Por: Cerix Barragán

Como mencionó Silo con asombrosa precisión: “Las áreas postergadas se alejan cada vez más del crecimiento de las zonas tecnológica y económicamente aceleradas”.[1] Si pudiera tentar un nombre, lo llamaría “Crónicas de una muerte anunciada de los pueblos originarios”; pueblos, que, como Runatullo, sufrieron cambios drásticos, violencia extrema, desamparo del estado, y hoy el olvido de la urbe. Esto no solo se da en esta comunidad, son diversos los poblados que muestran los mismos síntomas.

La Comunidad Campesina de Runatullo, al estar aislada de las zonas urbanas de Junín, Perú, muestra claramente el desfase del avance tecnológico y económico que se da en ciudades como Huancayo o Concepción, generando modificaciones en el comportamiento de las personas, un amplio desfase y desacreditando, cada día más, las débiles estructuras políticas de la zona.

“¿Runatullo? Runa es hombre, tullo es hueso”, me respondió un poblador al preguntarle el significado de la palabra, camuflando en mi ignorancia del quechua mis intentos de conocer más sobre la historia y expectativas de los comuneros. El resultado es el siguiente:

Los pobladores de mayor edad relatan los dramáticos cambios político-económicos que sufrieron en el transcurso de sus sacrificadas vidas. En 1960 toda la zona era propiedad de una familia extranjera, los Valladares; era una hacienda, y como tal, se explotaba hasta el límite a los campesinos, no solo de Runatullo sino de otras 6 comunidades concomitantes. La reforma agraria dictada por Velasco Alvarado en el año 1972 provocó la expulsión de la familia propietaria y dejó todos los terrenos y animales en manos de los comuneros; así nace la SAIS CAHUIDE, una sociedad agraria en que las comunidades campesinas eran dueñas de las tierras y todo lo que estas producían; se asociaron y lograron ser una de las Sociedades más importantes del Perú con más de 100 000 hectáreas en su poder y 30 comunidades afiliadas. Años después, entre 1979 y 1980, llega el lamentable y atroz Terrorismo a la zona, destruyendo todo lo logrado por los comuneros; murieron algunas autoridades en la plaza principal frente a toda la población solo como acto demostrativo del horroroso poder que tenían los terroristas. Tanta fue la crueldad y el anarquismo impuesto por este grupo de extrema izquierda que el 9 de enero de 1982 los pobladores de Runatullo y una comunidad vecina se alzaron en armas y los enfrentaron durante dos años. “Nos sublevamos, joven; así muriéramos algunos, no podíamos aguantar tanto maltrato”, comentó un campesino. Después de esta dura época no pudieron volver a formar sociedades agrarias.

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“Una característica de la crisis es que se incrementa la información y se desplazan personas y bienes.” Silo.

Pasan los años y la concentración económica en el país se hace más evidente. Para la gente de campo, quien vive de sus cosechas y los animales, solo les queda dos caminos: migrar a la ciudad a probar suerte o quedarse y sobrevivir como puedan. Los jóvenes, hijos de estos campesinos, optan por lo primero. ¿Será su ímpetu?, ¿su sed de aventura?, ¿miedo a quedarse y relegarse?, ¿ganas de superación? Tal vez todo eso y más, pero no vuelven. “De cien amigos que se van, regresa uno para vivir”, me comentó un joven de escuela. Mientras, la suerte de los ancianos está dada, quedarse a cuidar lo poco que les queda, soportar las inclemencias de un clima cada día más duro e impredecible y esperar, esperar a que un tercero venga con alguna opción, el estado, ONGs, empresas privadas o la muerte.

“Al lado del crecimiento tecnológico y la aceleración del ritmo de vida la participación política disminuye, el poder de decisión se hace remoto y cada vez más intermediado.” Silo.

Y entre los que se quedan y los que se van, están los adultos, que, lastimosamente, demuestran un analfabetismo político, a lo cual se encargan de sumar el egoísmo y el auto sabotaje que realizan como si fuera un deporte local, y sacando dinero de cuantos proyectos tengan a su alcance. Este es, creo yo, uno de los más grandes logros del neoliberalismo, la ruptura del tejido social en sociedades que pocos años atrás contaron con buena calidad de vida, alto nivel de educación, centros de salud bien equipados y con buenos profesionales, además de comida y techo seguros gracias al trabajo en cooperación, cuyo factor en común era la solidaridad que garantizaba el desarrollo de todos, desde los pastores hasta los gerentes. Si antes les explotó en la cara lo peor del pensamiento socialista, hoy en día los corroe lo peor del capitalismo individualista. Si el terrorismo acabó con las cooperativas y las SAIS, el neoliberalismo acabó con el tejido social y la confianza entre los propios paisanos.

[1] SILO: Cartas a mis amigos – Sobre la crisis personal y social en el momento actual. Segunda carta.