación locales usaron la expresión “femicidio”.

Aunque la Ley de Femicidio entró en vigor en 2015, sabemos que los medios tradicionales todavía evitan el uso de esa expresión y, por otro lado todavía abusan del enunciado de “crimen pasional”.

¿Pero es posible todavía hablar de “crimen pasional”? En realidad el crimen pasional no tiene fundamento legal desde que el código penal fue reformado en 1940, para suprimir la figura de perdón judicial de los homicidas pasionales. Sin embargo el llamado crimen pasional se mantuvo en la doctrina, a menudo para ejercer la función retórica de justificar el crimen.

Desde la Ley del femicidio, ley nº 13104 del 9 de marzo de 2015, ya no es posible hablar de crimen pasional porque el desvirtuado crimen pasional estaría subsumido en la definición del art. 121 VI del código penal: homicidio practicado contra la mujer por razones de su condición de sexo femenino, estando esa condición presente cuando el crimen implica violencia doméstica y familiar o menosprecio o discriminación a la condición de mujer.

Hay una gran distancia entre el paradigma del crimen pasional y el femicidio, pues mientras el primero busca justificación en la pasión entendida como animosidad fuera de control, el segundo presupone justamente que los crímenes practicados contra mujeres no necesitan motivación, considerando esos asesinatos como crímenes de carácter político, un “terrorismo funcional contra las mujeres”.

Quien participa de la lucha feminista sabe cuánto luchamos para que los medios dejen de usar la expresión crimen pasional y hablen en cambio de femicidio. Pues aunque el sentido del término “crimen pasional” se acerque a la animosidad, el sentido común dado a esa expresión, especialmente cuando es usada por los grandes medios, es la de un crimen cometido por causa de la pasión o el amor que el asesino tendría por la víctima. Sin embargo, como sabemos, esos crímenes no son el resultado de ningún tipo de amor sino del odio, específicamente el odio a las mujeres llamado misoginia.

No es un simple juego de palabras. Es cuestión de no disimular la violencia hacia la mujer.

Es cuestión de atacar el machismo, raíz de la violencia hacia la mujer, especialmente en sus manifestaciones culturales y simbólicas.


*Activista y jurista, profesora de la Facultad de derecho de Recife y de la Maestría en Derechos Humanos de la Universidad Federal de Pernambuco. Fue abogada y militante del movimiento Ocupe Estelita.

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