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Debido a las profesiones por las que he pasado en mi vida, me he visto obligado a realizar operaciones numéricas simples por lo que estoy acostumbrado a multiplicar y dividir con decimales, reglas de tres y a cálculos matemáticos sencillos. Pues bien, siempre observo con sorpresa que las personas que tengo delante, miran con asombro como realizo estas operaciones y siempre me dicen lo mismo: “Espere que lo hago con la calculadora del móvil” o “¿No tiene una calculadora?” Y también les digo lo mismo siempre: “No me hace falta, ¿Vé? Ya he terminado, no quiero olvidarme de las cuatro reglas básicas”. No deja de sorprenderme que la mayoría de los interlocutores me confiesa que ya se han olvidado de hacer una división, o una multiplicación con decimales.

Este es el efecto de las calculadoras, nos está convirtiendo en analfabetos de las matemáticas.

No menos intrigante me parece el impacto de Google en nuestras mentes. Hace tiempo relataba en esta página la experiencia con mi hijo muy joven y adolescente en aquella época. Me preguntó una vez sobre Franco y la conversación fue más o menos así:

—¿Papá quien fue Franco?

—Hijo fue un dictador que gobernó España durante 36 años.

—¿Quien lo eligió

—No lo eligió nadie, tomó el poder por la fuerza, era un militar que se levantó en armas y derrocó al Gobierno de la República democrática que existía en aquel momento en España

—Pero si no lo eligió nadie…. ¿Cómo es posible que gobernara España 36 años seguidos?

—No es tan fácil, ejercía el poder de forma despótica y utilizaba la policía y el ejército para reprimir las protestas del pueblo

—¿Cuantos policías había en España entonces? ¿Qué decían los demás países de Franco? ¿Qué pasaba con las autonomías cuando gobernaba él.

Y así una retahila de preguntas, una detrás de otra, que suponen un esfuerzo intelectual considerable para dar respuestas sintéticas para no aburrir aquella inquieta y ágil mente de un muchacho de unos 12 o 13 años de edad.

Hacía las preguntas sin darme un respiro y sin cuestionarse lo que estaba explicándole, por lo que llegó un momento en el que me di cuenta de lo que estaba pasando y le dije: “Hijo, no soy Google” Para a continuación tratar de establecer un diálogo con él, que sirviera no sólo para que “absorbiera” la información que le estaba dando, sino que también le sirviera para reflexionar sobre lo que estábamos hablando.

Consciente de por donde iba el futuro, siempre le he facilitado el acceso a los ordenadores y a internet, y no me arrepiento de ello. Esto no le ha coartado su relación social, al contrario se la ha facilitado y no se ha convertido en un friki encerrado en casa jugando todo el día a matar marcianos. Sin embargo sí he observado en él y en sus coetáneos que efectivamente quieren toda la información sobre lo que sea, y la quieren ya.

Lo que rige el mundo de la información es la inmediatez. Ahora obtener información sobre algo es tan sencillo como teclear una palabra en el ordenador e inmediatamente se nos despliega todo un mundo de datos en la pantalla.

Adiós a los vendedores de enciclopedias que ya hace muchos años que no llaman a nuestra puerta para ofrecernos el saber enlatado en cómodos plazos de felicidad. Adiós a todos los libros de divulgación científica, hoy todo está en la nube.

Einstein dijo en una ocasión “Para qué voy a memorizar algo que puedo consultar fácilmente en un libro”, insinuando con esto que prefería ocupar su capacidad cerebral en razonar y pensar más que en almacenar datos.

Esta supuesta dialéctica entre la memorización y el razonamiento, también llegó a la enseñanza y en estos momentos ignoro si se ha resuelto.

Desde mi punto de vista, esta oposición entre memoria y raciocinio no es correcta. La mente no puede trabajar con datos, si estos no están presentes en la memoria.

Precisamente es la capacidad de relacionar esos datos, lo que creo que constituye la inteligencia. Cuanta más información tengamos sobre algo, mejores análisis y mejores conclusiones sacaremos sobre ello. No creo que haya que despreciar la memoria y reducirla a un símil de disco duro interno en el ser humano.

Precisamente se ha observado que las personas superdotadas, se caracterizan por tener una memoria prodigiosa y una capacidad lingüística extraordinaria, algo que en principio no tendría que ver con el campo del razonamiento puro.

Pero no nos desviemos del tema. El fin de este artículo es informar de un estudio que ha hecho la empresa Kaspersky sobre los efectos de internet en la mente humana.

En el estudio realizado a nivel mundial, se observa que los humanos actuales usamos los móviles como una especie de disco duro externo de nuestros cerebros, para evitar el almacenamiento de datos en nuestra mente.

Más de la mitad de los encuestados europeos adultos, no recordaba los números de teléfono de sus hijos, ni de su trabajo, sin mirar sus teléfonos móviles. Cerca de un tercio no fueron capaces de recordar el número de su pareja.

El 91% de los estadounidenses encuestados admitieron su dependencia de internet y de los dispositivos como una herramienta para recordar datos como una extensión de su cerebro. Igualmente el 79,5% de los europeos admitió el uso de internet como una consulta o repositorio de referencia universal.

Toda la información que antes teníamos que memorizar o buscar en los libros, ahora se encuentra a unos pocos clics de distancia. La gente no tiene tiempo de realizar consultas en bibliotecas. El 61% de los encuestados europeos, dijeron que necesitan respuestas rápidamente y simplemente no tienen tiempo, para buscar en libros o enciclopedias.

Además en el mundo hiperconectado actual, necesitamos recordar muchos datos para acceder a los lugares donde está depositada la información. Cuentas, usuarios, direcciones, contraseñas, números PIN, etc. Así que aunque quisiéramos no podríamos acordarnos de todos estos datos que nos permiten acceder a la información de internet.

Esto nos plantea un segundo problema, y es que nuestra información personal no está, en ocasiones, muy bien guardada y protegida

El estudio realizado por Kaspersky Lab. dice que las mujeres a menudo aseguran todo menos que los hombres.

De los encuestados a nivel mundial, más del 51% de los americanos y el 40% de los encuestados europeos (especialmente las mujeres y las personas más jóvenes) afirman que para ellos la pérdida o divulgación de los datos almacenados en los dispositivos digitales y los teléfonos inteligentes, en particular, les causarían inmensa angustia. Del mismo modo por encima del 25% de las mujeres encuestadas en ambas regiones, así como más del 34% de los encuestados más jóvenes en todo el mundo dicen que se asustarían si perdieran sus dispositivos en la medida de que estos dispositivos son el único lugar donde almacenar fotos, mensajes y la información de los contactos.

Como es lógico, estos temores están impulsando usar lo que llaman la “nube” como una especie de segunda memoria y caja de seguridad donde guardamos nuestras claves, nuestras fotos, etc. en definitiva los recuerdos que antes estaban ocupando un lugar en nuestro cerebro.

El estudio de Karspersky habla de que los investigadores piensan que cuando almacenamos, información externa (por ejemplo un teléfono), es como si le recomendáramos a nuestra mente que lo borre. Parece que los científicos dicen que el olvido no es una cosa mala en absoluto. Nuestros cerebros tienen un límite de capacidad en términos de cantidad de información accesible.

Los viejos recuerdos van desvaneciéndose poco a poco, hasta que nos olvidamos de ellos, entonces el cerebro puede reescribir nuevos datos irrelevantes con hechos y recuerdos tópicos nuevos.

¿Funciona la memoria del ser humano como la RAM de los ordenadores? Pues lo dudamos bastante, aunque puede que haya cierta similitud; la memoria profunda por ejemplo no se afecta con los nuevos datos que nos llegan cotidianamente, sin embargo una nueva vivencia muy intensa o dramática, sí que puede afectar a nuestra memoria grabándose con los recuerdos de esa memoria profunda. Esto no pasa en un ordenador, no discrimina datos de acuerdo a jerarquía alguna, tampoco sé si esto es importante para la informática, pero de momento hay algo que nos eleva sobre la informática. Los seres humanos tenemos filtros de información y podemos manejar la información ordenándola de acuerdo a unos criterios morales, o una axiología que las máquinas no tienen… al menos de momento.

Fuente imagen y texto: Karspersky

El artículo original se puede leer aquí