Por Ulises Bosia

Tras los 12 años kirchneristas el campo popular emergió cruzado por una fuerte división a su interior -“k vs antik”-, determinada por las distintas lecturas respecto del kirchnerismo y por las líneas de acción política que en cada caso se derivaron de ellas. La unidad popular como recurso defensivo y ofensivo.

Cuando hablamos del campo popular nos referimos al factor consciente, organizado y activo del pueblo argentino, reunido en distintos colectivos y organizaciones por motivos políticos, gremiales, sociales, culturales, feministas, ecologistas, periodísticos, de derechos humanos o por múltiples razones más.

Son quienes consciente o inconscientemente juegan un papel de contención al avance del poder económico y de potencial germen de acumulación anticapitalista. Esa línea de delimitación se vuelve más concreta en este momento histórico del capitalismo: al campo popular pertenecen todas aquellas experiencias y personalidades que enfrentan la aplicación de las recetas neoliberales en nuestro país.

La unidad popular como recurso defensivo

Sin embargo, en sólo dos meses, esta realidad de fuerte división y polarización fue sacudida por la acción de gobierno del macrismo. Mediante una fuerte ofensiva de carácter empresarial -que venimos analizando semana a semana en esta columna-, múltiples conquistas sociales se vieron amenazadas. Para peor, por el momento puede apreciarse un nivel significativo de consenso social sobre la mayoría de las medidas del gobierno, por lo que el campo popular fue puesto a la defensiva.

Es así como ante la necesidad de defender los puestos laborales de miles de trabajadores y trabajadoras del Estado, sectores sindicales enfrentados durante años empiezan a construir unidad en las calles, lo que seguramente tendrá la oportunidad de expresarse en la jornada de paro y movilización convocada por la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) para el 24 de febrero.

De la misma manera, el vaciamiento del Grupo 23 -que reúne a distintos medios de comunicación- reunió en un enorme festival en Parque Centenario (CABA) a organizaciones militantes del kirchnerismo y de las izquierdas en defensa de las fuentes de trabajo amenazadas.

Y en tercer lugar el encarcelamiento de Milagro Sala en Jujuy fue comprendido por la totalidad del campo popular como un ejercicio de criminalización de la protesta social, por lo que consiguió que en distintas actividades pudieran ondear lado a lado las banderas celestes y blancas y las banderas rojas, algo que hace años no se veía.

De manera que ante la necesidad de defenderse, el campo popular empezó a apelar a la unidad como recurso, algo que probablemente deberá profundizarse ante la continuidad de las medidas de gobierno de tipo empresarial.

La unidad popular como recurso ofensivo

Sin embargo, la unidad popular no es solamente un recurso defensivo. También es la mejor estrategia de acumulación de poder popular.

Entre otras cosas, la experiencia de gobiernos kirchneristas deja como saldo la convicción de que para sostener políticas que afecten a los grandes intereses económicos, es necesario contar con un pueblo organizado y movilizado -o como está de moda decir, “empoderado”- que pueda respaldarlas y exigirlas. La frustración, la impotencia o la tibieza de tantas políticas de nobles intenciones formuladas por el kichnerismo encuentra en esta falencia una de sus explicaciones.

Y no se trata solamente de una unidad en instancias gremiales o sociales, en las calles o detrás de iniciativas puntuales, sino que la unidad popular también debe buscar concretarse en la formulación de un proyecto político general que dispute el gobierno. Es decir, en las actuales condiciones, en un frente o movimiento político que integre la pelea electoral y la disputa en los medios de comunicación como aspectos decisivos y determinantes.

En este sentido ofensivo, la idea de la unidad popular choca de frente con la cultura política predominante en el campo popular, signada por el divorcio entre las tradiciones liberales de la izquierda -minoritarias- y las tradiciones nacionales y populares identificadas con el peronismo -mayoritarias-. Para peor este abismo de hondas raíces históricas fue revitalizado y reactualizado durante la experiencia kirchnerista, por lo que superarlo incluye una transformación y una actitud de apertura política.

¿Es el momento?

Uno podría estar de acuerdo con ambas ideas, la unidad popular para defenderse, la unidad popular para que avance el poder del pueblo. Y sin embargo mirar alrededor y plantearse que por el momento lo que está planteado es la tarea defensiva. Que la ofensiva gubernamental sólo deja espacio para defenderse y que el macrismo está fuerte y seguramente seguirá estándolo por un tiempo, por lo que lo demás se verá más adelante, cuando cambie la coyuntura política.

Es una lectura posible. Sin embargo, vale la pena volver sobre la experiencia reciente del campo popular argentino en los años noventa para orientarse mejor. En aquel tiempo, la resistencia al neoliberalismo parió fuertes organizaciones gremiales y sociales, entre las que se destacan la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) y los movimientos de desocupados.

Sin embargo, sea por la influencia de las ideas que pregonaban la posibilidad de “cambiar el mundo sin tomar el poder” como por la confianza en los sectores políticos de centroizquierda que confluyeron en el gobierno de la Alianza en 1999, ninguna de las expresiones de enfrentamiento al neoliberalismo consiguió construir una herramienta política propia para que el campo popular participe con posibilidades reales de las elecciones y pueda disputar el gobierno.

De manera tal que cuando la Alianza naufragó y se profundizó la crisis política, no existía ninguna opción que surgiera del interior de la resistencia al neoliberalismo y estuviera en condiciones de traducir la resistencia social en el plano institucional. Lógicamente, desde el interior de las estructuras políticas tradicionales fue Néstor Kirchner el que logró hacer una lectura correcta de las circunstancias y consiguió hacerlo a su manera.

Esa característica distinguió la crisis del neoliberalismo en nuestro país de las experiencias vividas en otros países hermanos como Bolivia, Venezuela o Ecuador.

De manera que la experiencia vivida nos enseña que incluso cuando predominan las tareas defensivas para el campo popular, también es momento de dar los primeros pasos necesarios para que surja una opción política con vocación de mayorías y ambición de gobierno, de forma tal que ante un cambio de coyuntura ya exista una propuesta en condiciones de aprovecharla.