Por Benedito Teixeira.-

Las revelaciones de espionaje internacional realizadas por el ex-técnico de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) estadounidense y hoy exiliado en Rusia, Edward Snowden, parecen haber afectado fuertemente las relaciones históricamente amistosas entre Brasil y Estados Unidos. Después de la denuncia de que Petrobras y la misma presidenta Dilma Rousseff están siendo espiados, el gobierno brasilero pidió explicaciones a Barack Obama, hasta ahora insuficientes. Tanto que, en una actitud diplomática rara con Estados Unidos, Dilma suspendió el viaje que iba a hacer a Washington para un encuentro con Obama, el próximo 23 de octubre.

La suspensión del encuentro, al mismo tiempo que denota la indignación de la presidenta brasilera, puede ser una oportunidad para que Brasil demande a Estados Unidos más avances en lo que tiene que ver con sus políticas y acuerdos internacionales de protección de los derechos humanos. Además, el discurso de Dilma en la apertura de la próxima Asamblea General de las Naciones Unidas, en Nueva York, el próximo martes 24 de septiembre, son oportunidades que Brasil tiene para dar visibilidad a todos los puntos de derechos humanos donde es necesario que se realicen avances.

La organización Conectas Derechos Humanos afirma que las revelaciones sobre el espionaje son sólo la punta del iceberg y destaca 11 temas «espinosos” todavía pendientes en la agenda internacional de derechos humanos del gobierno estadounidense. Ellos son: el recurso al espionaje, que atenta contra libertades individuales y el derecho a la privacidad; uso de aviones no tripulados para realizar ataques contra civiles; la existencia de la cárcel de Guantánamo y la forma de detención y tratamiento de las personas mantenidas en esa prisión; la no adhesión a la Convención Americana de Derechos Humanos, que es el principal instrumento del Sistema Interamericano de Derechos Humanos, y el no reconocimiento de la jurisdicción de la Corte Interamericana de Derechos Humanos de la OEA (Organización de Estados Americanos); la no adhesión al Estatuto de Roma, que pone en funcionamiento el Tribunal Penal Internacional; la no adhesión a la Convención Internacional sobre los Derechos de los Trabajadores Migrantes y sus Familias; y la no adhesión a la Convención Internacional sobre Desaparición Forzada de Personas, entre otros temas.

En abril de 2012, Conectas ya había enviado una carta al gobierno brasilero pidiendo que cuestiones como las violaciones cometidas en Guantánamo fuesen abordadas por Dilma en la visita oficial de tres días que realizaba al presidente americano, Barack Obama, en Washington. En esa época, el gobierno respondió, a través de Itamaraty, diciendo que: «No está previsto que la cuestión de Guantánamo sea singularizada en la reunión”.

Camila Asano, coordinadora de Política Exterior de Conectas, destaca que no hay razón para bajar el nivel de exigencia en relación con los estándares de respeto a los derechos humanos con ningún país. Así como no se aplica aquí ningún argumento del tipo «tejado de vidrio”, que impida a Brasil o a cualquier otro Estado reclamar esos estándares. «El nombre de esto sería omisión y connivencia, lo que es inadmisible cuando estamos tratando temas tan graves”, agrega.

El sitio web periodístico Pragmatismo Político hizo un relevamiento de cómo la prensa internacional abordó la suspensión del encuentro de Dilma con Obama. Y el resultado fue que Dilma habría menospreciado al presidente estadounidense mediante una «decisión extremadamente rara en los anales de la diplomacia», afirmó el New York Times. Para El País, de España, «la audacia de Dilma la favorece dentro y fuera de Brasil».