Por Madonna González Yera

¿Cómo crear un arte capaz de transformar la sociedad? La búsqueda de esta respuesta al interior de la política cultural cubana se convirtió en el centro del debate del espacio La Revuelta, organizado por el Centro de investigación cultural Juan Marinello, en La Habana, Cuba. Con la presencia de investigadores como Rafael Acosta, funcionarios de la UNEAC como Lucia Zamora, entre otros encargados de centros culturales y promotores de la acción comunitaria en el país.

Lo primero es delimitar la naturaleza misma del arte, como producto por esencia transformador, enriquecedor del espacio social. Solo que es importante esclarecer: transformador para qué, por qué y para quién? De esta idea derivamos en el papel históricamente otorgado del arte al servicio de la conformación de una ideología de clase dominante, donde prevalece la manipulación consciente desde los centros de poder del posible impacto de este.

El problema acá radica en cómo continuar haciendo una arte transformador, accesible, sin que se convierta en un ejercicio panfletario, sin contenido o necesidad real, y por tanto deje de ser arte.

¿Cómo se puede llegar a cultivar la espiritualidad, readaptándose a los nuevos contextos y los nuevos medios sin caer en populismos y desvirtuaciones  de los valores estéticos que deben ser difundidos para lograr un crecimiento real?

La política cultural cubana ha transitado desde el absoluto control de la producción y difusión artística hasta un espacio en el que no se encuentran lo suficientemente delimitados lo parámetros del buen gusto. He ahí el problema ante el que se encuentra la organización cultural del país. Se plantea la necesidad de buscar en la base, en la comunidad, el primer espacio de acercamiento para la difusión artística, para la construcción mediante la cultura, del sujeto capaz de enfrentarse mejor preparado al entendimiento social.

Cuba se encuentra hoy, además, ante el peligro de la penetración extranjera, que comienza por la conformación de un  sujeto nuevo, mercantilizado. Este no es fenómeno solo de la propaganda, del mercado, que se va convirtiendo en  centro dentro del debate, sino también de cómo el arte, la cultura en general, pueda reorientarse hacia este espacio, perdiendo la sinceridad creativa.

La respuesta se plantea por sí sola, hay que crear en la búsqueda por lo nacional, lo propio, en un primer momento, para luego universalizarnos, nuevamente, y reivindicar la cultura de todos y para todos. Solo que la forma se complejiza ante el atractivo exterior y la ausencia de productos mejor elaborados desde dentro, sin contar con la pérdida de mecanismos, lo cual hace del cuadro una imagen con matices difusos. Pero contamos con suficiente riqueza como para revertir la situación, solo queda pendiente, cuándo vamos a volver a comenzar a hacerlo?