A pesar de los intentos de acabar con las lenguas originarias desde la creación del Estado chileno, los idiomas autóctonos del territorio “se niegan” a desaparecer. Y no es antojadiza ni casualidad, es parte de la lucha desde la diversidad, que Chile no puede ignorar más.

Naya saparukiw jiwayapxitata, nayxarusti waranqa, waranqanakaw kut’anixa (“¡A mí sólo me están matando, sobre mí, miles de millones volveremos”!), dijo Túpac Katari cuando fue brutalmente asesinado tras protagonizar las rebeliones aymaras contra los españoles. Palabras que representan la resistencia indígena y que cobran vigencia cuando se trata de la defensa de las lenguas originarias.

Esta defensa no sólo pasa por la transmisión familiar y el interés por aprender las lenguas originarias, sino también por la oficialización de los “otros idiomas”, donde el Estado reconozca la diversidad cultural aportada por los pueblos indígenas: Aymara, Quechua, Mapuche, Rapa nui, Likan Antay, Kaweskar, Selknam, Yagan, Diaguita y Colla, y otorgar el espacio de uso público que se necesita para su desarrollo.

En esta lucha se encuentra la Red por los Derechos Educativos y Lingüísticos de los Pueblos Indígenas en Chile (@redeibchile) desde el 2007. Ahora, tras seis años de investigaciones, congresos y difusión de las lenguas, apostarán por fortalecer el lobby político para que el modelo de ley de Derechos Lingüísticos ingrese al Parlamento como proyecto para su posterior aprobación. “Dentro del Modelo de Ley, se considera la oficialización de las lenguas indígenas como lenguas nacionales en cada territorio, punto en común que compartimos todos quienes nos movilizamos en el Día Internacional de la Lengua Materna”, enfatizó Elisa Loncón Antileo, coordinadora nacional de la RED EIB.

Propuesta elaborada luego de un trabajo colectivo desarrollado y discutido por los Pueblos Indígenas en ciudades como Arica, Santiago, Temuco y Osorno. Quienes coinciden en que se necesita la normalización por su estatus desigual al castellano. “Su presencia pública es mínima y todos los espacios formales e institucionales son dados en castellano”, argumentó la RED EIB en la publicación “Interculturalidad para todos y revitalización de las lenguas indígenas”.

¿QUÉ “GANA” CHILE?

Procesos históricos y políticos en el devenir de la República y, por supuesto, en la insistencia en la homogeneidad social, son variables que impiden que el gobierno de Chile comprenda el valor de la diversidad y, por ende, de las relaciones interculturales. “Debido al carácter monocultural del Estado y de su Constitución, se avanza muy poco en este sentido. No se reconocen los derechos colectivos como son los derechos lingüísticos, así tampoco los pueblos indígenas se reconocen en la Constitución”, explicó la académica y líder de la defensa de las lenguas.

Loncón agregó que “la mentalidad chilena, en general, es culturalmente muy homogénea aunque hoy está despertando de esa homogeneidad y aparecen en la agenda política demandas por la diversidad sexual, por ejemplo, aunque falta mayor convicción por la diversidad cultural. Al parecer el mercado del consumo muy desarrollado en el país, induce al consumo material y no al consumo y producción de la diversidad cultural y lingüística”.

Entonces nos preguntamos, en “términos de mercado” ¿qué gana Chile con reconocer sus lenguas? A lo que Loncón responde “La sociedad gana en valores, las nuevas generaciones serán más pluralistas, menos racistas, y si se interesan por aprender las lenguas indígenas y sus culturas, el país podrá avanzar en la construcción de su identidad, con sólidas bases en sus raíces históricas. Así el arte, la literatura, la cultura, las ciencias, serán más ricas, pues incorporarán nuevas raíces, nuevas semillas, las de los conocimientos y valores de los pueblos indígenas”.

Bernardo Ñancupil Carvajal, encargado de la Oficina de Pueblos Originarios de la Municipalidad de Peñalolén, expresó que “la principal ganancia tiene que ver con la valoración de nuestra cultura, nuestra historia, nuestra identidad. Que desde lo humano valoramos a los antepasados, lo que ellos hicieron por nuestro país, la herencia que ellos nos dejan como pueblo”.

Si bien Ñancupil cuestiona la “oficialización” legal, está convencido de que “lo que se necesita es tener un reconocimiento desde las personas, que se traduce en que la comunidad -en su conjunto- valore, reconozca y acepte las lenguas maternas como parte de nuestro país. Por lo tanto, desde mi perspectiva, no me queda del todo claro que necesite un reconocimiento desde la perspectiva legal, pero sí se necesitan esfuerzos para que la ciudadanía sí lo valore, sí lo reconozca, sí lo acepte”.

INSTITUCIONALIDAD EN DEUDA

No se pueden desconocer los avances que el Ministerio de Educación, mediante el Programa de Educación Intercultural Bilingüe, implementa en la enseñanza de las lenguas maternas, como “la incorporación del Sector/Asignatura de Lengua Indígena en el currículum nacional a través de Decreto 280. Este documento normativo abre dos opciones.

Primero, que todas las escuelas del país que quieran favorecer la interculturalidad pueden imple- mentar esta asignatura en forma voluntaria y, segundo, que para aquellas escuelas que cuentan con más del 20% de matrícula indígena será obligatorio ofrecer e implementar dicha asignatura, lo que a nivel nacional alcanza alrededor de 1.800 establecimientos educacionales”, puntualizó Felino García, profesional de apoyo del Programa EIB del Mineduc.

Así también desde el 2010 se palpa un impacto positivo con la incorporación de un nuevo agente en el sistema educativo desde los monitores comunitarios, Asesores Culturales y hoy Educadores(as) Tradicionales.

Sin embargo, desde una mirada crítica, Loncón reconoce que lo anterior es un espacio logrado, pero “está restringido y esperamos que se abra a la realidad de las comunidades, es decir, que incorpore las demandas de los pueblos de hacer extensiva la educación intercultural bilingüe para todos las y los chilenos y la enseñanza de las lenguas indígenas a todos los indígenas que así lo deseen”.

Sin duda la situación de las lenguas originarias no hace más que profundizar la deuda histórica que tiene el Estado chileno con los pueblos indígenas, donde éstos han tomado la batuta con propuestas y trabajos acorde a las recomendaciones internacionales, siendo la institucionalidad la que sigue sin asumir que Chile es intercultural.

Por Leyla Noriega Zegarra