En Argentina la palabra subsidio no pasa inadvertida, algunos al escucharla se inquietan, no pocos  la aborrecen (sobre todo cuando no son ellos los beneficiados), otros lo necesitan y a muchos les devolvió la dignidad y les abrió el futuro.

Este instrumento, el subsidio, se refiere aproximadamente a una asistencia pública o privada basada en una ayuda o beneficio de tipo económico, con un fin determinado. Se aplica, en general, para estimular el consumo o la producción de un bien o un servicio. Esta aplicación tiene su origen en la intención de los gobiernos de alcanzar metas sociales, o de favorecer a personas, empresas, instituciones o ciertas actividades productivas en algunas zonas menos desarrollas del país. También suele otorgarse a algunas empresas privadas con el fin de evitar aumentos de tarifas o para crear fuentes de trabajo y así alentar por ejemplo, las economías regionales.

Para los economistas del neoliberalismo los subsidios son mecanismos artificiales que buscanmodificar la asignación de recursos, que conciben como perjudiciales para el normal desarrollo de la economía, ya que consideran que la asignación de recursos debe hacerse desde el  «mercado». Esa entelequia monstruosa, que subsumió a gran parte de la población mundial a la pobreza, al hambre y a la muerte. Agreguemos que la gran mayoría de los países subsidian y protegen a sus productores en todo momento, fomentando distintas aéreas de sus economías según reaccionen a las presiones sociales o de grupos de interés.

¿Y por casa cómo andamos?

En nuestro país hay un sin número de actividades económicas subsidiadas; tanto el agro como la industria se ven favorecidos con esta modalidad. Gran parte de los Servicios nacionales, provinciales o municipales (luz eléctrica, agua potable, gas domiciliario e industrial, transporte público en todas sus modalidades, combustibles líquidos y gaseosos, etc.),  gozan de los mismos beneficios, ya sea a nivel de grandes consumidores, o en el  ámbito doméstico. No olvidemos la educación y la salud, también subsidiadas, de calidad y accesibilidad -por su carácter de pública y gratuita- para cualquier persona, nativa o extranjera.

Siendo muy sucinto en ejemplos, solo diremos que se han puesto en marcha, con nuevos bríos, miles de empresas en todo el territorio nacional. En el sector secundario -área que elaboran las materias primas- creció exponencialmente la producción industrial. Dio un salto a su vez,  el área de la construcción -gran motor de la economía- como también el sector terciario o de servicios con un amplísimo desarrollo. Con esta política económica de inclusión se ha ganado en empleo genuino,  crecimiento constante del PBI durante años,  aumento de la recaudación fiscal y el pago sostenido de la deuda externa. Por otro lado,  la producción de granos, que en su gran mayoría son bienes exportables,  se les aplica un porcentaje de retención a su  venta al extranjero logrando con ello, y por varios años consecutivos,una balanza de pago excedentaria, o sea positiva, fuente de recursos genuinos para el Estado  que al  retornar  a la población en forma de subsidios, por ejemplo, facilita la distribución más equitativa de  la riqueza nacional.

¿Qué le incomoda a quienes les molestan ciertos subsidios?

Hay dos retribuciones populares, dos grandes “inversiones sociales” que ponen “odiosos” a varios. Una de ellas, la  Asignación Universal por Hijo”, beneficio que le corresponde a los hijos de las personas desocupadas, que trabajan en el mercado informal o que ganan menos del salario mínimo, vital y móvil. La otra asignación;  Conectar igualdad”, programa de inclusión digital, es la inédita entrega de netbooks (hasta ahora más de 3.000.000) a todos los alumnos, alumnas y docentes de escuelas secundarias públicas, de educación especial y de Institutos de Formación Docente. Ante esto, nos surgen las preguntas del millón…. ¿De dónde viene la furia de aquellos a los que les molesta que se gaste dinero público para que un chico de Tilcara tenga una computadora? O peor aún ¿cómo se puede pensar y decir que una mujer se queda embaraza para cobrar un subsidio? ¿Qué opera de fondo en estas miradas cosificantes? ¿En esos juicios de valores que emiten las pequeñas burguesías, según sus mezquinos temores? Podemos afirmar que hay una falta de comprensión de la dinámica de los procesos históricos, donde no se percibe cómo en los últimos tiempos han sido los capitales financieros internacionales los responsables de la concentración de las riquezas en manos de pocos y la generación del aumento de la pobreza para millones.

La crítica  a aquellos subsidios tiene como base dos creencias que operan fuertemente en el imaginario popular aunque no se las advierta, (es como el pez con el agua, seguro que no la ve). El primero de los credos, es aquella invención del marxismo, la de  dividir a las poblaciones en clases sociales según sus recursos económicos. Eso tan aberrante como el que tiene es clase alta y el que padece, clase baja. Y aquel que está en el medio (la clase media)  siempre aspira a ascender en esa escala, intentando  alejarse rápidamente de los  más necesitados,  de  los pobres. A veces se escucha decir de estos últimos, cosas como: “yo lo que tengo me lo gané solito, nadie me dio nada”, o “no tengo porqué mantener vagos”. Desde ahí, ver que el Estado subsidia ciertos sectores  marginados, es un gasto y una demagogia.  Claro, este sujeto se olvida que su educación fue gratuita, subsidiada, y que las políticas económicas de estos últimos años, en cuanto al apoyo a la producción y al consumo hizo duplicar la clase media sacando a millones de personas de la pobreza. Permitiéndoles cambiar el auto, llegar al 0 km, comprar su casa, viajar como nunca, meterse en créditos, etc., etc., etc.             

El otro dogma actuante –contemporáneo al marxismo- pero mucho más enraizado, ya que con ello se puede pasear la mirada por toda la historia del ser humano justificando las luchas sociales; es  el postulado de Charles Darwin expresado en su obra “El Origen de las Especies”. Donde manifiesta  que la selección natural, se da por la sobrevivencia del más fuerte. Este concepto darwiniano, transpolado a lo social, generó la idea que la evolución de las sociedades se da por la supervivencia del más apto, justificando con ello la competencia racial, económica, religiosa, de clases, etc., y con ello,  la disputa por los recursos naturales o el logro de puestos jerárquicos en la pirámide social. Esto se ve como algo natural, no como construcción intencional sostenida por ciertos grupos de interés, que lucran con esta confrontación.

Entonces, si en un sujeto de clase media opera vigorosamente como zanahoria, aquello de ser parte de  la “Upper Class” ya sea  por su riqueza o su estatus, y además acepta que lo puede lograr  a los codazos porque él, es el más apto en la carrera competitiva, justificado por aquello de que  todos lo hacen, jamás  podrá registrar su humanidad, y menos la de los que lo rodean. De trasfondo está la imposibilidad de ver al otro, del gozar de eso tan grande como “el nosotros”. Lejos le queda entonces, la posibilidad de construir valores generatrices como el amor, la compasión, o la solidaridad, algo más digno que la lucha del más fuerte.  

Y esos valores amigos… ¡no cotizan en  Bolsa!