Por Sara Bosco

“Mi papá, mi abuela, mi hermana, mi hermano y mi madrastra ya no están. Todos están muertos. Nadie nos ayudó.”

“Ellos, las autoridades, tomaron todas nuestras casas y las quemaron.”

“La gente me señala y dice: Esta es la mujer del hombre que murió de ébola. Todos mis amigos me abandonaron. Nadie me habla.”

“Ellos pusieron a mi esposo en ese lugar donde ponen a la gente con ébola. Pedí que me dejaran tomarle una foto para mostrársela a sus hijos. Nunca me dejaron hacerlo. Nunca mas lo volví a ver.”

(Fuente: BBCMUNDO)

Estos son algunos de los testimonios de los familiares de las víctimas del ébola. Una epidemia que destruye no solo relaciones humanas sino todo el tejido social de algunos de los Estados más pobres del mundo. Una enfermedad que se lleva no solo vidas, sino también la solidaridad, el respeto y la esperanza. Una maldición que deja no solo muerte, sino incomprensión, discriminación, soledad y miedo. Un mal que mata a muchos más de los que contagia.

Desde que el brote epidémico de la enfermedad por el virus del ébola se difundió por los medios de comunicación de todo el mundo, las noticias dirigen su interés hacia las estadísticas del fenómeno, a través de la difusión de las cifras de los muertos y de los contagiados. Este enfoque generó la masificación del miedo internacional hacia la enfermedad y hacia los migrantes, vistos como “portadores del virus”.

La atención está en la cantidad de gente que muere, pero ¿qué pasa con las personas que no mueren? ¿Cuáles son las consecuencias para los “afortunados” sobrevivientes?

Sobrevivir al ébola

Un mar de desolación se expande en África occidental ante los ojos de los sobrevivientes del ébola, donde la desesperación por la pérdida de los seres queridos se suma a la angustia por el abandono de sus tradiciones. La gente de Guinea, Liberia, Sierra Leona y Nigeria son desnudados del respeto y de sus creencias. En sus mentes habita una incomprensión desorientadora: ¿por qué tantas muertes? ¿Por qué estos hombres blancos vestidos de astronautas se llevan los cuerpos de nuestros seres queridos? ¿Por qué nos tocó esta maldición?

Frente al ébola, los rituales fúnebres cristianos, musulmanes y del animismo son sustituidos por “rituales médicos de urgencias». Sin permiso, disculpas, ni explicaciones. Los trabajadores sanitarios alejan a los contagiados de sus propios hogares y familias, exiliados en un lugar donde esperan a la muerte en completa soledad. El ataúd que les espera es un bolso de plástico blanco enterrado en una fosa común, sin cantos ni oraciones.

Los que sobreviven al ébola deben pasar por la descontaminación de sus casas. Todo lo que pudiera acoger al virus, que vive sobre objetos durante días, debe ser destruido o desinfectado, se queman la vestimenta, los utensilios de la cocina, la ropa de cama. Las casas son vaciadas.

La gente, ya pobre, se encuentra sin bienes materiales con los que seguir adelante su humilde vida. Cada objeto destruido se lleva consigo la memoria de la persona querida, no queda nada de ella, ni los recuerdos. Los que quedan no tienen cómo tramitar su propio dolor, ni una foto o elemento simbólico con el que honrar los hechos y dignificar la vida del difunto. Lo que queda es solo tragedia y, en la memoria, un gran vacío.

El ébola destruye las relaciones entre seres humanos: entre compañeros de escuela, entre vecinos, entre amigos, entre padres e hijos. El ébola prohíbe cualquier contacto, derrotando una cultura donde un beso es la manera habitual de saludarse y símbolo de respeto y de amor. Una cultura donde el acercamiento de dos cuerpos es capaz de sanar.

Los contagiados por el ébola mueren sin el calor de un abrazo humano. En África Occidental, el miedo a que esta enfermedad se expanda se manifiesta en la ausencia de saludos y manos que se estrechen, de solidaridad y ayuda entre la misma gente. Está prohibido pronunciar el nombre de esta maldición. Hasta la palabra puede contagiar. Los sobrevivientes han sido testigos de estas repentinas muertes muy a corto plazo. A largo plazo, vendrán los efectos psicológicos y sociales de esta crisis.

A medida que la enfermedad se propaga, la vida del poblado se paraliza y aumenta el abandono de los sobrevivientes. La cicatriz emocional más profunda queda en los niños. El director de la organización humanitaria PLAN-Liberia, Koala Oumarou, declara: “Existe un crecimiento de la orfandad en niñas y niños, a consecuencia de la muerte de sus padres, con lo cual son enviados con otros familiares fuera de las zonas afectadas, y lejos de la contaminación. Los familiares han mostrado resistencia para hacerse cargo de otros niños y niñas vulnerables por temor de ser infectados o estigmatizados en la comunidad. Se ha informado que algunos de los familiares adoptivos han abandonado a los huérfanos después de recibir la asistencia alimentaria y no alimentaria del acompañamiento, dejando a los niños solos, valiéndose por sí mismos”.

Los sobrevivientes esperan morir, esperan un perdón, esperan volver a empezar una vida muy diferente a la de antes. Los pueblos no han cambiado su manera de pensar acerca del ébola y todavía dudan de la realidad de la enfermedad. Los médicos occidentales exigen a estas comunidades la comprensión de la versión oficial, imponiendo como única explicación la que dicta la medicina occidental. A la gente, que desde hace tiempo convive con esta enfermedad, le cuesta entenderlo.

Para la gente de África Occidental, el ébola es una maldición o un castigo de Dios y cómo no pensarlo si repentinamente toda la gente alrededor muere. Ephraim Dunbar se contagió tras asistir a su mamá. Él, al contrario de su mama, ganó la batalla tras 15 días de lucha en el hospital John F. Kennedy de Monrovia. Pero cuando salió del hospital, descubrió que cuatro de sus hermanas, su hermano, su padre, su tío, su tía y sus nietos habían muerto.

Para acercarse a la población afectada es indispensable la humanización de las prácticas médicas, sensibilizar a los poblados y un apoyo psico-social a los sobrevivientes. La medicina tradicional no da respuestas precisas, falta una parte de la explicación específica, ¿cuál es el origen de este virus? Esa incógnita no resuelta multiplica la incertidumbre o la búsqueda de explicaciones desde una visión mágico/religiosa de esta realidad que ha sembrado más muerte en África.

Fuentes

•http://www.zeroviolenza.it/rassegna/pdfs 31Oct2014/31Oct2014a9b901e10966c0eb28f23b5a8d09cd4c.pdf
•https://www.youtube.com/watch?v=eb8F3shZbHk
•https://www.youtube.com/watch?v=pdfuh9tE0ec
•http://plan-espana.org/que-hacemos-programas-desarrollo/estado-de-emergencia/abandono-y-discriminacion-efectos-colaterales-del-ebola-en-ninos-y-ninas/
•http://www.undp.org/content/undp/es/home/presscenter/articles/2014/10/29/ebola-survivors-given-safety-net-in-sierra-leone.html
•http://www.undp.org/content/undp/es/home/presscenter/articles/2014/10/29/ebola-survivors-given-safety-net-in-sierra-leone.html)
•http://telenoticias.com.do/liberia-ordena-quemar-victimas-del-ebola/#sthash.ZpuHIP3d.dpuf
•http://plan-espana.org/que-hacemos-programas-desarrollo/estado-de-emergencia/abandono-y-discriminacion-efectos-colaterales-del-ebola-en-ninos-y-ninas/)

Sara Bosco es italiana, vive en Quito, y participó en el Taller de Periodismo con enfoque de paz y no violencia realizado en la Universidad Católica de Ecuador, en octubre de 2014.