Las noticias que llegan de Bolivia confunden a muchos. La información sesgada lleva
a cierto progresismo – especialmente en Europa – a reforzar las propias convicciones
pesimistas, mostrando al gobierno de Evo Morales como represor de indígenas y traidor
a la causa de su gente y de su tan defendida Madre Tierra. La propaganda del sistema
capitalista, aún en su estertor, se las ingenia para mancillar el nombre de sus mejores
contrincantes. Por ello, es bueno echar cierta luz sobre el conflicto en curso, su contexto
y sus actores, los que aparecen y los que no.

Ante todo, recordemos: Evo Morales Ayma es el primer presidente boliviano de raíces
originarias, que asumió en 2006 con el 54% de los votos, mayoría inédita en un país
cuya historia política está plagada de dictadores y corrupción denominada *“cuoteo”*,
que elevaba a minorías a las máximas categorías del Estado mediante negociaciones
a espaldas del pueblo. Evo es el dirigente de base cuyo gobierno nacionaliza los
hidrocarburos, promueve y lleva a cabo una Nueva Constitución que reconoce la
plurietnicidad y rechaza la guerra como forma de resolución de conflictos. Evo es la
cabeza visible de un gobierno alineado firmemente con la integración latinoamericana
antiimperialista, encarnada en el Alba, el Tratado de Comercio de los Pueblos y
la Unasur. Evo es también quien difunde y defiende en las principales tribunas
internacionales lo que considera una verdad profunda: el derecho de la Pachamama y
el derecho de los seres Humanos a vivir en un entorno ambiental de manera armoniosa,
identificando al capitalismo como el sistema agresor y productor de la degradación
climática. Pero fundamentalmente, Evo – junto a sus colaboradores en el gobierno y
parlamentarios – es quien ha devuelto a las mayorías silenciosas su dignidad personal
y cultural. Quinientos años de oprobio quedaban atrás y los sometidos no clamaban
venganza, sino simplemente un futuro de posibilidades para todos.

¿Es que ahora los sometidos se vuelven contra su propio proyecto liberador? ¿Es que
algo ha cambiado en la dirección mental de quienes encabezan el proyecto? ¿O es
que los intereses afectados desvían la atención y manipulan la información? No es
interesante analizar las cuestiones en clave maniquea, pero si es necesario poner el tema
a tratar en contexto y separar el posible error de la mala fe. Entremos en materia.

El objeto que ha suscitado el conflicto es la carretera proyectada entre Villa Tunari
(en el departamento Cochabamba) y San Ignacio de Moxos (en el departamento del
Beni), ruta que atraviesa en su segundo tramo el Territorio Indígena Parque Nacional
Isiboro Sécure (TIPNIS). Este Parque Nacional fue declarado “territorio indígena”
en 1990 gracias a la lucha reivindicativa y es habitado por las nacionalidades de los
moxeños, yurakarés y caimanes. Éstos están orgánicamente representados a través de la
Subcentral Tipnis en la CIDOB (actualmente Confederación de Pueblos Indígenas de
Bolivia pero originalmente y en su sigla Central de Comunidades Indígenas del Oriente
Boliviano), cuyo presidente Adolfo Chávez es uno de los principales voceros de la protesta.

El motivo que se esgrime y que ha dado lugar a la marcha en curso es por un lado la
oposición al daño ecológico directo e indirecto que conllevará el paso de la carretera por
el Parque Nacional y por otra parte la falta de consulta a los habitantes (y propietarios)
originarios, prescripta – aunque no específicamente para la construcción vial – pero
sí en el espíritu y la letra de la Nueva Constitución Política del Estado para obras que
pudieran afectar el hábitat y los derechos de los pobladores. .

**La mirada geopolítica**

La ruta del conflicto se inscribe en un plan más general de intercomunicación
bioceánica conocido como IIRSA, que pretende mejorar la integración vial en
Suramérica. Esta integración, que mejora ciertamente las posibilidades de comercio y
desplazamiento intraregionales, aspira también a favorecer el comercio internacional,
especialmente con el Asia. En ese sentido, si bien un proyecto capitalista, tiene cierta
componente antiimperialista, poniendo como prioridad el intercambio regional y el eje
Sur-Sur.

Con respecto al impacto de este macroplan a nivel nacional, Bolivia sufre mucho
la falta de infraestructuras de comunicación vial y muchas dificultades prácticas,
mucho de su aislamiento, está en relación con ello. Bolivia perdió su salida directa
al mar en el transcurso de la Guerra del Pacífico y la posibilidad de comunicación
indirecta con el Oceáno Atlántico debiendo ceder importantes vías navegables fluviales
a partir de la Guerra del Chaco. Por otro lado, su escarpada orografía en la región
occidental y la tupida vegetación en sus trópicos han dificultado, junto a factores
mucho menos *“naturales”*, el desarrollo de sus vías terrestres de comunicación. Por ello
es que la carretera mencionada no es rechazada en su necesidad sino discutida en su
implementación.

Por otra parte, el tablero político latinoamericano ha conseguido progresivamente
ir disminuyendo la tremenda influencia neoliberal de los 90, desplazando en
prácticamente todos sus países a los figurines que implementaron el consenso de
Washington. Luego del triunfo de Humala en el Perú, sólo quedan representando a
aquel anticuado modelo el chileno Piñera, severamente jaqueado por un conflicto
estudiantil en esencia antineoliberal y el colombiano Santos, que no consigue integrarse
al NAFTA, otrora meca de los pobres, ahora bastante empobrecido y decadente. En
este sentido, toda oportunidad para la diplomacia yanqui de socavar este mosaico
regional antagónico es muy bienvenido. Por ello es que el conflicto del TIPNIS, que
mella doblemente la popularidad interna e internacional de Morales como defensor de
los derechos indígenas y de la Madre Tierra es saludado y sin duda apoyado por esas
fuerzas foráneas.

Dentro del bloque regional y con respecto al conflicto es clara la posición y
predominancia de Brasil, con un modelo desarrollista socialdemócrata (que alienta
el capitalismo con medidas de redistribución e inclusión de los más pobres). Brasil
financia aproximadamente en un 70 % la carretera conflictiva y una empresa también
brasilera es la que se ha adjudicado su construcción. Brasil está muy interesado en poder
extender regionalmente su potencial comercial e industrial, accediendo a las materias
primas y energía que Bolivia pudiera brindarle, quien se beneficiaría a su vez del
intercambio, aprovechando la pujanza de la locomotora económica brasilera.

**Las miradas mezquinas**

Más allá de los grandes escenarios, este conflicto está lleno de pequeños actores, no
tanto por su tamaño sino por la pequeñez moral de sus intereses. A favor de la carretera,
además del gobierno, están colonos interesados en ampliar sus zonas de cultivo – en
gran medida cocaleros, pero también de otras especies – , petroleras con ambiciones
exploratorias, madereras para las cuales el verde tropical debe ser transformado en
verde papel moneda. En la vereda de enfrente, oponiéndose al plan, la hasta ahora
derrotada pero siempre presente oposición política, económica y mediática, expectante
de aprovechar los flancos débiles de Evo para su provecho. En la mira de estas fuerzas
opuestas al proceso de cambio están especialmente las próximas elecciones del 16 de
Octubre, donde se elegirá de manera directa al poder judicial, tema considerado de
máximo interés por el Gobierno, ya que se intenta a través de ello desplazar un sistema
judicial corrupto y manipulado por el interés privado.

En contra están también dirigentes de la CIDOB y la CONAMAQ, que según
defensores del Gobierno, buscan protagonismo y ventajas. En el caso de la CIDOB,
es abierta su relación colaborativa con USAID – que financia alguno de sus proyectos
– y que es acusada abiertamente por el gobierno de Morales como una organización
que encubre sus maniobras conspirativas con programas en apariencia humanitaristas.
Está claro que varios de esos programas están relacionados con la formación y el
empoderamiento de liderazgos sociales – los cuales en definitiva resultan funcionales al
poder del norte.

También se oponen varias ONG ambientalistas, que en otro momento apoyaron a Evo,
pero que muestran su fachada conservadora en estas oportunidades. En el caso de
este conflicto es de relevancia considerar la influencia de la iniciativa de las Naciones
Unidas conocida como REDD – en español Reducción de Emisiones por Deforestación
y Degradación forestal – que en su folleto nos informa: El mecanismo de reducción
de emisiones de la deforestación y la degradación de los bosques (REDD+) es una
iniciativa que busca motivar a los países en desarrollo con bosques a proteger los
recursos forestales, mejorar su gestión y utilizarlos debidamente para contribuir a
la lucha global contra el cambio climático. El programa se respalda en la creación
de un valor financiero en el carbono almacenado en bosques en pie.” Bolivia es
actualmente destinatario directo del programa, el cual prevé (según el texto del mismo
folleto explicativo “la participación activa de todos los agentes interesados, incluidas
las comunidades y pueblos indígenas dependientes de los bosques.” O sea, habrá
dinero a cambio de conservación ambiental y esa plata será gestionada por actores
representativos de las etnias. ¿Acaso parte de la oposición a la carretera está motivada
por intenciones de posicionamiento en ese sentido? Apostamos que sí.

También la COB (Confederación Obrera Boliviana) se ha sumado a la oposición al
Gobierno. La oposición a un gobierno popular por parte de la combativa agrupación
sindical nacida en 1952, no es fácil de digerir para la izquierda ortodoxa. Sin embargo,
la explicación es simple: la COB tiene como columna vertebral al sindicato minero
y defiende corporativamente sus intereses. La minería – en base a los altos precios
internacionales de los commodities – ha vuelto al lugar de preeminencia entre las
actividades económicas en este país y los representantes mineros quieren aprovechar
la dependencia nacional de este recurso. Ya durante los sucesos del 2006 en Huanuni, principal mina de estaño del país, estuvieron duramente enfrentados la COB y el
Gobierno, huella que predomina en la relación entre las partes. La ironía es que la
minería es una de las actividades económicas más perniciosas para el equilibrio
ambiental, lo cual no pone necesariamente en la vereda ecologista a los sindicatos
mineros, pero como es habitual en la política, cada cual atiende su juego.

**La mirada bienintencionada**

También hay sectores que se oponen al proyecto gubernamental cuyas intenciones
son genuinas. Citamos – a modo de referencia – las palabras del humanista y ex
senador del MAS Gastón Cornejo Bascopé, cuya coherencia y honorabilidad están
fuera de toda duda y quien con justicia denuncia la represión a la marcha indígena. En
relación a la ruta en sí comenta críticamente : *“El estudio efectuado en el Honorable
Senado en la Comisión respectiva sobre el proyecto carretero demostró abundantes
irregularidades en la Licitación y en las inaceptables enmiendas introducidas. Los
análisis de las sociedades de ingenieros de Bolivia demostraron la falencia en el diseño
y el sobreprecio comparativo con otras obras semejantes. Finalmente, la conclusión
normativa de atentado contra más de una treintena de articulados de la CPE, leyes
ambientales, y adscripciones a regulaciones internacionales de la OIT y NNUU.”*

Sin duda que habrá muchos bolivianos que adhieren a esa mirada crítica y sin duda que,
al igual que en ocasión del *“gasolinazo”* anterior, eso hará que el presidente Morales
flexibilice su posición, aceptando enmiendas al proyecto original.

Sin embargo, la determinación gubernamental puesta de manifiesto hasta ahora y que
ha llevado que un tema relativamente menor se transforme en un conflicto nacional, en
los cuales Bolivia es acaso campeón mundial por calidad combativa popular, nos lleva
a echar una mirada hacia fuerzas que están adentro del Gobierno y mucho más adentro
aún, en el interior de sus dirigentes.

**La mirada hacia adentro del Gobierno**

No nos cabe duda que Evo sigue siendo – como lo declaró en el II Foro Humanista
Latinoamericano en La Paz en Noviembre de 2007 – un humanista preocupado por los
derechos y el bienestar de todos aquellos postergados históricamente que recuperaron
su dignidad con este gobierno. Sin embargo, pensamos que está atrapado por una
cierta contradicción inherente a la prisión de paisajes del pasado aún no superados
por modelos verdaderamente revolucionarios. En ese paisaje de formación, que
termina formalizándose como idea, conviven de manera contradictoria el *»buen
vivir»* como modo armónico de convivir con la Naturaleza de raíces originarias, con
el *»mejorar las condiciones de vida»* ligado al desarrollismo y la integración con un
mundo de tecnología y progresos científicos. Esas fuerzas en principio antagónicas se
expresan adentro de su propio gobierno. Hay algunos ministros – entre ellos el canciller
Choquehuanca – más proclives a la mirada indigenista, otros, más en la línea de García
Linera, que aceptan la explotación natural a cambio de mejoras en las condiciones de
vida del pueblo.

Desde mi punto de vista, urge que los mejores gobiernos, los más progresistas del
momento, comprendan que hay modelos revolucionarios durmiendo en la conciencia,
modelos humanistas que es necesario despertar y para ello es necesario agarrar por las astas aquel Minotauro llamado *»paisaje de formación»*, proveniente del pasado,
que impide que dichos modelos de futuro cobren realidad. Y no sólo los gobiernos
sino también los pueblos tendremos que trabajar en superar determinismos antiguos
que no percibimos pero actúan a través de nuestra memoria muy fuera de la época en
que nacieron. Si no lo hacemos, toda revolución contendrá una fuerte componente de
restauración. Más allá de los pequeños y grandes opositores al necesario cambio, este
paisaje antiguo, incubado en nosotros mismos, será nuestro mayúsculo opositor.