Cuando Evo Morales asumió el poder declaró, «Somos Presidente», aludiendo a que el periodo gubernamental que se iniciaba con él no era el gobierno de una persona sino de un conjunto de ciudadanos, más específicamente de la mayoría indígena, la porción más numerosa de los ciudadanos de la nación altiplánica.

Y hasta ahora ése ha sido no sólo su discurso y la razón esgrimida para los cambios más profundos y revolucionarios que ha impulsado en Bolivia, sino que ha sumado la acción cuando se trata de demandar o de proteger los intereses y los derechos de la población mayoritaria, por lo demás, la más postergada y la más humilde de su país.

Morales se ha sumado en más de una oportunidad a las largas marchas ya tradicionales por medio de las cuales el pueblo boliviano expresa su voto político, ha jugado partidos de fútbol en las alturas para demostrar que las gestas deportivas internacionales se pueden desarrollar en su país, y ahora se ha sumado a una huelga de hambre junto a otros líderes sociales para lograr que los parlamentarios de la oposición voten una ley que permitirá realizar los comicios generales previstos en el mes de diciembre.

Según la oposición, el padrón electoral existente, el mismo que se utilizó para la votación ilegítima de las autonomías, debe ser modificado y sometido a un proceso de modernización que podría retardar toda elección en Bolivia durante al menos uno o dos años. Desde el mismo sector se cuestionan los procedimientos para aplicar la constitucionalmente nueva ley que permitirá votar a los bolivianos que residen en el extranjero. Por último, y quizás la razón de más peso, los parlamentarios opositores se oponen a las fórmulas hasta ahora discutidas que buscan garantizar la representatividad en el congreso de las minorías indígenas.

En el contexto latinoamericano, plagado de gobernantes que no se inhiben a la hora de imponer leyes por la fuerza o la maña, de sancionar acuerdos entre cuatro paredes o de tomar medidas sin consulta o en los periodos de vacaciones, la respuesta política de Evo Morales es, por decir lo menos, insólita, y una vez más, ejemplar.

La huelga de hambre, mundialmente conocida por ser una de las herramientas políticas que utilizó Gandhi para lograr la independencia de la India del imperio inglés, puede resultar incomprensible para la población de los países occidentales que no conoce el hambre. La filosofía que la sustenta, sin duda es igualmente extraña para culturas que todo lo han logrado por la fuerza y que validan la lucha contra el opositor e incluso el exterminio del enemigo. Sin embargo, el presidente Morales no vacila en servirse de ella, sumando así una nueva acción ejemplar a otras anteriores como la de no apelar a la fuerza militar o policial para contener a las poblaciones o la de proponer que Bolivia renuncie a la guerra como forma de solucionar conflictos.