Por Juanma Rodríguez

Viví el atentado de las Torres gemelas de New York en directo por televisión, desde el minuto cero. Recuerdo perfectamente dónde estaba en el instante que salieron las primeras imágenes por la T.V.. No haré más comentarios, pero aún siento, al recordarlo, el dolor en la memoria colectiva de la humanidad.

Me enteré del atentado en París un par de días después de que sucediese. El ruido de los medios de comunicación llegó a todas partes: 129 muertos, más de 350 heridos.

Observa…

Te propongo un viaje, por una simulación mental en 3D, al caos.

¿Preparado?

Una baraja con 129 cartas. Una mesa vacía, lisa y tú sentado delante de ella. Extiendes la baraja sobre la mesa. 129 cartas boca abajo, inertes, sin vida. De entre ellas ves surgir bultos, oscuros, densos. Los autores materiales de los hechos.

A su alrededor se elevan formas tan oscuras y densas como las anteriores. Policía, políticos, medios de comunicación, opinión pública. Los acorralan, más disparos, más muerte. Más cartas boca abajo sobre la mesa.

Las formas crecen como montañas, oscuras y densas. Gobiernos, naciones, continentes… en pie de guerra clamando venganza. Bombardeos contra más formas oscuras y densas. Más muertos, más cartas boca abajo sobre la mesa.

El campo de batalla te lleva al origen. Irak, Siria, Oriente Medio. Tú, sentado cómodamente delante de la mesa, observas atentamente. Ves poblaciones humanas y territorios devastados por la guerra. Isis, el Estado islámico, los demonios asesinos. Parece que el objetivo a destruir está bien definido. Te lo ponen delante de las narices todos los medios de comunicación.

Ahora observa. Aparecen más moles enormes, densas, oscuras:

-Intereses económicos (petróleo), por todos los medios intentan apoderarse de la riqueza de estos territorios y de sus gentes.

-Industria de armamento. Fabrica y vende armas al mejor postor.

-Intereses religiosos por ambas partes confunden y manipulan poblaciones enteras.

-Intereses estratégicos de gobiernos de países lejanos que se juegan el mundo a los dados en una guerra sucia no declarada. Distribuyen armas según su interés…

-Gobiernos locales, corruptos, títeres, colocados por los anteriores. Sometiendo durante cientos de años a las poblaciones humanas locales. Caldo de cultivo para los autores materiales de los hechos.

Muerte, hambre, dolor, desesperación. Más cartas boca abajo sobre la mesa.

Ya no son 129. Son miles, cientos de miles a lo largo de todos estos años.

La mesa está completamente teñida de sangre, mientras las formas descomunales oscuras y densas aparentemente ajenas a ti, se pelean entre ellas por los despojos.

Ahora te observas a ti. Sentado cómodamente frente a la mesa. Observas tu forma de vida, cómoda y fácil, con toda serie de lujos y comodidades. Agua corriente en casa, agua caliente en la ducha, supermercados repletos de comida a tu alrededor.

Tienes coche, casa, una cuenta en el banco, médicos, hospitales, ejércitos que te protegen de lo que estás viendo… No pasas frío, no pasas hambre, no pasas miedo. Te sientes libre, seguro y agradecido. Tan solo tienes que pagar un pequeño precio: la esclavitud… Y el permiso tácito no declarado a todas esas formas oscuras, densas sin forma, que manejan el caos en el mundo y prometen mantener el estado de bienestar en el que vives.

No te han leído las condiciones del contrato. ¿Para qué?. Aceptas sin levantar la voz, no vaya a ser que pierdas tus comodidades. ¿Quién quiere estar sobre la mesa o como una carta boca abajo?. ¿Qué puedes hacer? Te sientes insignificante e impotente.

Las formas oscuras y densas han traído el caos y el terror a las puertas de tu casa.

Vuelves al principio.

París, 129 cartas boca abajo sobre la mesa inertes, sin vida.

Hasta ahora solo habías observado el caos desde la distancia. Ahora sientes el miedo en tus carnes. Las formas oscuras y densas del caos te piden tu consentimiento para arrasar al caos con más guerra, más caos. El caos se devora a sí mismo. Te amenazan, usan el miedo, el terror, recortan tus libertades, te manipulan y controlan con sus medios de comunicación. La próxima carta sobre la mesa puedes ser tú o alguna persona querida.

Fin de la simulación…

Casi seguro que me he quedado corto en esta simulación. Es probable que la realidad supere a esta ficción. Mi capacidad imaginativa no da para más.

Por último, lo que viene a partir de aquí son mis opiniones personales. Por muy bien intencionadas que sean no tienen en absoluto por qué contener ninguna verdad.

Ni siquiera el atentado de las Torres gemelas de New York me sacó del sueño profundo. Pensaba, en su momento, que esas cosas pasaban lejos y no tenían que ver conmigo.

Aún a pesar de lo que veo ahora, es menos doloroso seguir pensando que esas cosas pasan lejos de mí, que yo no tengo nada que ver con eso, que no tengo ninguna responsabilidad en lo sucedido.

¡Pobre ingenuo!.

Intento no hacer juicios, solo ver la realidad tal y como es. No busco culpables, ni víctimas. ¿Todos somos ambas cosas…?, con todos mis respetos a los familiares de las victimas de París.

Debo reconocer con tristeza que hasta hace bien poco no tenía una posición definida sobre la no violencia, sobre la no guerra. El sistema parece inducirte a creer que “el fin justifica los medios”.

Después de la simulación no me queda otra que decir ¡NO, no con mi permiso!. Tiene que haber otra forma.

Creo que tan solo hemos de buscar en el verdadero origen de todo esto. ¿Puede que esté en lo más profundo de nosotros mismos?.

No puedo cambiar lo que sucede ahí fuera, pero sí puedo observar y quizás cambiar lo que sucede dentro de mí…

Llegar a ver esto, solo ha sido posible gracias a que desde hace ya mucho tiempo, he desligado mi atención de los grandes medios de comunicación. Ya no les creo. Les observo y veo algunas de sus grandes mentiras.

Pongo mi esperanza en los despiertos, quizá entre todos podamos cambiar y terminar con esto.

Quiero pensar y creer que todos somos uno.

Me gustaría poder sentirlo con más fuerza.