Igual como sucede en el mundo de los antivalores y las cosas feas, cuando desaparece todo racismo si se trata de acoger a un multimillonario oriental, así sucede también con las cosas buenas. Paco de Lucía, el que fue enorme guitarrista y que hoy ha emprendido su tránsito a otro espacio-tiempo, no era gitano y, sin embargo, la cultura gitana lo acogió siempre como hermano y ejemplo en la expresión de su propio arte.

 

Al no haberle conocido personalmente, sé que me resulta fácil mutar el sentimiento de pérdida que están expresando diversos compañeros de profesión, por el de agradecimiento a su aportación vital. Y en este sentido me gustaría dejar constancia de algunos aspectos, para mi, de gran relevancia.

Fueron su entrega y valentía, sus incontables horas de dedicación, las que abrieron caminos por entonces cerrados. Comenzar a tocar con Carles, incorporando el bajo eléctrico al flamenco, con Rubén incorporando el cajón peruano, y con Jorge, la flauta y el saxo, influyó de tal manera en lo inmediato, que todos quedamos “tocados” por ese “nuevo duende”. Algunos ingenuos, bajo el síndrome del “sentar cátedra”, llegaron a afirmar que el cajón, por ejemplo, se había tocado en el flamenco desde siempre… Pues no, como siempre, es la apertura, el ludismo y la inventiva confraternizadora, la que en el equipo formado alrededor de Paco creó semejantes coherencias sonoras.

Luego, enseguida, vendrían los hijos Habichuela, los José Soto y un sinfín de gitanos y payos a desarrollar esos caminos multicolores y multiétnicos. Paco hizo también sus experimentos tocando en trío con guitarristas anglosajones de primer nivel, y el flamenco dio un salto universalista que, hasta entonces, apenas había tocado el underground de Nueva York, a través de emigrantes talentosos como Sabicas.

La cosa no pararía más, y ahí tenemos abierta la línea de reconexión entre las culturas hindo-pakistaní, las árabes y la de nuestros gitanos, dentro de la cual siguen y siguen abriéndose colaboraciones y experimentos del alma y el reencuentro histórico.

Mi amigo Jumitus me cuenta que hoy en día, alucinaríamos al ver la cantidad de jovenzuelos tremendamente habilidosos que hay en Brasil, por ejemplo, girando entorno a las mezclas con el flamenco y profundizando en él.

 

Todo eso nos deja el maestro Paco de Lucía, mientras él se lleva su esencia a otros barrios, para seguir con un silencioso espíritu flamenco, riéndose de sus propios juegos de azar, satisfecho de sus andanzas, qué duda cabe.

 

Tuvo sentido, qué caray, claro que tuvo sentido el paso por este mundo de ese hombre bueno y amable, dando el soporte a Camarón, interconectando con la vocación de Miles y con la incipiente aspiración universalista de la época, y contribuyendo a desbloquear en todos nosotros ese ánimo de investigación y lenguajes abiertos al infinito.

 

Gracias, Paco.