¿Qué hacer con una persona que molesta a los dueños de los poderes, sea cual sea la estación del año? El primer intento es la cooptación, especialmente si es popular.

Si no tiene éxito, viene la tarea más compleja de eliminar lo molesto. Es necesario inventar un pretexto para acusarlo. En el caso de Jesús «tenemos una ley, dijo que era hijo de Dios y que el que dice ser hijo de Dios debe morir» (Juan 9,7).

El tercer paso es la delación. Siempre hay un traidor en el grupo, alguien capaz de vender a sus amigos por treinta monedas de plata, siempre y cuando le sea conveniente, incluso por un beso (Mateo 26, 49).

El cuarto paso es su arresto. Jesús, una vez denunciado, fue arrestado bajo la presión de los líderes religiosos y llevado ante la autoridad política, Pilatos. No quería condenarlo, pero, bajo la presión popular, decidió lavarse las manos. Un jurado de comparecencias, para formalizar la ejecución.

El quinto paso fue la tortura: azotes, coronas de espinas, escupitajos y ofensas (Mateo 27:27).

El sexto paso es la ejecución pública. Tuvo que caminar por las calles con la cruz en la espalda para ser humillado. Algunas mujeres sienten pena y lloran. Jesús no se hace el pobrecito y les dice: «No lloréis por mí, sino por vosotros mismos y por vuestros hijos» (Lucas 23,28).

El último paso es la ejecución, en el caso de Jesús, en la cruz. Fue la condena de los peores delincuentes, pero también de muchas personas inocentes. Lo que distingue a Jesús no es el tipo de muerte, sino la persona diferente que él era.

Jesús no se quejó, no prometió venganza, no maldijo su propia condición. Ya le había dicho a Pedro y a sus discípulos que había renunciado a su vida por su propia voluntad. Por lo tanto, incluso cuando fue encarcelado, se sentía libre.

Finalmente, resucitó, y allí sus verdugos ya no tenían ningún poder sobre él.  No regresó para vengarse de Judas, o de los fariseos, o de Herodes y Pilato. En su resurrección señaló la plenitud del tiempo, la plenitud, el punto de llegada de todo el universo, donde estarán los humanos y toda la creación redimida. Estarán todos los explotados, los torturados, los ejecutados, los dinosaurios, los rinocerontes, los elefantes, todos los vegetales, todos los animales, incluido Blackie, nuestro perro que murió estos días.

En un tiempo tan oscuro y mezquino como el de la humanidad, particularmente el Brasil, que la grandeza amorosa del Resucitado esté en todos nosotros.

 

Traducción del portugués por Nicolás Soto