La violencia nunca es suficiente, nunca dice basta. La violencia nunca alcanza, siempre necesita más. La violencia nunca satisface su sed de sangre, nunca termina su trabajo. Porque esa es su misión, no darle fin a la necesidad, no ponerle freno al dolor, no romper las cadenas del odio, no liquidar el sufrimiento.

Por eso no puede haber una solución violenta a la violencia. Entonces, nos preguntamos, ¿cómo vamos a acabar con la violencia?

Todas las respuestas parecieran carentes de sentido entre el humo y la metralla, escondido en los refugios para asaltar las vallas, para trepar a los trenes, los cayucos, las panzas de los aviones. Parecieran inofensivas frente a los ultrajes, frente a las desigualdades crecientes, frente a las doctrinas deshumanizantes. Seguramente sean insuficientes frente a la propaganda mediática de enseñoreo de la violencia, de naturalización, de planificada defensa y exaltación.

Pero que vivamos el paroxismo de la violencia desenfrenada, quizás pueda ser leído como su llegada a la cima y solo le reste una cuesta abajo de popularidad.

Porque no podemos seguir masacrándonos porque mil familias controlan los negocios más lucrativos: la guerra, el hambre, la usura, el monopolio de la palabra, de la producción, del ocio, de la fe, de la energía y la salud. No podemos seguir dependiendo de satisfacer sus oscuros deseos.

Asco

Pero cuando hablamos con nuestros amigos, con nuestro entorno, descubrimos que también se extiende el rechazo hacia la violencia. Hacia la explotación infantil, hacia la pedofilia, las matanzas, las discriminaciones, la corrupción, la falta de valores, la indiferencia, el maltrato animal, el acoso, las mentiras… Podríamos extendernos en la enumeración y sin embargo tampoco sería exhaustiva. ¿Alcanza con el rechazo? ¿Es suficiente para actuar de manera noviolenta?

¿A quién le exigimos que nos defienda de la violencia? Porque está bien, nos pueden defender de ciertas agresiones que vienen del exterior, del afuera, ¿y qué pasa con la violencia interna? ¿Con la que viene de adentro? Porque el mayor problema es que es violencia interna se reproduce en lo social, lo familiar, lo cercano. Y se reproduce en la elección (o la no elección) de valores y convicciones.

La ley del más fuerte, del más grandote, del que pega primero. La fascinación del éxito a cualquier precio. Si no nos sacamos de encimas esas ideas difícilmente podamos dar un salto como especie y sobrepasar la etapa de la violencia.

Tenemos que aportar a esa transformación social desde la transformación personal, no hay otra.