El duque de Westminster falleció hace pocos días a los 64 años. Obviamente, al tratarse de uno de los hombres más ricos del Reino Unido, miembro de la aristocracia muy próximo a la Familia Real, la noticia fue ampliamente difundida por los medios.

Al mismo tiempo, nos hizo recordar una serie de anacronismos y peculiaridades que todavía persisten en la sociedad británica. No se trata de hacer un juicio de valor personal; de hecho, al parecer el Duque de Westminster practicaba la caridad y defendía a aquellos menos afortunados que él. Sin embargo, su muerte ha hecho visibles cuestiones que no suelen ser consideradas por los ciudadanos, más allá de que los afecten dramática y permanentemente.

El sistema feudal

El feudalismo fue una combinación de costumbres legales y militares que floreció en la Europa medieval entre los siglos IX y XV. En términos generales, fue una manera de estructurar las sociedades alrededor de relaciones en las que el uso y tenencia de la tierra era intercambiado por obligaciones y servicios (Wikipedia). En teoría ese sistema ha dejado de existir, pero en Gran Bretaña aún hoy la aristocracia es dueña de casi un tercio de la tierra (Daily Mail) y los británicos debemos pagar impuestos por el derecho a tener una casa, negocio o cualquier otra construcción en esos terrenos. En este caso, el Duque de Westminster era dueño, entre otros dominios, de la mayoría de las propiedades de Belgravia y Mayfair, los barrios más costosos de Londres. Asimismo, ha habido un incremento progresivo en la posesión de tierra por parte de grandes corporaciones, y también pagamos impuestos a ellos, de manera que el feudalismo moderno no es un fenómeno que atañe sólo a la aristocracia.

Herencia por línea masculina

A pesar de tener dos hermanas mayores, es el hijo del fallecido Duque el que va a recibir la herencia a sus 25 años. En el año 2011, la Familia Real modificó este patrón de herencia por línea masculina dando iguales derechos a las mujeres, pero el resto de la aristocracia, de todas maneras, continúa con esta costumbre anacrónica. Aquellos que hayan visto la serie de TV británica Downton Abbey, en la que un pariente lejano se convierte en el heredero debido a que en la familia sólo hay descendientes mujeres, conocerán el fenómeno. Todavía hoy es así.

Impuesto a la herencia para los súper-ricos: los fideicomisos

“El Duque de Westminster podría pagar sólo un 6% en impuestos sobre su herencia de nueve mil millones de libras, un claro ejemplo de la parcialidad de las leyes impositivas en el Reino Unido y de cómo éstas son contrarias a los intereses del pueblo.” (Business Insider)

“Normalmente, las grandes herencias están sujetas a una carga impositiva del 40%. Sin embargo, esta enorme cantidad de propiedades —incluidas 120 hectáreas en Mayfair y Belgravia en el centro de Londres— pasará bajo la forma de un fideicomiso, que, en cambio, sólo está sujeto a un 6% de impuestos cada diez años”.

La cámara de los Lores

En su momento, todos los Pares hereditarios (los Lores cuyos títulos nobiliarios pueden ser heredados) tenían derecho a sentarse en la Cámara de los Lores. Sin embargo, luego de un acta de 1999 el derecho de membresía fue restringido sólo a 92 de estos miembros. Muy pocas son las mujeres en ese grupo, ya que la mayoría de los títulos nobiliarios sólo puede ser heredada por hombres. Hoy en día el resto de los miembros de la Cámara son Pares vitalicios, pero lo que originalmente fuera diagramado para funcionar como una especie de meritocracia que tuviera el objetivo de deliberar y debatir las leyes ya aprobadas por la Cámara de los Comunes se ha convertido hoy en un escándalo de recompensas políticas partidarias y nepotismo.

¿Tiene aún la aristocracia un lugar en las sociedades modernas? ¿Tiene derecho a existir en una presunta democracia una élite por herencia? Al mismo tiempo, debido a que la herencia de grandes patrimonios no es sólo un fenómeno medieval sino además una vía hacia la desigualdad creciente en el dogma neoliberal, también podríamos incluirla en este análisis.

Estas son cuestiones políticas que sólo pueden ser contestadas si nos preguntamos, profundamente, en qué clase de mundo nos gustaría vivir.

Traducido al español por: Mauro Haddad