Por cuestiones que no vienen al caso, no pude sumarme ni a las columnas que venían desde las provincias y desde el conurbano hacia los tribunales federales de Comodoro Py, ni a los que hicieron vigilia frente al edificio para mostrar solidaridad y apoyo a la ex presidenta Cristina Fernández en su comparecencia frente al juez Claudio Bonadío por la causa denominada “dólar futuro” en la que está acusada de haber formado parte de una asociación ilícita junto al ex ministro de Economía Axel Kicillof y los directores del Banco Central de la República Argentina. Una más de las fantochadas a las que nos tiene acostumbrado el Juez Federal con más impugnaciones y pedidos de juicio político de la historia argentina.

Fui en un colectivo de línea, para más precisión, un 5. En el cual viajaban, como cada mañana, muchos laburantes, pero también estábamos los laburantes que no íbamos a nuestro lugar de trabajo, sino hasta Retiro para acompañar, agradecer y defender el trabajo y los derechos conquistados en los últimos años.

Bajo una lluvia que insistió durante horas en aguar la fiesta las columnas se arremolinaban frente a los tribunales de Comodoro Py, inaugurando un nuevo espacio de manifestaciones masivas. Del otro lado, el edificio del Estado Mayor de la Armada estaba custodiado por algunos militares en uniforme de combate y casco, asegurando que la “chusma” no pisara el cuidado césped.

Era extremadamente difícil caminar entre esa turba apretujada, cada paraguas abastecía de resguardo a 5, 6 y hasta 7 personas. Había mucha militancia, pero también muchos “sueltos” que elegían acomodarse cerca o lejos de los bombos, según la preferencia y que aprovechaban para sacarse fotos con los diputados, intendentes, Madres de Plaza de Mayo y ex funcionarios que circulaban entre esa masa húmeda.

Un amigo que venía marchando desde Parque Centenario bajo la lluvia, hizo un alto en un Havanna, donde las chicas que los atendieron, les dijeron que «les encantaría poder ir a Retiro, pero que no les habían dado el día», mientras les alcanzaban una bolsa llena de dulces y chocolates para compartir con el resto de marchadores.

Si la citan a ella

“Si la citan a ella, nos citan a todos” decían las pancartas y las camisetas preparadas para la ocasión, convirtiendo a la muchedumbre en partícipes de la asociación ilícita más grande de la historia.

Desde hace algún tiempo la presencia de Cristina Fernández enamora e irrita en proporciones similares, pero se respira en el aire que tras 4 meses de dejar la presidencia se la andaba esperando y tuvo que ser la torpeza de un juez federal la que le permitiera reaparecer de forma fulgurante frente a decenas de miles de acólitos y prácticamente en cadena nacional mediática.

El amigo Julio Rudman lo miró por televisión desde Mendoza y contaba esta anécdota  “Che, ¿toda esta gente no labura?, me pregunta un coso mirando la multitud en Comodoro Py. Le contesté, sin enojarme, como pide Cristina, que los que no laburan son los 140.000 despedidos, estatales y privados, por las políticas de Panamacri y sus secuaces. Le dije que esa gente, la que fue a Retiro desde todo el país, estaba agradeciendo y defendiendo a la mujer que le había dado laburo a esos 140.000 compatriotas que hoy lo habían perdido. Calladito siguió mirando la tele”.

Algo parecido nos sucedió cuando desandábamos el camino recorrido y desalojábamos las inmediaciones de Retiro con el corazón hinchado de alegría y comentando entre unos y otros el mensaje transmitido por la ex mandataria, que simplificaba algo que todos sentíamos como muy complejo. “Yo les digo que no se enojen con su amigo, su vecino, por cómo votó, porque eso nos divide y no sirve, tenemos que estar unidos”, “les propongo esencialmente convocar a un gran Frente Ciudadano. Un Frente Ciudadano en el cual no se le pregunte a nadie a quién voto, ni de qué partido es, ni en qué sindicato está, si es trabajador, si paga ganancia, no se le pregunte nada. Pregúntenle cómo te está yendo, ¿te está yendo mejor que antes o peor? Ese es el punto, reclamar, reclamar por los derechos que les han arrebatado”, “creo que ese Frente Ciudadano tiene que estar creado con el punto de unidad con los derechos perdidos o la felicidad perdida. La patria es el otro ha pasado a ser la patria es del otro”.

Le dábamos vueltas a estas palabras también: “Hay una sensación de dolor, angustia que viven los argentinos, quiero que la gente vuelva a ser feliz, que vuelva a tener libertad. No quiero que una dirigente como Milagro Sala esté encarcelada sin saber de qué se la acusa, sin derechos ni garantías de una democracia. Es importante organizarse, unirse. En cuanto a mí, no se preocupen, ustedes saben que voluntariamente y explícitamente renuncié a tener fueros. Se cansaron de editorializar, publicar, que iba a tener un puesto, un cargo electivo que me diera fueros, no los necesito, tengo los fueros del pueblo” y al hecho de que durante su alocución la lluvia había escampado e incluso antes de la despedida, las nubes habían dejado lugar al sol, como en nuestros corazones renacía la esperanza.

A todos

Llegando a la calle Reconquista, nos paramos un momento frente a un kiosco que muestra una televisión puesta en C5N donde pasaban a CFK “hace instantes”. Éramos unos cuantos, algunos veníamos de la concentración y otros estaban comiendo en la pausa laboral. Tras el resumen, el aplauso fue unánime. Vemos que el kiosquero estaba armando la mesa en la calle con los sándwiches y ofertas suculentas. Un habitué se le acerca y le dice “¿A vos te parece abrir tan tarde?”. “Mirá pibe, estaba defendiendo tu laburo y el laburo de todos, ¿quién me va a comprar estos sándwiches, si no?” le respondió mientras entraba y salía de su reducido espacio comercial.

Fuimos hasta la avenida Córdoba buscando la descongestión de tránsito y algún colectivo que nos acercara a nuestras casas. Mientras esperábamos pacientemente, otra vez el 5, pasa un coche viejo del que asomaba un varón con la bandera argentina y cantaba “vamos a volver, vamos a volver” de manera estentórea. Una persona que cruzaba la calle se me acercó y señalando hacia el auto me dijo “¡Cuánto pelotudo suelto! ¡Cuánta gente enferma de la cabeza!” mientras ahora se señalaba la sien y hacía muecas de fastidio. “Sí, somos muchos” le confirmé, luego se escabulló al galope entre el resto de peatones de la avenida Córdoba.