Por Lucero Mendizábal para Subversiones

El 30 de agosto se conmemoró el Día internacional por las y los desaparecidos. En México, se salió a las calles evidenciando la vigencia sobre la desaparición forzada que data desde hace décadas. Monterrey, Atoyac de Álvarez, Torreón, Chihuahua, Ciudad Juárez, Cuauhtémoc, Nuevo Laredo, Morelia, Xalapa, Baja California, Sonora, Sinaloa y el Distrito Federal fueron algunas de las ciudades que agendaron actividades en el marco conmemorativo. Fue hace casi dos meses y la cuenta en el país va en aumento como si de competencia se tratara. Son pocos casos los que llegan a tener cobertura mediática, visibilidad, la mayoría queda como una cicatriz en la familia de quien lo vive. Un dolor callado que cohabita a diario en el corazón de muchas personas en México.

¿Cómo seguir callados?

Abunda el silencio en este país, la mayoría prefiere «voltear» hacia otro lado para no aceptar una realidad que rebasa la ficción. Parece un secreto a voces que intenta aparentar su existencia o «creer» que responde a un asunto entre integrantes del crimen organizado. No es un acto de magia, es un hecho concreto que atenta no sólo contra la persona desaparecida. Es una acción que lacera la comunidad y la inserta en un mundo de desconfianza, miedo, preocupación, desolación e incertidumbre. Es un hueco en la crónica de nuestro México.

Fotografía: Lucero Mendizábal

Por Lucero Mendizábal

¿Se imaginan sin una hermana o hermano, sin tu madre/padre o hija/o? El pesar de cientos de personas se ha vuelto un grito de reclamo, una llaga de dolor, una herida abierta en un país en el que el sistema de justicia carece de la misma función que presume. Visitas a la policía, llamadas a amigos y familiares, una respuesta nula que se lleva a cuestas mientras la acompañan el dolor, la indignación, el desconcierto, la esperanza. Un laberinto de pisadas que sólo se sostienen con las manos solidarias pues pareciera una ruta sin luz alguna. Y en la que el o la ausente sólo importarán a la familia.

Lo cierto es que en México se lleva la cuenta de vidas, de historias y de familias rotas que han tropezado con una situación que dista mucho de un país que se presenta como democrático. Es una realidad que prevalece desde décadas, rastro de historia manchada. Y aunque han pasado muchos días y años, la ignominia y el desinterés por parte de los diferentes gobiernos protagoniza el templete de la indolencia

«¡Hasta el cielo está llorando!», exclamó una mujer mientras nos empapábamos con la lluvia.

Salchicha, la payasita

Adela Alvarado Valdez tiene 34 años practicando el oficio de payasa, vocación aprendida por generaciones en su familia. Su hija Mónica desapareció en el 2004, lleva diez años desaparecida. «Un día se fue al colegio y no volvió. Eran las seis de la tarde y tampoco volvía a casa y nos llamaron sus compañeros para avisar que tampoco había llegado a la escuela. Ella estudiaba en la mañana», cuenta la mujer. Salchicha (como prefiere que la llamen) comenta el giro que dio su vida el 14 de diciembre de 2004 al recibir esa llamada. Su vida se ha convertido en recabar información, acudir con las autoridades, incluso viajó a Italia este año como invitada especial por una organización local que visibiliza el tema de la desaparición. Su caso es emblemático.

«Hay mucha inhumanidad por parte de las autoridades. Hace diez años no habían tantas desapariciones y no le prestaron mayor importancia al caso de mi hija. Argumentaban que se había ido con el novio, pero mi hija nunca había tenido», relata la madre.

Por Lucero Mendizábal

Adela hizo por su parte diferentes gestiones y reunió información, misma que ofreció a la policía. Al poco tiempo volvió para ver si habían avanzado en la investigación y se indignó cuando le dijeron que tenían algo y eran «los avances» que ella les había ofrecido. Mónica cursaba la Universidad en Iztacala, vivía con su familia en Ecatepec.

Salchicha dice que no hay un día en que no despierte pensando en su hija. Cree que la secuestraron para forzarla a ser dama de compañía. Comenta que uno de los responsables se encuentra preso, Jesús Martín Hernández, quien era compañero de la universidad de Mónica, pero que otra de las cómplices sigue libre, Marcela Álvarez Rizo. A Jésus lo sentenciaron a 26 años de prisión. Critica que a pesar de estar detenido, él puede guardar silencio y no hay forma de que se le pueda obligar a decir con quiénes llevaron a su hija. Señala al grupo Madrinas como parte de los involucrados y a Marlon Gaona Espinosa, a quien reconoce como policía judicial de Ecatepec. Además de que ha identificado mensajes pidiendo rescate desde el número de Marcela. Sus sospechas se basan en la búsqueda que realiza desde que Mónica fue desaparecida.

Por Martha Pskowski

Habla sobre la solidaridad que ha tenido por parte de su familia y amigos; incluso algunas personas desconocidas la han apoyado con las fotocopias donde aparece el rostro de su hija. Es una de las que tiene más mantas colgadas en el acto por las y los desaparecidos frente al Senado, las cuales varias personas se las han regalado, incluso en lugares a los que ha ido a imprimir copias y lonas los dueños no se las cobran. No está sola pero sí ha tenido altibajos constantes, su marido fue diagnosticado con diabetes a un año de la desaparición de Mónica. Él es un pilar importante y ha estado a su lado durante la búsqueda. En otro momento tuvieron que cambiarse de residencia porque han sido amenazados por sus declaraciones. Se reconocen como desplazados internos y que están dispuestos a morir en la raya.

Recuerda un acto para difundir sobre la desaparición de su hija. Varias y varios payasos de diferentes estados se concentraron en la plancha del Zócalo y hubo un maratón de presentaciones para atraer la atención de la población y visibilizar el caso de Mónica Alejandrina.

«Hay muchos desaparecidos pero nadie dice nada. Y los que han aparecido todos están muertos. Ni uno ha aparecido vivo. Hay una corrupción tremenda y sino gritamos, sino somos muchos nunca se va a acabar esto», reclama Adela. Por último señala que la salida de la marcha desde la Estela de Luz fue por lo que representa: un gasto elevado, un derroche de dinero mientras no hay presupuesto para buscar a las personas desaparecidas.

Por Martha Pskowski

Sin padre y sin hermano

Por Martha Pskowski

Leslie una joven de veinte años y originaria del Estado de México va en la marcha con una manta, su tía le ayuda. En la lona aparecen dos fotografías: la de su padre Horacio Castillo Reyes y la de su hermano Horacio Castillo Herrera. Ellos desaparecieron el 14 de abril cuando venían de Tamaulipas hacia la capital. La última vez que escuchó sus voces fue la noche anterior a las once y media de la noche cuando le comunicaron que al otro día saldrían con un amigo de la expareja del padre. No había participado en ninguna marcha ni protesta. No sabía a dónde acudir ni qué hacer, prácticamente va sola intentando hallar información sobre su paradero. Sospecha que la responsable es la exmujer de su padre Beba Rangel Gutiérrez pues no se supo más de ella a partir de que ellos desaparecen, cerró su facebook, cambió su número celular; y ya hizo una denuncia en la Procuraduría General de la República pero no sabe que más hacer ni con quién acudir.

Así, más y más casos engrosan la estadística de nombres e historias de vida que de repente dejan de estar en la vida de las/os otros, que un día se van sin razón alguna. Se desconoce su paradero, es un rastro con huella difusa y si con vacío de justicia.

«No hay respuesta política, ni han habido avances porque no hay voluntad, es un problema estructural», declaró Juan Carlos Trujillo, de la organización Gobernanza Ciudadana e hijo de María Herrero Magdalena de Pajacuarán, Michoacán, y quien desde hace tres años denuncia la desaparición de sus cuatro hijos en Veracruz. Juan Carlos explica que se están coordinando con cerca de 20 organizaciones de familiares afectados por las desapariciones e intentan enlazar, dar apoyo y vincular a personas que viven la misma situación y regalar las herramientas de trabajo que han ido construyendo para quién la requiera. «Queremos sumar, no somos conejillo de indias. Ni estamos para sacar libros ni informes para Naciones Unidas», agrega Trujillo. Una de las tareas cuando se acercan con ellos y la fecha de la desaparición es próxima, hacen estrategia de redes para realizar una búsqueda; aunque mientras más pasa el tiempo se van perdiendo elementos para el rastreo.