Por Rebecca Souza, en Mezquita de mujeres

El título de mi pequeño texto, puede causar extrañeza. La misma extrañeza en la que vivo constantemente cuando me llamo gitana.

Me presento, mi nombre es Rebecca Souza (en la foto), tengo 30 años y soy gitana. Para mí, no existe la identidad de ser gitana: Es lo que yo soy, con pantalones o ropa típica de mi pueblo. También soy feminista decolonial; sí, el feminismo que trata de romper con el eurocentrismo, que dice en la cara de muchas feministas “Yo hablo por mí misma!”

Cuando digo que soy gitana y feminista, la primera pregunta que me hacen es: ¿existe el feminismo gitano?

Sé que en muchos países europeos, donde hay una comunidad gitana más grande, hay un modelo pequeño y tímido de “Feminismo”. Este feminismo es una estrategia de supervivencia que está dando sus frutos, ya que hoy tenemos una Diputada Gitana en Suecia, Soraya Post. Ella no es sólo una gitana feminista, sino que ha sido elegida además por el Partido Sueco “Iniciativa Feminista”.

Digo que el feminismo para las gitanas es una estrategia de supervivencia, porque no podemos olvidar del sentimiento anti-gitano, que es muy fuerte en los países europeos. Al menos siete de ellos tienen leyes estrictas contra personas de mi origen étnico; países que integran la ONU, que lloran a sus muertos de la II Guerra Mundial pero que siguen negando el“Holocausto Gitano”.

Aquí en Brasil y en muchos países de América Latina, la presencia de los gitanos está muy ligada a la mística; explicar a la gente que somos un grupo étnico y no una religión, es siempre un obstáculo que impide ver lo principal: Que somos un pueblo perseguido y que las mujeres estamos en situación de riesgo.

Siempre digo en mis conferencias que la “xenofobia es también violencia de género”: Cualquier mujer de una minoría étnica racial,  se expone a ser violentada en dos ocasiones; por ser de esa minoría y ser mujer. Nuestra ropa se celebra como “la moda alternativa” pero vestidas así se nos impide entrar en tiendas. Nuestras danzas se convierten en espectáculos, mientras nuestros campos se queman.

El fetiche sobre nosotras las mujeres, es fuerte. Mire en su imaginación y, desde luego, Gitana es sinónimo de “Carmen”, la gitana seductora, impertinente, enamoradiza.

Incluso en la cultura popular infantil la sexualización de las gitanas es poderosa. Nótese en la película “El Jorobado de Notre Dame”, exhibida por Disney en 1996. Mientras que las otras princesas tienen una imagen delicada e incluso una virginidad implícita, Esmeralda, la gitana, se muestra como una mujer sensual que seduce y emboba con su danza, haciendo que los hombres santos y píos de la iglesia y todos los “buenos hombres” caigan en el pecado. Toda esta sensualidad en una niña de 16 años– la edad del personaje en la obra de Víctor Hugo.

Siempre digo que Esmeralda es el mayor símbolo de odio contra nosotras, las mujeres gitanas.

Si no hay feminismo gitano, entonces, ¿cómo es que luchan las mujeres gitanas?

De un tiempo a esta parte las mujeres gitanas  se ha organizado y cada vez más se habla de los derechos de las personas. En muchos lugares ya hay “Asociaciones de Mujeres Gitanas” luchando por su derecho a la dignidad. Gitanas como Soraya Post y otras están ocupando cada vez lugares más visibles y comienzan sus textos con “Soy mujer, gitana y feminista”, ya que a partir de esta pequeña declaración, consiguen una revolución.

Yo siempre digo que una puede o no nombrarse feminista, sólo es parte de una visión colonial exigir nombres para luchar.

Me cuesta creer que las mujeres gitanas que denuncian, que luchan, que se visibilizan y abogan por el fin de los matrimonios forzosos para nuestras niñas, por el acceso a la educación, por el derecho a vivir su sexualidad sin “velos de pureza” no estén imbuidas del espíritu del feminismo.

¿Vamos a desmerecer toda esa lucha, sólo porque ellas no leyeron a Simone de Beauvoir? ¿Porque no están en la academia o en las aulas dando cátedra? ¿Qué pasa? ¿Incomoda la feminista cuándo ella lucha “desde afuera”? ¿Cuándo las organizaciones feministas se van a abrir para las mujeres gitanas, musulmanas, indígenas, sin lanzar su mirada colonizadora de “Yo sé lo que es mejor para ti”?

Podemos y tenemos que hablar de la legalización del aborto; pero ¿cuándo vamos a hablar de las mujeres de las minorías étnicas que sufren esterilización forzada en algunos países o no tienen acceso a un tratamiento obstétrico de calidad?

Pues sí, ya es muy difícil en un mundo en el cual ya existen los estereotipos sobre nosotras, ir en contra de una cultura que se inclina cada vez más a favor del patriarcado. Se olvida cada día más, que hay mujeres viejas y sabias, que se reúnen en tiendas, en noches de luna llena. Un sistema que apoya cada vez más al Cristianismo, principalmente en las iglesias protestantes, que se introduce en nuestros campos y demoniza nuestras raíces.

Curiosamente, todxs nosotrxs estamos orgullosos de nuestras raíces, nuestras creencias, porque somos también la gente que cada siglo se reiventa y reafirma.

Decimos “Nuestra patria es donde nuestros pies caminan”.

Para muchas mujeres gitanas, nuestra patria comienza a ser la lucha por nuestros derechos, tenga esta lucha la nomenclatura que tenga.

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Rebecca Souza es una mujer gitana, feminista decolonial. Milita en el norte de Brasil, en la ciudad de Belem do Pará. Lucha por la causa de las mujeres de las poblaciones tradicionales, contra la construcción de represas en los ríos de la Amazonia. Actualmente, es parte del “Colectivo Juvenil Mangueras” por los derechos sexuales y reproductivos y asesora civil de ONU Mujeres.

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