La economía actual no resiste mucho análisis. No se puede consumir y producir ilimitadamente cuando la fuente de recursos es limitada. No se pueden producir desechos al ritmo que exige el ciclo de consumo si no hay nada que sea capaz de neutralizarlos y volverlos recursos reutilizables haciendo que el círculo sea virtuso y no mostruoso. No hay sistema ecológico capaz de actuar por sí solo para compensar el desequilibrio que lo dicho anteriormente genera. Y al mismo tiempo no hay seres humanos capaces de reinventarse ilimitadamente a este ritmo de exigencia.
Realmente no hace falta ser ningún genio, ni tener doctorados universitarios para darse cuenta de esto, y para quien no quiere darse cuenta están las lluvias torrenciales, las nevadas fuera de escala, la polución y otros tantos males que golpean a la puerta de nuestras casas y se invitan a entrar sin que les tengamos que dar permiso alguno. En un rato el auto puede irse flotando y la casa puede quedar bajo un metro de agua mientras algún viento huracanado suma peligros a la situación.
La economía del consumo desproporcionado y la cultura individualista-especulativa no admiten salida. No la hay por ese camino. Como no la hay -y como no despertamos a tiempo- el clima viene a darnos el cachetazo que parece que necesitamos. Lamentablemente somos una especie de las que -de momento- sólo actuamos cuando el agua nos llega al cuello y ya unos cuantos han tenido que perecer. Mientras tanto también viene a darnos el cachetazo la crisis económica que no es otra que la consecuencia de una crisis de civilización. Digo… si quieren seguir mirando lo secundario y quieren quedarse mirando la crisis económica o del clima como si fueran entes aislados, pues pueden hacerlo. Pero nada sucede porque sí. No es casualidad que tengamos tantas crisis concentradas en un mismo momento histórico. Vivimos una necesaria crisis de civilización. Y digo necesaria porque las crisis no son malas de por sí. Lo malo es no verlas, y no aprovecharlas. Porque tras toda situación de crisis, sea interna -personal-, como externa -en el mundo-, se presenta una enorme oportunidad para revisarlo todo, descartar lo que no ha servido,  reinventarse y reinventar el mundo continuando con todo aquello que ha sido bueno para uno y para los demás. Pero si mayormente estamos dormidos, no vemos la oportunidad, entonces dejamos el espacio para que en este momento histórico sean otros los que se monten sobre la situación para tomar las riendas y tomar decisiones como lo están haciendo y dejarnos en una situación varias veces peor que la anterior.
En un momento de crisis no hay parámetro externo que sirva. No hay indicador preconcebido ni sistema de medición que no tenga errores, porque cualquier sistema de medición que fue creado en un momento de no-crisis dejará de funcionar y servir en el momento de la crisis. Es como pretender que el velocímetro funcione cuando el auto comienza a patinar sobre el hielo. Podemos ir a 100 kilómetros por hora patinando y nosotros mirando el velocímetro creer que vamos a 50. En estos contextos no hay elemento más preciso que los que traemos de fábrica. Sí, esos que se llaman registros internos. Esos que se encienden con «luces rojas» ante la violencia, la injusticia y la santa indignación, así como se encienden con «luces verdes» ante la solidaridad, la comunicación sentida, el amor o el entusiasmo al conectar con aquello bienintencionado.
Pero he aquí que por años nos han formado y formateado para convertirnos en empleados de las compañías y la industria. Nos han adiestrado para apagar o insonorizar casi todos los instrumentos de medición internos porque de tenerlos encendidos tendríamos tantas alarmas rojas encendidas que nos sería insoportable la vida cotidiana, porque muy pocas cosas de las que nos toca vivir coinciden con nuestros registros de «cosas buenas». Así que paso a paso, poco a poco, nos han resignado a ir apagado uno a uno los sensores y pegar finalmente un cartel encima del panel interno que dice «Así es el mundo».
Entonces, ¿hay que encender los sensores internos? ¡definitivamente! ¿van a molestar?  ¡absolutamente! ¿van a dejar de sonar de noche y nos van a dejar dormir? ¡probablemente no al principio!. Pero entonces ¿qué cosa estoy pidiendo!? Es decisión de cada uno si  prefiere vivir y morir mirando el velocímetro del auto que patina, o prefiere la valentía de mirar hacia afuera y ver con los propios ojos y los propios registros que las cosas están pasando mucho más rápido de lo que ese reloj marca tomando conciencia del riesgo. Y ni hablar que ese relojito está manipulado por quienes desean mantenerte con esos parámetros de referencia para que no entres en pánico. Pero la colisión es inminente. De nuevo, ¿prefieres morir en la ignorancia o prefieres tener la oportunidad de hacer algo por salvar a los que van arriba del auto evitando una cadena interminable de choques y muertes? Así está el mundo, y así está la situación. O te decides por la ignorancia mirando relojitos controlados, o te decides a bajar la ventanilla, sentir la adrenalina de hacer algo arriesgado y coherente con las alarmas de los sentidos. Porque tomar el control de un vehículo que patina no es tarea sencilla pero no imposible, pero si te quedas escuchando la linda música y el vídeo divertido mientras el auto sigue patinando el tiempo se agota, la oportunidad de hacer algo es cada vez menor, y cuanto más cerca del impacto estés, menos chances de hacer algo útil tendrás.
El mundo precisa más y más gente comprometida con producir cambios, nuevas ideas, nuevos ámbitos y realidades que vayan apagando las alarmas de esta crisis. Requiere valentía, esfuerzo y compromiso, sí. ¿Vale la pena? definitivamente. Toda acción coherente entre el pensar y el sentir que encienda la luz verde de la acción válida, la acción moralmente correcta, la acción constructora, la acción comprometida con el futuro y las siguientes generaciones, vale el esfuerzo y produce un registro de unidad interna y de energía extra que no desaparece sino que se continúa en aquellos para quienes has sido referencia.
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La re-evolución comienza con ese tablero interno. Comienza con la decisión de salir de la apatía para con uno y con el futuro encendiendo los censores y haciéndose cargo de atenderlos actuando en consecuencia. Esta re-evolución lo revoluciona todo. Esta evolución cambiará el mundo para mejor. Ojalá y no demores mucho en tomar la decisión. Cuando la tomes sabrás lo que tienes que hacer (sin violencia) allí donde estés. Recuerda, el mundo patina sobre el hielo de la indiferencia y no querrás ver a donde nos llevan los que ahora tienen el volante. Re-acciona!