Hoy, en el programa radial transmitido por Radio Universidad de Chile, Tomás Hirsch se explayó en su análisis sobre el cambio de gabinete que realizara esta mañana Michelle Bachelet, luego de haber solicitado las renuncias a todos sus ministros hace varios días. Así dijo el personero humanista:

«Finalmente se hizo el esperado y muy, muy postergado cambio de gabinete. ¡Qué manera de demorarse por lo demás! Después de poco más de un año, quien llegara con más del 80% de la credibilidad, cayó por el suelo, se desplomó en pocos meses en los que la opinión pública fue viendo día a día, casi hora a hora, que los parlamentarios e incluso los ministros del gabinete fueron quedando en evidencia con sus malas prácticas de emitir boletas truchas y tratar de explicar lo inexplicable.

En un año se ha producido la caída abrupta de Bachelet, envuelta en escándalos y así mismo sus ministros de la Nueva Mayoría. La gente lo sabe de sobra y seguramente no vale la pena seguir hablando de los casos Penta, Soquimich y Caval.

El hecho es que lo que comenzó en gloria y majestad, en muy poco tiempo se ha develado como basado en malas prácticas y sospechas de corrupción. Este año han quedado a la vista las nuevas relaciones impresentables entre la Nueva Mayoría y lo peor de la Derecha, la derecha pinochetista. Eso generó, muy rápidamente, una pérdida total de credibilidad.

Entonces a la presidenta no le quedó otra que deshacerse de su delfín político y que se había ido convirtiendo en una suerte de tiburón de aguas turbias, su Ministro del Interior.

Pero hoy se cambian sólo cinco nuevos ministros y se enrocan cuatro, en un giro hacia la derecha y específicamente hacia la democracia cristiana.

¿Se resuelve con ello la crisis, la hecatombe? Parece que más bien esta puesta en escena presenta demasiadas insuficiencias y deja abiertas grandes preguntas. Por ejemplo, resulta incomprensible que Bachelet mantenga a Undurraga en el Ministerio de Obras Públicas, recordemos que él creó una ONG que tenía la dirección de una botillería en la comuna de Lo Prado, que emitía boletas pagadas por las empresas. La relación dinero y política es demasiado explícita en ese caso. Es impresentable también que se le entregue cargos a hombres de ImagenAccción, la empresa lobbista vinculada al oscuro nombre de Enrique Correa. ImagenAcción asesora justamente a Soquimich, empresa presidida por el yerno de Pinochet. Además hoy entra Barraza al gabinete, un hombre que está vinculado al lío de las platas de la Universidad ARCIS,  establecimiento vinculado al PC. Los Luksic boys parecen intocables porque siguen ahí, como por ejemplo la ministra de Minería, que nos muestra claramente quién manda. ¿Pero es sólo un tema de nombres? ¿Y son los nuevos nombres garantía de cambio real?

Con la nueva composición del gabinete terminó además definitivamente la paridad de género. Hay dieciséis ministros hombres y sólo siete mujeres. Una lástima, una pena, en un país en el que es importantísimo abrir el espacio para las mujeres.

La magnitud de esta crisis no parece que se vaya a resolver con este insuficiente cambio en el equipo.

Se requiere una cirugía mayor en la dirección que tiene el gobierno, ir hacia una asamblea constituyente, poner fin al sistema de AFP para las pensiones, recuperar empresas que han sido robadas a todos, al Estado, como Soquimich misma.

No es un cambio de personas lo que se requiere, sino un cambio de rumbo.

Mientras no vayamos al fondo del asunto, esta crisis seguramente le seguirá explotando en la cara al gobierno».