Empresariado, medios de comunicación y Congreso: la “triple alianza” que derribó a Getulio y Jango, vuelve a unirse para golpear la democracia. Pero el juicio histórico es implacable y su tribunal –a diferencia del Senado– no admite negociados.

Por Guilherme Boulos*/Traducción de Pressenza

El Senado inició el jueves (25) el juicio político a Dilma Rousseff. No será la primera vez en la historia brasilera que se trama la destitución de un presidente sin ningún fundamento constitucional. En 1954 con Getulio, en el 64 con Jango (João Goulart) y ahora con Dilma. Procesos distintos, es verdad, pero todos contaron con una “triple alianza” formada por el acuerdo del empresariado, la parcialidad de la prensa y la cobardía del Congreso.

El 22 de agosto de 1954, los militares liderados por el brigadier Eduardo Gomes, candidato derrotado por Getulio en las elecciones del 50, lanzaron un manifiesto exigiendo la renuncia del presidente y amenazando con tomar las armas. Las condiciones para eso fueron ostensiblemente creadas por los diarios de Carlos Lacerda, alimentando mentiras contra el presidente y envenenando a la opinión pública. En el Congreso, los diputados respaldaron a los militares y clamaron por la renuncia presidencial, alegando que Getulio ya no tenía “condiciones para gobernar”. Dieron la contraseña de apoyo al golpe.

Las brillantes páginas de Lira Neto (1) muestran como, día tras día, la farsa se fue montando con un bombardeo de acusaciones livianas que iban de la corrupción al homicidio, aislando a Vargas y minando su apoyo social. Muestran también el papel de la “República del Galeón” (2), un poder por encima de los poderes que tomó al presidente como objetivo, tal como su heredera “República de Curitiba” (3).

Pero la falta de cualquier evidencia contra el presidente se expresó de modo cabal en el rechazo de un juicio político por la propia Cámara, por “absoluta falta de fundamentación jurídica”. Aunque con una base legislativa ya desorganizada, Getulio venció por 136 votos a 35. El Congreso de la época, aunque cobarde, no llegaba a los niveles actuales de delincuencia. Sin embargo el suicidio de Getulio, con el consecuente clamor popular, atrasó los planes golpistas por una década.

En 1964 las mismas fuerzas se volvieron contra João Goulart. Nuevamente el movimiento fue gestado en los cuarteles con participación decisiva de la “triple alianza”. El disparador fue el histórico (acto conocido como) Comício da Central do Brasil el 13 de marzo, donde el presidente anunció profundas reformas populares. La reacción fue rápida. La oligarquía paulista y los grandes diarios encendieron los ánimos contra la “amenaza comunista”, organizando días después la famosa Marcha de la Familia con Dios, que llevo a las calles una multitud contra Jango.

El golpe fue dado el sugestivo día 1º de abril y saludado al día siguiente por la prensa y el Congreso. Titular de “O Globo”: “Huyó Goulart y la democracia está siendo restaurada”. El “Estadão”, como siempre, fue más lejos: “Victorioso movimiento democrático”. Esa fue la tónica del conjunto de la prensa brasilera.

En el Congreso, el senador Auro de Moura Andrade no esperó ni que los tanques se enfriaran para declarar vacante la Presidencia de la República, con Jango todavía en territorio nacional. La legitimación del golpe por el Legislativo fue completada por el diputado Ranieri Mazzilli que apoyó el Acto Institucional 1, pasando el poder al general Castello Branco y dando aires constitucionales a la dictadura que se iniciaba.

El Congreso brasilero, por lo tanto, tiene la tradición de apoyar golpes. Los pretextos fueron cambiando de nombre con el tiempo: en el 54 era el “mar de barro” o la calle Tonelero (4); en el 64 era el riesgo de la “república sindicalista”; hoy se llama “pedalada fiscal” (5).

Las verdaderas razones están casi siempre ligadas a intereses económicos. En el 54, se trataba de interrumpir el “populismo varguista” que había acabado de duplicar el valor del salario mínimo y nacionalizado el petróleo con la creación de la Petrobras. En el 64, la cuestión era frenar las reformas propuestas por Jango, que hasta hoy siguen pendientes y necesarias.

En 2016, a pesar de la mayor complejidad del juego, la mano invisible también se hace valer. A pesar de las sucesivas concesiones hechas por Dilma tras las últimas elecciones apostando a tener gobernabilidad con la aplicación del programa adversario, el hambre del empresariado y la banca era mayor. La demanda es por un programa de expoliación de derechos que harán que el ajuste de 2015 parezca keynesiano.

El programa de Michel Temer es desmontar la CLT (Consolidación de Leyes del Trabajo), la previsión social y liquidar las inversiones sociales. Se trata de deshacer de una sola vez el pacto de la Constitución del 88 –con su red de protección social– y el pacto lulista de 2003  que incluye la agenda de programas sociales e inversión pública. Un proyecto como ese jamás pasaría el filtro de las urnas. Sólo puede hacerse realidad por la vía golpista.

Por todas estas razones, históricas y actuales, el juicio que se hace hoy tiene las cartas marcadas. Es difícil creer en otro resultado que no sea la cesación del mandato de la presidenta Dilma, por más irrisorio que sea el pretexto de las “pedaladas” fiscales.

Aún así es importante que superemos la visión de corto plazo. Una cosa es el juicio político del Senado que atiende a un clamor inducido, a intereses oportunistas y hasta a negociados. Otra cosa es el juicio que hará la historia. En este último, cuanto más evidente la farsa, mayores serán las chances de que Dilma sea absuelta y que sus “jueces” de hoy sean los condenados de mañana.

Al final, Getulio es visto hoy como uno de los mayores líderes políticos de nuestra historia; y Lacerda no es más que un golpista abyecto. Jango es recordado por su compromiso con el pueblo, expresado en las reformas de base; y los militares que lo destituyeron están marcados eternamente como responsables por uno de los períodos más sombríos de la historia brasilera.

El juicio histórico es implacable, su tribunal no admite negociados. A  los senadores que voten por el golpe, probables ganadores de hoy, les quedará el repudio de las generaciones futuras y un lugar permanente en el tacho de basura de la historia

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Integrante de la coordinación nacional del MTST, Movimiento de los Trabajadores sin Techo

1 Periodista y escritor, biógrafo de Getulio Vargas y otras personalidades.

2 Polémica Investigación de atentado sufrido por el periodista Carlos Lacerda, opositor al presidente Getulio Vargas. Su  nombre se debe a que los interrogatorios, a cargo de la Aeronáutica, se hacían en la Base El Galeón de Río de Janeiro. Se la conoció como “República” por la amplitud de poderes con que contó.

3 Referencia a sectores sociales y legisladores de Curitiba, capital del estado de Paraná, fuertes promotores de las investigaciones a la Petrobras y la destitución de Dilma.

4 Mar de barro: expresión usada en Brasil como sinónimo de “mar de corrupción”, inicialmente usada por Carlos Lacerda calificando el gobierno de Getulio Vargas. Calle Tonelero: lugar en que se produjo el atentado contra Carlos Lacerda en el 54.

5 En Brasil, maniobra que implica uso indebido de fondos públicos.

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