La consigna #BastaDeFemicidios convirtió a la Plaza Flores en un ritual de encuentros y rabias colectivas. Amancay Diana Sacayán fue recordada por una multitud, que pidió justicia por el femicidio. «Si nos quieren seguir matando nos van a tener que matar a todas», dijo la actriz Julia Amore, responsable del Programa de Diversidad Sexual del INADI.

Por Roxana Sanda para Infojus Noticias – Fotos de Pablo Dondero

Diana quería flores. Siempre lo decía, en chiste o sugiriendo un acto de amor sutil de quien la escuchara, porque era demandante en los afectos –su amiga y compañera de luchas, Lohana Berkins, lo recordó esta semana en las anécdotas de los besos que robaba a destajo- y en la alegría. Quizá por esa fortaleza iluminada que llevaba en la sangre, el siluetazo para honrarla y gritar con el alma la consigna #BastaDeFemicidios convirtió la tarde de sábado en un ritual de encuentros y rabias colectivas enlazados por una multitud, que por momentos convirtió a la Plaza Flores en un abrazo a cielo abierto.

Amancay Diana Sacayán, la activista, la referente, la periodista, la dirigenta, la que desnudaba el mapa de cicatrices que tajeaban su cuerpo –viejas heridas de otros odios de género- deploraba sentarse “en la comodidad de la sapiencia”, como decía cada vez que le ofrecieron algún cargo de escritorio porque consideraban que ya no había necesidad de andar metiendo las patas en el barro. Proclamó, sí, que las travestis “no somos peligrosas. Estamos en peligro”, una frase que se vio en pintadas a trazo grueso junto con otra que afirmaba: “Mi amor no mata. Tu odio sí”.

“¿Quién pudo haberla matado? No lo sé, pero no tengo dudas de que fue un crimen político”. La periodista Alejandra Benaglia, integrante de Red Par y de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género (RIPVG) dice que se descubrió el crimen de Diana “supe que no fue casual y espero que esta cosa de muertes ejemplificadoras no nos detenga, pero a mí me flota esa sensación de miedo del ´Si nos tocan a una, nos tocan a todas´. Nos va a costar mucho levantarnos de este femicidio, sumado a los nueve que ocurrieron en los últimos días y a todos los que se vienen produciendo”. Adriana García, de la Campaña Abolicionista, confirma que “lo peor es que más allá de cómo lo quieran hacer pasar ha sido un disciplinamiento para el resto, es una muerte que busca instalar el temor, la sensación de que no vamos a poder llegar a ningún lugar”.

El fiscal Matías Di Lello, a cargo de la causa, dispuso investigar en conjunto con la titular de la Unidad Fiscal Especializada en Violencia Contra las Mujeres (UFEM), Mariela Labozetta, y ordenó que se trabaje según los protocolos de la Guía de actuación para las Fuerzas Policiales y de Seguridad federales para la Investigación de Femicidios. “Estamos en un punto histórico. Las organizaciones de diversidad sexual habíamos exigido que se encuadrara la investigación como travesticidio, pero también quedó demostrado que aunque a Diana quisieron silenciarla no lo lograron porque siguió militando desde su propia muerte: por primera vez se utiliza el protocolo de femicidio por una compañera trans” explica su amiga, la actriz Julia Amore, responsable del Programa de Diversidad Sexual del INADI.

“Antes no se les prestaba atención a los crímenes de odio contra nuestro colectivo; las compañeras se morían y ni siquiera había familiares que reclamaran el cuerpo, mucho menos exigir justicia. Hoy la exigimos porque estamos hartas de tanto femicidio y travesticidio”, precisó. Los anteojos de sol, enormes, le ocultan el llanto. “Por un lado el orgullo de estar marchando en su nombre y por otro la bronca y el odio que me genera que hayan querido callarla.” Amore y Sacayán se conocieron al inicio del proyecto El Teje, surgido del Área de Tecnologías del Género del Centro Cultural Rojas, con Paula Viturro y María Moreno.

“Compartimos caminos y batallamos juntas muchas cosas –continuó-. Pero hoy podemos concluir que las femineidades estamos siendo blanco de violencia al máximo de su expresión, que son los crímenes. Digo femineidades porque hay mucho rebrote de violencia apuntado a la mujer y a las mujeres trans, que creo tiene que ver con los logros obtenidos en los últimos tiempos, y si bien existe una normativa igualitaria y leyes que nos contienen y amparan, hay una tarea vinculada a lo sociocultural, que es lo más difícil de modificar en el cotidiano”. Y concluyó, con tono firme: “Aquí estamos poniendo el cuerpo por ella y para decir que lo vamos a seguir poniendo hasta último momento. Si nos quieren seguir matando nos van a tener que matar a todas, y van a tener que hacer un esfuerzo muy grande para lograrlo.”

“Machismo más discriminación es muerte”

Es el cuarto “Siluetazo” en lo que va del año. El primero se realizó el 21 de marzo por Daiana García, una adolescente que fue a una entrevista de trabajo en Palermo y apareció en la calle Llavallol asfixiada y semidesnuda en una bolsa de arpillera. En mayo se convocó por Chiara Páez, de 14 años, embarazada de dos meses y asesinada a fierrazos por M., su novio de 16, con la ayuda de sus familiares. Días después, la abogada Gabriela Parra moría acuchillada a manos de Alejandro Bajeneta en una confitería de Rivadavia y Avenida La Plata. Rocío Fernández Collazo y la historietista Cecilia “Gato” Fernández junto con otras mujeres impulsaron los dibujos de contornos sobre el asfalto para hacer visible las ausencias de esas mujeres pero también para denunciar que sus muertes exponen la violencia sistemática de un poder heteropatriarcal que oculta sus crímenes en la falsa privacidad de lo doméstico.

“Lo que sucedió con Diana ratifica el patriarcado”, advierte la periodista Miriam Bobadilla, del área de Niñez, Adolescencia, Género y Diversidad de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad. “Cuanto más derechos tenemos las mujeres, más conciencia social sobre nuestros cuerpos, sobre lo que podemos hacer, mayor es la fuerza y el golpe de los machistas para que nos callemos”.

Entre todas las performances, la consigna del #NiUnaMenos encarnó un protagonismo impetuoso durante la marcha que rodeó la plaza, y siguió estampándose en afiches y en los torsos desnudos hasta llegar al edificio donde vivía Diana, en Rivadavia al 6700, corazón de Flores, para cruzar la fachada con un gran cartel que mantiene vivo ese reclamo. Por unas horas, mujeres, niñas, niños y varones hicieron trizas el ritual algodonado de las compras del día de la madre, al grito de “¡Señor, señora, no sea indiferente, que matan a travestis en la cara de la gente!”.

Esta semana, la Presidenta pidió colaboración “a las fuerzas de seguridad nacional y metropolitana para esclarecer el terrible crimen de Diana”. En 2012 le había entregado el DNI con su identidad de género; conocía el valor de esta líder insumisa del Movimiento Antidiscriminatorio de Liberación (MAL), aquella que interpelaba hasta a las piedras. Única, daba pinceladas magistrales aún en los segundos de alguna charla accidentada por el codo a codo de las movilizaciones. Remarcaba entonces que “Machismo más discriminación es muerte”, como un ayuda memoria “para que nunca nos corran por izquierda, porque saben que las personas travestis siempre dimos batalla y la seguiremos dando”.

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