Por Álvaro Cuadra

Es evidente que el primer afroamericano en la Casa Blanca ya no posee la lozanía ni el glamour de hace cuatro años. De hecho, es una figura que se repite. El síndrome «Once Again” siempre juega en contra. Tampoco es ya una novedad una campaña electoral «Podcast” que innovó la comunicación política utilizando las redes sociales y «Youtube” durante la última elección estadounidense. El ejercicio del poder ha desgastado al presidente Obama. Ya pocos recuerdan el premio Nobel de la Paz frente a una realidad mundial convulsionada. Siria y Líbano constituyen el epicentro de un conflicto que amenaza con llegar a las fronteras de Irán. Si bien las tropas han abandonado oficialmente Irak y la guerra en Afganistán parece olvidada, lo cierto es que la situación dista mucho de estabilizarse en esas latitudes. La situación económica en el planeta tampoco trae buenas noticias. La prolongada crisis de la eurozona y la desaceleración de la economía China se suma a un desempeño más que discreto de la economía norteamericana, instalando el espectro de una seria recesión mundial.

En suma, el gobierno de Obama no trajo ni más paz al mundo ni más bienestar a los ciudadanos de Estados Unidos. Sus políticas de reformas han encontrado más obstáculos y críticas que aplausos. Cuando las expectativas son demasiado altas, la frustración que sigue es más fuerte. Con todo, los sondeos más serios dan una leve ventaja al actual mandatario frente al republicano Mitt Romney, un mormón conservador y defensor a ultranza de la iniciativa privada, próspero empresario y ex gobernador del estado de Massachusetts. En contra del candidato republicano juega el recuerdo vivo todavía del controversial gobierno de George Bush hijo que cerró su mandato en una atmósfera de paranoia anti terrorista y una política internacional tan agresiva como insensata.

El candidato republicano ha cometido una serie de errores comunicacionales que comprometen su estrategia para alcanzar la primera magistratura de su país. Se ha referido con desdén hacia los simpatizantes de Obama, lo mismo que hacia los palestinos, lo que le ha significado una baja significativa en sus pretensiones de voto. Más allá de su figura y la de su compañero de fórmula Paul Ryan, pareciera que la sociedad estadounidense está sufriendo cambios que no hacen nada fácil sostener un discurso «virtuocrático”, inspirado en la tradición y en el fundamentalismo religioso, en un mundo global, multiétnico y multicultural por definición. Si hemos de atender a las encuestas, el presidente Obama debiera salir airoso de la prueba el próximo 6 de noviembre. La lección que ha dejado la actual campaña presidencial estadounidense es que hay veces en que un candidato asegura su camino al éxito no tanto en virtud de sus talentos y buen gobierno sino más bien en las torpezas cometidas por su adversario.