Podríamos haberlo titulado simplemente «La Cadena Rota», tres palabras que resumen con crudeza el fallo sistémico en el cribado del cáncer de mama que ha dejado a aproximadamente 90.000 mujeres en un angustioso limbo sanitario. Pero las cifras, por impactantes que sean, nunca logran capturar la dimensión humana del drama. Esta es la historia de un eslabón perdido, de un procedimiento que se rompió entre la prueba y el resultado, entre la prevención y la acción. Es el relato de cómo un sistema diseñado para salvar vidas, por pura inercia administrativa y descoordinación, puso en grave riesgo la salud de miles de mujeres en la Comunidad Valenciana, en un eco preocupante de lo ocurrido en Andalucía, donde miles de pruebas sí se realizaron pero no fueron notificadas correctamente, mientras que en Valencia directamente no llegaron a hacerse. Detrás de la frialdad de los números late la ansiedad de quienes esperaron durante meses un resultado que nunca llegó, o ni les llegó la convocatoria a la prueba siquiera. El silencio del Sistema de Salud se convertía en un umbral que superar y hay que tener tiempo energía y disponibilidad para vencerlo. Este artículo no solo busca señalar un fracaso, sino adentrarse en el porqué: en la falta de sistemas de gestión modernos, en la externalización de servicios críticos y en la urgente necesidad de implementar una tecnología que garantice que nadie se pierda por el camino.
La cadena rota en un proceso previsible, conocido, que debió funcionar debidamente…
La sombra de la descoordinación, que ya se cernía sobre el sistema sanitario andaluz, ha cruzado fronteras para instalarse en la Comunidad Valenciana. Lo que en un principio parecía un caso aislado se revela ahora como un síntoma de una enfermedad sistémica: la de unos programas de cribado de cáncer de mama que fallan estrepitosamente en su eslabón más crítico, la comunicación con las pacientes. Detrás de las cifras frías y las denuncias políticas, emergen historias de meses de angustia y una pregunta inquietante: ¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI una mujer pueda someterse a una prueba crucial y quedar después sumida en un silencio administrativo que pone en riesgo su vida? ¿Cómo es posible que averiguar la resulta de un cribado, o su petición manifiesta de que por edad y condiciones de salud, lo necesita, se convierta en un superación de umbrales administrativos, tiempo invertido, telefónico o presencial?
“El Descubrimiento”: una cifra que delata un fracaso de previsión y gestión
El problema saltó a la luz pública en las Cortes Valencianas de la mano del diputado socialista Rafael Simó, pero su revelación fue solo el epílogo de un fracaso acumulado durante meses. Cada día de retraso en esa cadena de descoordinación tenía un coste humano invisible: mujeres para las que el «tiempo de respuesta» no era una métrica burocrática, sino la delgada línea que separa un tumor benigno y tratable de una malignidad que exigiría quimioterapia, radioterapia o cirugías más agresivas. El sistema, diseñado precisamente para ganar esa carrera contra el reloj biológico, les falló en el momento más crítico.
«Un sistema obsoleto y desorganizado»: El conseller de Sanidad, Marciano Gómez, ha reconocido que se encontraron con «un programa en riesgo: desorganizado, tecnológicamente obsoleto y con fallos graves en los circuitos asistenciales, la capacidad de respuesta y la calidad de datos».
Bien. ¿Pero ahora qué? Surge otra pregunta más en este análisis, y es la obvia que cualquier analista de procesos formularía es: ¿Cómo es posible que un Sistema Sanitario, establecido, con historia larga ya como Comunidad, ante una pirámide poblacional perfectamente previsible y unos flujos de pacientes calculables, no activara con antelación los mecanismos de escalado de recursos? … {estos puntos suspensivos no son una pausa teatral. Es cosa seria y para estudio} El reconocimiento del fallo ahora debería desencadenar no una cascada de dimisiones o ceses, sino cambios reales (véanse ElPeriodico, ElMundo, ElPaís).
La planificación, los presupuestos y las actuaciones debieron arrancar con años de antelación, pero el resultado fue el contrario al necesario: un colapso por acumulación que convirtió la prevención en una ruleta rusa.
DIAGNÓSTICO SISTÉMICO: España, un archipiélago de sistemas sanitarios, y procesos obsolescentes, que no hablan entre sí
Desde una perspectiva de gestión procesal, el caso valenciano no es una anomalía, sino el síntoma terminal de un mal crónico: la administración sanitaria española opera con una lógica pre-digital, en la era de la inteligencia artificial. Aún anda integrándose en el Siglo XX, cuando ya hemos quemado el primer cuarto de Siglo del XXI.
Por poner un ejemplo: Mientras la banca gestiona millones de operaciones diarias con sistemas que trazan, notifican y escalan cada incidencia automáticamente; lo mismo las grandes compañías aseguradoras; y la Justicia en las Comunidades Autónomas más avanzada ya digitaliza sus expedientes para que secretarios judiciales y abogados sigan el estado de cada caso en pantallas con semáforos y acciones predefinidas,… Mientras todo eso ya sucede y es real, la Sanidad Pública sigue enterrada en un mar de papeles, correos postales, notas adhesivas, sistemas semi-informatizados e incompatibles entre sí. Todo funciona por el gran voluntarismo heroico de sus profesionales, que se pierde por el camino. Donde por «camino» hay que entender: «…un sistema «obsoleto» y «desorganizado»», como reconoce el conseller de Sanidad, Marciano Gómez, que sufre la GVA (o Administración Autonómica [Generalitat Valenciana], en su lengua). Bien ¿y ahora qué?
El problema estructural es la ausencia de un sistema de gestión procesal sanitario interoperable. No se trata de que falten protocolos –que los hay, y muchos–, sino de que no están implementados en un software inteligente que obligue al cumplimiento de los flujos de trabajo, notifique las incidencias en tiempo real y evite que cualquier paciente, como María, se pierda en un limbo de silencio. Un sistema así liberaría a médicos y administrativos de la carga mental de «recordar» qué toca a continuación, automatizando las comunicaciones, generando citas derivadas automáticamente y poniendo banderas rojas en los expedientes que requieren acción urgente.
Es un escándalo de profesionalidad que, en pleno siglo XXI, el historial clínico de un ciudadano se trunque al cruzar una frontera autonómica (cambio de residencia, estancia larga… es un lío en España). Esta fragmentación en 17 sistemas sanitarios [mas dos Ciudades autónomas (Ceuta y Melilla)] inconexos, o poco conexos, convierte a España en un archipiélago de ineficiencias. Un laberinto medico/administrativo cuando una familia con un bebé que se traslada de Valencia a Madrid, o un trabajador que muda de Cataluña a Andalucía,… Su historial debe empezar casi de cero, con la consiguiente pérdida de información crítica, repetición de pruebas y, en última instancia, riesgo para su salud. A menos que pida en su Comunidad de origen, en Atención al paciente el volcado en CD/DVD o el medio que tengan a bien, de su historial médico y lo entregue en la Comunidad receptora y allí tengan medios para incorporarlo a su particular sistema de Historiales médicos.
Un laberinto como el «Castillo» de Kafka… Que la competencia transferida de Sanidad (salud y todo lo relacionado), no puede ser excusa para la incomunicación y la creación de un laberinto o perdida de información del paciente. Si los bancos o Hacienda, pueden operar de forma segura y unificada en toda España, ¿por qué no la Sanidad? Respetando el margen de operatividad que cada Comunidad Autónoma tiene por Ley, el País y sus ciudadanos son comunes y no entendemos de fronteras y conflictos de competencias. Nuestras dolencias y necesidades no entiendes de fronteras y lineas de puntitos trazadas en un mapa. Ni de mandangas que suenan a hervir 17 raciones de buen caldo en 17 pequeñas ollas distintas, en vez de hacer un guiso común en una olla grande para 17. Cosa, que por economía de escala resultará mejor (menos gas, menos evaporación, más seguridad implementable). Es un ejemplo o comparación chusco. El ejemplo de las 17 raciones de caldo por separado o una olla grande, es obvio que no aplica bien del todo. Quedaría la tarea de servir y llevar la ración a cada plato. Pero la idea fundamental es clara.
Porque, al margen de toda la arquitectura autonómica del Estado, la conclusión es obvia para cualquier analista: la solución no pasa solo por inyectar más dinero, sino por una reingeniería radical de los procesos y puesta en común. Se necesita un software de gestión sanitaria a escala nacional, con especificaciones comunes, traducible a cada Comunidad y sus lenguas cooficiales, que sea capaz de incorporar la estructura sanitaria publico/privada existente de cada Comunidad. Por tanto, modular y (importante) con capacidad de interoperar historiales o intervenciones o interconsultas, entre comunidades. Se necesita URGENTE un sistema que convierta los protocolos aislados, el voluntarismo, la subespecialidad médica, lo departamental,… Si «departamental» … Esos “silos” aislados de acción y conocimiento, incluso dentro de un gran hospital, que no colabora bien entre sí por falta de ese sistema procesal que ayude a que todo sea un ser orgánico y organizado… 17 Comunidades más dos Ciudades Autónomas, perfecto pero para un solo fin… Gestionar la sanidad o la salud, e ir hacia la prevención más que a la intervención tardía, etc, estemos donde estemos.
Se desprende fácilmente que el papel y los protocolos o costumbres departamentales o por especialidades pueden modelarse perfectamente, hasta ser flujos de trabajo digitales o pantallas que permitan a cada facultativo o personal medico o paramédico, enfermería ir completando pantallas y alimentando el sistema de la información a medida que van avanzando el servicio prestado. Así evitamos el silencio, u olvido, en notificaciones automáticas, y la descoordinación en trazabilidad completa. Así el paciente no ha de perseguir el resultado de “su caso” o —“¿Qué hay de lo mío?”; —“Pues no sé vuelva la semana que viene”.
Hasta que esto no suceda, seguiremos parcheando crisis con comparecencias y planes de choque, mientras el sistema sigue generando, de forma silenciosa y previsible, más casos como el de las 90.000 mujeres valencianas. Es, en definitiva, una cuestión de voluntad política y de profesionalizar la gestión de lo público con las herramientas que el siglo XXI ya ha inventado y demostrado.
El rostro humano: la historia de hasta ocho meses de silencio
Mientras los políticos debatían sobre números, María, una mujer de 68 años, vivía en carne propia la consecuencia de esas estadísticas. Tras realizarse su mamografía de rutina en febrero de 2025, con un año de retraso, se preparó para la espera habitual de los resultados. Pero una semana pasó, luego un mes, y después ocho. «Estar pensando si está bien o mal es horroroso», relata.
Sus llamadas a la unidad de cribado no obtenían respuestas claras. La incertidumbre se convirtió en una compañera constante, hasta que, desesperada, decidió tomar las riendas de su salud. Fue a través de una ecografía privada y una derivación al radiólogo al margen de los canales oficiales como finalmente supo que estaba bien.
Su diagnóstico fue negativo, pero el trauma del proceso dejó una huella imborrable. La historia de María no es única; es el reflejo de un fallo en cadena que deja a las pacientes varadas, sin un guía en el laberinto sanitario.
La respuesta Institucional: promesas en una crisis por obsolescencia procesal evidenciada
Ante la presión mediática y política, el conseller Marciano Gómez se vio obligado a comparecer y trazar una hoja de ruta para salir del atolladero. Su diagnóstico fue contundente: se habían encontrado con «un programa en riesgo: desorganizado, tecnológicamente obsoleto y con fallos graves». La solución inmediata fue un compromiso de transparencia: la comunicación de los resultados no superaría los 30 días. Las cartas de invitación comenzaron a incluir instrucciones claras sobre qué hacer si el silencio administrativo se prolongaba, dirigiendo a las mujeres al SAIP del hospital o a una dirección de correo electrónico específica.
Pero las soluciones de parche no bastan. Para el primer semestre de 2026, la Conselleria promete una transformación digital profunda. La app GVA Salut se convertirá en el canal principal, enviando invitaciones y resultados por vía digital, un intento de dejar atrás la dependencia del correo postal, lento y poco fiable. El plan a medio plazo se sustenta en seis pilares: desde la renovación de los mamógrafos, muchos de ellos antiguos y con mantenimiento deficiente, hasta la incorporación de la Inteligencia Artificial como apoyo en la lectura de las pruebas. Es un reconocimiento tácito de que el sistema no solo se había quedado sin recursos, sino también sin las herramientas de gestión necesarias para el siglo XXI.
Un patrón peligroso: el eco del caso de Andalucía (el SAS)
La situación en Valencia resuena con un eco siniestro proveniente del sur. El caso andaluz, donde entre 2.000 a 4.000 mujeres nunca (cifras a día de hoy) se les notificaron sus resultados y que ahora está en manos de la Justicia, sirve de espejo. Los partidos de la oposición en la Comunitat no han dudado en señalar que «lo que está ocurriendo en Andalucía no es un caso aislado», insinuando un «modelo ideológico» de privatización y desmantelamiento de la sanidad pública que se repite en territorios gobernados por el PP. Esa parte es cierta. Pero sigue siendo cierta lo señalado en el apartado “La “solución invisible” pero posible “: Gobierne quien gobierne, los procedimientos el proceso y su continuidad es independiente de la Política salvo que venga con iniciativas o mejoras que habrá que estudiar calibrar e incorporar al sistema. Así el cuerpo histórico y anecdótico de quien gobierna en cada momento queda articulado por un esqueleto definido y concertado entre todas las Comunidades. Del mismo modo que no se concibe que un delito o caso que llegue a Tribunales en la Comunidad “X” sea tratado o incluso ignorado con respecto de la “Y” donde se manejan mejor… El trasfondo está claro.
Esta conexión sugiere que los problemas de fondo pueden ser compartidos: una externalización cuestionable de servicios críticos y una gestión pública que ha descuidado sus estructuras internas en favor de derivar pacientes y pruebas a la privada, fragmentando la continuidad asistencial.
La “solución invisible” pero posible: Sistemas que piensan con y por los pacientes, asistiendo a los profesionales de la Salud
El fallo, en esencia, no es solo de recursos, sino de procedimiento. Lo que falló en Valencia y en Andalucía es el «sistema nervioso» de la atención sanitaria: la cadena de procesos que debería garantizar que cada expediente fluya sin obstáculos. Mientras otros sectores, como el de los seguros, llevan décadas operando con sofisticados sistemas de gestión procesal, la sanidad pública sigue a menudo anclada en protocolos de papel y comunicaciones que se pierden en el camino.
La modernización pasa por implementar tecnologías que actúen como un director de orquesta invisible. Imaginemos un sistema donde, tras una mamografía con un resultado dudoso, se active automáticamente un flujo de trabajo: una alerta para el radiólogo, la generación de una cita para una ecografía, el envío de una notificación clara a la paciente y una bandera roja en la pantalla del médico de cabecera. La Inteligencia Artificial, que Valencia ya planea usar para el diagnóstico, podría ser el «agente» que dispare estas acciones, vigilando los plazos y avisando a los responsables cuando un caso se estanca. Liberaría a los profesionales de una carga administrativa agotadora y, lo más importante, aseguraría que nadie, como le pasó a María, quede abandonada a su suerte en el silencio.
Este potencial de la gestión automatizada de procesos, más el auxilio de la IA va más allá de la gestión de expedientes; puede revolucionar la propia interacción con el paciente. Para ello existen ya sobradas soluciones técnicas que, ayudadas por una inteligencia artificial diseñada con el conocimiento clínico adecuado y un universo de datos suficiente, cuando entra en contacto con los pacientes,… estos se abren y comunican con una franqueza. Resulta que estadísticamente más y mejor que lo que muestran en una consulta presencial, condicionada por la vergüenza, los prejuicios o la simple premura del tiempo.
Por eso una IA en un sistema/proceso conversacional, perfeccionado con las tecnologías actuales de lenguaje natural, podría realizar una anamnesis preliminar telefónica o por chat, repreguntando de forma inteligente hasta obtener un relato clínico detallado y estructurado. la IA luego organiza la experiencia (respuestas e interacción). El resultado sería un resumen, o incluso un abanico de prediagnósticos probables, que el médico de cabecera tendría ya en pantalla cuando el paciente llegue finalmente a su consulta. Tiempo ganado y salud ganada.
Esto no sustituye el criterio humano, sino que lo potencia, liberando al profesional de la tediosa labor de transcripción y permitiéndole centrarse en el matiz, la exploración física y la relación terapéutica. Esta misma lógica se aplicaría a las renovaciones de recetas o al seguimiento de tratamientos crónicos, donde el sistema podría monitorizar la adherencia y disparar alertas al médico o a la unidad de farmacia si detecta desviaciones preocupantes, transformando un modelo reactivo en uno proactivo y preventivo.
La crisis del cribado en la Comunidad Valenciana fue una tragedia evitable, porque allí sabían que censo y edades y demás aspectos sociológicos la Sanidad tenía entre manos para atender con previsión. Todo esto exige una reflexión profunda. No se resuelve solo con más dinero o más personal, sino con la inteligencia de diseñar sistemas a prueba de fallos. La promesa de la sanidad pública no es solo curar, sino también cuidar. Y ese cuidado comienza con la certeza de que, cuando una mujer se hace una prueba para salvar su vida, el sistema hará todo lo posible por no defraudarla.













