En estos días resuena dentro de mí un discurso que Silo dio en Madrid en septiembre de 1981, hace 35 años, especialmente esta parte que se refiere a la historia de la humanidad: «Aquello que en un principio fue continua lucha movida por las necesidades propias de la vida, luego fue lucha movida por temor y por deseo. Dos caminos se abrieron: el camino del sí y el camino del no. Entonces, todo pensamiento, todo sentimiento y toda acción, fueron turbados por la duda del sí y del no. El sí creó todo aquello que hizo superar el sufrimiento. El no agregó dolor al sufrimiento. Ninguna persona, o relación, u organización quedó libre de su interno sí y de su interno no. Luego los pueblos separados se fueron ligando y por fin las civilizaciones quedaron conectadas; el sí y el no de todas la lenguas invadieron simultáneamente los últimos rincones del planeta.»

Tengo que admitir que cuando leí por primera vez el discurso, no entendía mucho; me pareció un poco maniqueo. Vengo del relativismo de los años 70, y aquellas afirmaciones, aunque fascinantes, parecían un poco simplistas. No hacía mucho tiempo que nos reíamos del tosco maniqueísmo de Star Wars: todos los malos vestidos de negro y todos los buenos de blanco.

Silo parecía hacerla un poco demasiado fácil. Ahora, en nuestros días, me resuena esta magistral descripción: «El sí y el no de todas la lenguas invadieron simultáneamente los últimos rincones del planeta.»

Se sumerge en algo profundo. El discurso sigue: «¿Cómo vencerá el ser humano a su sombra? ¿Acaso huyendo de ella? ¿Acaso enfrentándola en incoherente lucha? Si el motor de la historia es la rebelión contra la muerte, rebélate ahora contra la frustración y la venganza. Deja, por primera vez en la historia, de buscar culpables. Unos y otros son responsables de lo que hicieron, pero nadie es culpable de lo que sucedió. Ojalá en este juicio universal se pueda declarar: “no hay culpables”, y se establezca como obligación moral para cada ser humano, reconciliarse con su propio pasado. Esto empezará aquí hoy en ti y serás responsable de que esto continúe entre aquellos que te rodean, así hasta llegar al último rincón de la Tierra.»

Hubo un tiempo en mi vida en el que me hice cargo de esta responsabilidad, un momento en el que, por un instante sin tiempo, me sentí conectado con la humanidad, conectado con el estado que describe Donne en la famosa frase «La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligada a la humanidad», o Terencio cuando dice «Nada de lo humano me es ajeno». A partir de ese momento me comprometí con el camino del sí; no único, dogmático, pero uno posible, esta era la solución para mi amigo «escéptico» que me acompaña.

En este momento veo los sí y no expresados por la humanidad con más claridad, y he elegido apoyar a todos los pequeños y grandes sí que están apareciendo como pequeñas luces en todos los rincones del planeta. Eso no quiere decir que no vea lo monstruoso en los hechos del fanatismo, la hipocresía, la codicia, que tanto hacen sufrir a pueblos enteros, que condenan al dolor y al sufrimiento a miles de seres humanos sólo por su pequeño y estúpido interés propio.

Pero sé que la no violencia, la espiritualidad, el destino profundo del Ser Humano sabrá superar esta lamentable época, superar los posibles desastres del momento para avanzar en un camino del sí, finalmente, lleno de luz y felicidad para todos.

Yo sé que si retomamos la luz de los ideales, si aclaramos dónde queremos ir y que este andar es de todos, para todos y con todos, no podemos ir por el camino equivocado; el ser humano siempre ha encontrado, en sus momentos difíciles, el camino para la evolución, para la mejora. Y su historia es trágica, desconcertante, pero siempre en crecimiento.