“Mi desplazamiento es porque vino Sendero a Huancavelica, distrito Ocoya, comunidad de Huanaspampa”. María Teresa Cárdenas Aguilar
Escribe Magali Zevallos
Entre los años 1980 al 2000, alrededor de 600,000 personas se vieron forzados a abandonar sus lugares de origen por la violencia política. Cada una de sus historias tiene un tinte de horror y desesperación por salvar sus vidas y la de sus familias. “Estaba durmiendo y mi perro empezó a ladrar, abrí la puerta y toditos eran militares, bien armados. Me dijeron: ‘tienes cinco minutos para que salgas’. Agarre a mi hijo y salí, no pude agarrar ni siquiera dinero porque me estaban apuntando con el arma, con el miedo ni siquiera pude hablar”, este es el relato de Teodocia Tapara, quien durante varios días tuvo que caminar cargando a su hijo, desde Huancavelica hasta llegar al distrito de Chilca en Huancayo, aproximadamente 147 kilómetros.
Una ráfaga de frases e imágenes quedan en la memoria tras hablar con los sobrevivientes de la violencia política: “Me escape porque mi vida corría peligro”, “vivíamos escondidos en las cuevas, en las chacras”, “militares han llevado a mi comadre y a los dos primos de mi esposo, no se sabe hasta hora dónde los habrán matado”, “había mucha matanza”… Estos son algunos de los testimonios que recogimos en el Lugar de la Memoria de Junín (Yalpana Wasi en quechua). Lugar que se ha convertido en sagrado para las víctimas, quienes deambulan como fantasmas por sus pasillos.
Para los testigos de la violencia política, la pesadilla la encarnan dos bandos: los terroristas y los militares. Y aunque han pasado más de dos décadas de estos hechos sangrientos, “estas personas están como paralizados en el tiempo, estos hechos han afectado gravemente sus relaciones interpersonales”, advierte Jorge Rojas, psicólogo y coordinador regional del Centro de Atención Psicosocial (CAPS).
“Hasta el día de hoy los desplazados sufren graves secuelas económicas, sociales, culturales y psicológicas“.
María Cárdenas era una adolescente cuando Sendero Luminoso llegó a su comunidad de Achapata, distrito de Ocoya en Huancavelica, su padre era teniente gobernador, por ser autoridad fue amenazado por Sendero Luminoso, “pedían cuotas, eran los años 90s, yo y mi hermano el menorcito nos habíamos quedado en la casa, y llegaron los terroristas, empezaron a buscar a mi papá, ‘¿dónde está?’ me dijeron. Me aventaron a la pared, al suelo, me han jalado las trenzas, me han dicho que tenía que callarme, me calle, y seguían correteando ahí en mi casa, me golpearon y me desmayé, cuando desperté al día siguiente estaba llena de sangre, mi abuelo llegó y me dijo: ‘abusaron de ti’”.
Teodocia tiene 55 años, ella encarna la historia del otro lado del sendero, los militares llegaron a su casa, con armas de fuego le apuntaron a la cabeza y le exigieron salir, en cuestión de segundos tuvo que cargar a su hijo y dejarlo todo. “Hemos amanecido arriba, en el cerro, tanto caminar, llegamos y ya amaneció, 5 de la mañana ya, entonces le digo: me cansé, estoy cargando mi hijo, joven ya no puedo caminar, un ratito voy a descansar le dije.
– Me dice: “carajo concha tu madre, camina oye terruca”.
– ¿Qué terruca?, le dije.
– ¿Qué has encontrado.
– No había nada, sino te hubiéramos matado ahorita, me dice.
– Ya pe mátame. Eso sí mátame con todo mi hijo, le dije.
– “Ya calla carajo”, me dice.
– Y me ha dado un sopapo, le aguanté, como están armados, no podía defenderme pues.
– No respetaban ni tu hijo, no respetaba que estabas gestando.
– Le digo: no, no toques por favor, le dije. “Carajo, concha tu madre, sino te mato, sino te dejas, te mato ¿qué tenía qué hacer? Dejarme pues, no, lo que querían hacer, eso era de los militares, el que manda a los comandos, eran tenientes, esos eran los que nos hacían.
En el conflicto armado interno la violencia sexual era un arma de guerra. 4,289 mujeres fueron víctimas de violencia sexual, el 84% de los perpetradores fueron miembros del Ejército Peruano o la Policía Nacional, de acuerdo a las cifras del Estudio para la Defensa de los Derechos de la Mujer (Demus).
“La mujer en el proceso de violencia política han sufrido una gran afectación que las marcó de por vida, porque tanto los agentes del Estado y los subversivos, cuando ingresaban a las comunidades arrasaban con las comunidades, violaban a las mujeres. Era una guerra, una forma de demostrar poder sobre la población. Muchas mujeres han tenido hijos de los famososCabitos, no saben quiénes son los padres de sus hijos”, señala el psicólogo Jorge Rojas.
Lo dejaron todo por salvar sus vidas
En el Perú, el desplazamiento afectó a más de diez departamentos que se encontraban en situación de extrema pobreza. El distrito de Chilca, en Huancayo, es el segundo más grande del centro del país, que reúne al mayor número de migrantes de la zona sur, alberga a más de doce mil desplazados, procedentes de Huancavelica, Ayacucho, Apurímac, Andahuaylas, selva central, entre otros.
El distrito de Chilca en Huancayo, alberga a más de doce mil desplazados.
El Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP), ente rector para la prevención, protección y atención de la población desplazada (Ley N° 28223, Ley sobre los Desplazamientos Internos), afirma que los desplazados hasta hoy sufren las graves secuelas económicas, sociales, culturales y psicológicas; que profundizan su situación de vulnerabilidad, pobreza y exclusión social.
Si bien es cierto que el Estado peruano ha implementado un Plan Integral de Reparaciones, este todavía no alcanzan a las mayorías, el MIMP hasta julio de 2014 había acreditado (reconocido) a 57,000 personas desplazadas por la violencia, lo cual les permite inscribirse al Registro Único de Victimas del Consejo de Reparaciones, aunque las reparaciones a los desplazados tiene una principal traba para las víctimas, pues se exige como requisito que estén agrupados y que formen asociaciones (reparaciones colectivas), no se da de manera individualizada. “Como desplazados los que nos dicen es: ya organícense entre 20 socios. 20 familias formen una asociación y de eso háganme un solo proyecto y luego ya con ese proyecto va a ser su reparación. Ese es un mal criterio del Estado que se juega con nosotros”, dice Mauro Mendoza Amancai, presidente de la Asociación Regional de Desplazados del Centro Perú.
Según el MIMP en el año 2014 el Programas de Reparaciones Colectivas para el Grupo de Desplazados No Retornantes, benefició a 10 asociaciones de desplazados que recibieron hasta S/. 100,000 nuevos soles para proyectos productivos.“Esta situación me indigna, cómo van a reparar al año con 10 grupitos. En el Perú estamos más de 160 agrupados, desplazados entonces ¿van a terminar en 16 años?”, se pregunta indignado Mauro Mendoza.
“Las reparaciones a los desplazados exigen la formación de asociaciones, no se da de manera individualizada”.
Estas familias que dejaron sus casas y sus tierras donde cultivaban sus alimentos, paradójicamente enfrentan la necesidad de tener un techo propio, Edilberto Oré, Vice Pdte. de la Asociación Regional de Desplazados del Centro del Perú (asentados en el Valle del Mantaro), recuerda que cuando llegó a Chilca (Huancayo) él era uno de los pocos que tuvo la suerte de tener donde vivir, “el 99% de la población que se ha venido escapando no han tenido donde llegar y eran quechuahablantes que nunca habían pisado la ciudad”.
Esta situación no ha cambiado para muchos, actualmente hay un Programa de Facilitación al Acceso Habitacional, que todavía no se ha iniciado, solo se realizó un plan piloto en Huamanga, Ayacucho, bajo el programa de ´Techo Propio´ del Ministerio de Vivienda, este plan ha beneficiado solo a 89 familias desplazadas en asentamientos de Huamanga.
“El Estado nos promete que va a reparar, que van a dar trabajo, hasta hora no hay nada, no contamos con capital para hacer un negocio, no tenemos ni hogar para poder vivir”, dice María Cárdenas.
Teodocia, María, Mauro y Edilberto son los rostros de los desplazados del Perú, personas que viven en el anonimato y que están a la espera de que el Estado los repare, ellos encarnan al sector poblacional más marginados e invisibilizados de la violencia política. “¿Hasta cuándo vamos a estar así?”, se pregunta Teodocia: “Nosotros esperamos nuestra reparación, ¿hasta cuándo vamos a seguir luchando?”.