En el tiempo, el mundo, el continente y el país parecen vivirse oleadas de distinto signo. Actualmente se estaría viviendo un alto dentro de una fase de neoliberalismo furioso preconizada por una derecha política capturada por el mundo financiero antes que por el mundo productivo. Una fase que tuvo entre sus mentores a economistas provenientes de la Universidad de Chicago, que en el caso chileno aprovechó la dictadura del innombrable para servir en una bandeja de plata el modelito que nos rige hasta el día de hoy con algunos aderezos introducidos para limar sus aristas más ásperas. No obstante esas variantes, conserva su esencia, su aroma bajo los cuidados de los múltiples sacristanes que no entienden tanta incomprensión por parte del común de los mortales.

En Estados Unidos de Norteamérica, en la década de los 80, el entonces presidente Reagan fue su impulsor, así como en Inglaterra lo fue la dama de hierro, Thatcher, gran amiga del innombrable. En Chile, este último se encargó de imponerlo a sangre y fuego, aprovechando estados de sitio, toques de queda y caravanas de la muerte, pero tomando la precaución de dejar fuera del modelo a las FFAA, particularmente en lo que se refiere al tema de las pensiones y la salud. Mientras la civilidad estuvo y sigue estando sometida a los vaivenes de las AFP y las ISAPRES, los miembros de las FFAA se abanican al margen de ellas.

A lo largo de todas estas décadas el predominio y peso del neoliberalismo ha sido tal que ha terminado por capturarlo todo, incluso a quienes en su momento lo criticaron, pero que una vez en el poder se vieron inhibidos de aplicar cirugía mayor, por razones que solo la historia sabrá comprender. Lo concreto es que el modelo persiste contra viento y marea, no obstante el creciente malestar que se observa por doquier y que aún no encuentra su cauce más allá de las marchas y las abstenciones en los procesos electorales.

Curiosamente, allí donde el modelo se impuso bajo el alero de los gurúes que pregonaban los beneficios de la libre competencia, de la globalización, del libre comercio se está observando similar desencanto al que se vive por estos lares. Ahora pareciera estarse produciendo un cierre de ciclo para darse inicio a otro que aún no logra visualizarse con claridad.

De tener tan abiertas las ventanas, algunas economías se resfriaron, a otras les dio pulmonía, y ahora no descartan en cerrarlas. Piensan que no es tan malo tener una base industrial mínima aún al precio de algún costo. Es así como en los propios Estados Unidos de Norteamérica parecen haberse hastiado con el libre comercio, los tratados de libre comercio, las rebajas arancelarias. Medidas a las que imputan que se hayan cerrado industrias y trasladadas a terceros países con mano de obra más barata y cuyas exigencias tributarias son más benévolas. El Brexit en Inglaterra daría cuenta de similar fenómeno.

Lo que es para agarrarse la cabeza es que fue la derecha la que impulsó el desmantelamiento de la base industrial, y resulta que ahora es esa misma derecha, la que sale al rescate de esa base industrial y encabeza la cruzada en favor del proteccionismo. Lo expuesto señala que al interior de la derecha conviven al menos dos derechas, aquella más afín al neoliberalismo y asociada al ámbito financiero, y aquella más proclive al proteccionismo, que es la que estaría mostrando sus dientes.

Mientras tanto, la izquierda se encuentra desconcertada, en crisis, pues cuando alcanzó a gobernar no atinó sino a administrar lo que había, en gran parte porque la economía se comió la política, anulándola por completo para convertirla en un instrumento de los poderes fácticos. En Chile al menos, es la que estaría pagando los platos rotos.