Colombia Informa. En las negociaciones de las FARC y el ELN con el Estado las reivindicaciones sociales, económicas y políticas tienen un techo, analiza el periodista Manuel Restrepo, y propone que esos límites sean superados con la participación de la sociedad. El rol que debe jugar la recientemente aununciada Mesa Social para la Paz.

La Mesa Social para la Paz se instaló formalmente como un escenario de unidad de múltiples luchas sociales. Surgió como resultado de la articulación de iniciativas de construcción de paz desde las regiones y se configuró a partir de las necesidades y demandas de la sociedad colombiana que sistemáticamente ha sido excluida de las agendas del estado y marginada de las decisiones políticas.

La Mesa Social recibe el mandato de poner en marcha una plataforma de iniciativas orientadas a crear poder popular e intervenir en la construcción de paz con sentido de justicia y dignidad. La Mesa es, en sí misma, un ejercicio de democracia participativa consolidado desde los territorios y los escenarios de las luchas sociales locales.

La Mesa Social para la Paz encarna la realidad material de la paz como una bandera histórica de los movimientos sociales y populares. Sus contenidos son el resultado de una unidad de propósitos de cientos de organizaciones sociales y populares agrupadas en la franja contraria al bloque de poder dominante. El mandato que recibe la Mesa es producto de la elaboración y mezcla de los modos de acción, organización y convivencia de las gentes olvidadas y excluidas de la vida política nacional. Los esfuerzos organizativos de cada organización que converge en la Mesa han resultado de mingas, movilizaciones y congresos realizados a lo largo de la última década de luchas, que en los territorios se han forjado en medio de estigmatizaciones, persecuciones, bombardeos y crímenes sostenidos por una política de terror sin tregua que ha combinado todas las formas de barbarie para mantener vigente la eliminación política de sus adversarios o el simple exterminio de toda agrupación con sentido comunitario.

Ni concesión ni claudicación: escenario de disputa

Las organizaciones que conforman la Mesa Social, en amplia mayoría, han padecido los efectos de las judicializaciones a líderes y dirigentes, los destierros y la amenaza constante para ponerlas en huída a favor de acelerar los despojos y privatizaciones a manos de trasnacionales y mafias de poder local. Muchas son sobrevivientes del terror, pero ahí están, creen y sueñan la Paz.

La trascendencia de la Mesa Social está justamente en la voluntad política de paz de quienes han dado este paso de unidad en torno a llevar a debate y convertir en punto central de la agenda las causas del conflicto social y la implementación ciega del modelo de economía destructiva del capitalismo neoliberal, que no cesa de empobrecer y obstaculizar la realización de los derechos conquistados.

Para la Mesa Social la paz no es entendida como una concesión del régimen político existente, ni como claudicación de la lucha popular, si no al contrario: es asumida como el nuevo campo de lucha y convocatoria política para construir poder popular y propiciar transformaciones estructurales, a la vez que poner en evidencia los intentos del gobierno por imponer una paz funcional a la acumulación capitalista que necesita extenderse y copar territorios para ahondar y acelerar el ritmo de destrucción del entorno natural y de la existencia humana con dignidad.

La Mesa Social es complementaria, pero no dependiente, de las mesas de conversaciones con la insurgencia en La Habana y en el proceso preliminar con el Ejército de Liberación Nacional -ELN-. Esas instancias centran las negociaciones en una agenda en la que las reivindicaciones sociales, económicas y políticas tienen un techo, que debe ser superado con la participación de la sociedad que se une en torno a nuevas demandas que permitan la construcción de la vida con dignidad y respeto por el sentido plural, diverso y soberano de las distintas regiones y culturas.

En esa idea de multiplicidad y constatación empírica de que, efectivamente, los seres humanos tenemos que ser libres e iguales y de que el poder emana del pueblo, confluyen el campesinado que ha ido recobrando su papel histórico de lucha, los pueblos indígenas que ratifican sus sistemas de vida con la Minga, los pueblos afro en sus cantos por el reconocimiento pleno, los trabajadores energéticos e industriales, las mujeres, los jóvenes, las plataformas sociales como la coordinadora de movimientos sociales, las redes de paz y de universitarios, las comunidades eclesiales de base de todas las religiones y sectores políticos asociados a la defensa de la soberanía, la democracia real y los bienes públicos.

La Mesa Social busca reafirmarse como una fuerza transformadora y contrahegemónica, que basa su capacidad en la acción decidida de las masas y sectores populares para realizar la doble tarea de poner en marcha su potencia creadora de poder popular y de defensa ante la arremetida de sectores del capital y del poder mafioso, que no dan muestras de abandonar las lógicas de guerra que los sostienen en el poder.

La Mesa Social ha llamado al gobierno nacional a entenderla como un actor colectivo con el que debe entrar a debate para tratar la agenda del conflicto social y con el que puede contar para construir una paz con justicia social, soberanía y democracia real, en la Colombia que habitan varios millones de víctimas del capital y del terror. Son esas mismas víctimas quienes encuentran en la dignidad su mejor aliada para tejer solidaridad y llenar las calles y los campos del país con sus demandas por un presente y un futuro con paz y derechos.


* Manuel Humberto Restrepo Domínguez es escritor, periodista y profesor de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia