Tenían oro, café, banano y petróleo. Les dejaron deuda, violencia y maquilas. Lo que no saquearon los imperios, lo remataron las repúblicas.
Lo que comenzó con carabelas, continuó con contratos. Lo que fue primero saqueo imperial, se transformó en expolio republicano. La Parte I nos mostró los siglos del oro, el café y el banano arrancados a punta de cruz y pólvora. Pero el siglo XX no trajo redención. Trajo bancos, tratados, militares entrenados en Washington y presidentes puestos por embajadas. Aquí comienza el segundo acto. Ya no llegan los barcos pero llegan los fondos de inversión. Ya no se imponen virreyes pero se eligen gobiernos que obedecen igual. Centroamérica no fue liberada, solo cambió de amo.
5 – Siglo por siglo, lo que nos quitaron
1.500 a 1.600
Cuando llegaron los primeros colonos, la palabra Centroamérica ni siquiera existía. Eran pueblos diversos, idiomas ancestrales, culturas vivas. Los pipiles, los lencas, los mayas k’iche’, los garífunas. En menos de un siglo más del 80 por ciento de la población originaria había desaparecido. Las enfermedades europeas fueron la primera arma, pero no la única. La segunda fue el trabajo forzado, las encomiendas, las plantaciones y las minas. Entre Guatemala, Honduras y Nicaragua se estima que se extrajeron más de 200 toneladas de oro y plata durante ese siglo. Y nadie pidió permiso.
1.600 a 1.700
La minería colonial decayó en volumen pero aumentó en violencia. El oro fácil ya se había ido, ahora se necesitaba excavar más hondo y presionar más a los pueblos. Se introdujeron esclavos africanos para compensar la disminución demográfica indígena. Surgieron las castas. Las ciudades coloniales se consolidaron como centros de acopio y envío. La riqueza seguía saliendo pero la pobreza se quedaba. El comercio de cacao, añil y maderas preciosas se sumó al botín. Se calcula que solo en este siglo salieron más de 300 toneladas en recursos estratégicos desde la región.
1.700 a 1.800
El oro seguía fluyendo en menor volumen pero las plantaciones de añil y caña aumentaban su importancia para la economía colonial. El poder se concentró en criollos leales a la corona y los pueblos originarios fueron relegados a zonas marginales. La evangelización terminó de romper los lazos culturales. Se destruyeron más de 1.000 códices, se abolieron lenguas enteras. El saqueo ya no era solo físico, era simbólico. Se vaciaban las minas pero también las memorias.
1.800 a 1.900
Las independencias llegaron sin soberanía. El poder cambió de manos, pero no de intereses. El oro fue reemplazado por el café y el banano. Y los nuevos imperios ya no venían en carabelas sino en ferrocarriles. El siglo XIX fue el siglo del United Fruit Company, de los presidentes puestos por telegrama, de las guerras civiles financiadas por banqueros ingleses. Más de 400 toneladas de oro salieron solo en la segunda mitad del siglo, esta vez en forma de exportaciones controladas por nuevos amos. Los pueblos indígenas fueron borrados de los censos oficiales. Algunos países los declararon “asimilados”. Pero seguían ahí, resistiendo en silencio.
1.900 a 1.950
El siglo XX comenzó con dictaduras, intervención extranjera y más saqueo. En Honduras y Nicaragua, las minas eran operadas por empresas estadounidenses como Rosario Mining Company. En Guatemala la oligarquía cafetalera estrechó lazos con Washington. El oro se convirtió en divisa estratégica y los minerales en razones de guerra. La minería moderna desplazó pueblos, desvió ríos y cavó el hambre. La población indígena fue empujada a los márgenes de la sociedad. El racismo se institucionalizó. La riqueza era invisible, pero se medía en toneladas y en cadáveres.
1.950 a hoy
El neoliberalismo llegó con la excusa del desarrollo. El oro volvió a ser codiciado, pero esta vez con leyes a la medida del saqueador. Se firmaron tratados de libre comercio que legalizaron la entrega. Las empresas se convirtieron en Estados paralelos. El 90 por ciento de la producción actual de oro está en manos de firmas extranjeras. Se calcula que desde 1950 hasta hoy han salido más de 2.500 toneladas de oro de Centroamérica, equivalentes a más de 180.000 millones de dólares. Y sin embargo, los países siguen entre los más pobres del continente.
En el mismo periodo las poblaciones originarias pasaron del 30 por ciento a menos del 12 por ciento, lenguas desaparecieron, culturas fueron convertidas en atracción turística. El oro nunca dejó de salir, solo cambió de canal. Pero el saqueo siguió, siglo por siglo, pulso a pulso. Hasta hoy
6 – Resumen del Saqueó y el Exterminio
1) Antes de 1.500 –
Centroamérica estaba habitada por más de 8 millones de personas originarias, entre ellas los mayas, pipiles, lencas, misquitos, chorotegas, tolupanes, cacaoperas y náhuat. Las materias primas eran extraídas de forma sostenible: cacao (moneda), sal, jade, obsidiana, plumas, miel, cerámica, piedra caliza y en menor escala oro aluvial. Se estima que menos de 15 toneladas de oro fueron extraídas en toda la región antes de 1500, usadas ritualmente. Valor estimado: 1.100 millones de USD actuales. Población originaria: +8 millones. Genocidio aún no empezaba.
2) 1.500 a 1.600 –
Con la llegada de los españoles el saqueo fue brutal. Se extrajeron aproximadamente 200 toneladas de oro y 30 toneladas de plata por métodos de lavado y extracción forzada. Se introdujo la encomienda que devastó pueblos completos. Además se exportaron resinas, maderas preciosas, algodón, añil y cacao con valores globales estimados en más de 12.000 millones de USD actuales. Población originaria: bajó de 8 millones a menos de 1,8 millones por guerras, enfermedades, trabajos forzados y hambre. Exterminio humano: más del 75% en un siglo.
3) 1.600 a 1.700 –
Se profundizó la explotación agrícola (añil, caña de azúcar, algodón, tabaco) con exportaciones que superaron 100.000 toneladas combinadas, además de 70.000 toneladas de maderas preciosas (cedro, caoba, guayacán). Se sumó la trata de esclavos africanos en menor escala. Valor estimado: 18.000 millones USD. Población originaria: menos de 1,5 millones. En muchas zonas, como el occidente de El Salvador y Guatemala, sobrevivieron solo los que se refugiaron en zonas remotas.
4) 1.700 a 1.800 –
Siglo de consolidación colonial y expansión del añil. Se estima la exportación de más de 300.000 toneladas de añil y tintes vegetales, junto con 150.000 toneladas de maderas, cacao, algodón y caña. Las minas de oro y plata siguieron activas en zonas de Honduras y Nicaragua. Valor conjunto: más de 35.000 millones USD actuales. Población originaria: menos de 1 millón en toda la región. Casi todas las lenguas y religiones prehispánicas fueron reprimidas o erradicadas.
5) 1.800 a 1.900 –
Siglo de independencia formal pero neocolonialismo económico. Auge de las exportaciones de café, banano y maderas. Se calcula que se exportaron: 1 millón de toneladas de café, 2 millones de toneladas de banano y más de 500.000 toneladas de madera, además de ganado, índigo y azúcar. Valor estimado: 70.000 millones USD actuales. Las grandes fincas surgieron sobre tierras despojadas. Se reprimieron los levantamientos indígenas. Población originaria: menos de 600.000 reconocidos como tales.
6) 1.900 a 1.950 –
Control directo de compañías extranjeras, como United Fruit Company. Se exportaron más de 4 millones de toneladas de banano, 1,5 millones de toneladas de café, además de cacao, maderas, oro industrial y petróleo en pequeña escala en Guatemala y Honduras. Valor estimado: 140.000 millones USD. Población originaria: menos de 400.000 reconocidos formalmente.
Muchas comunidades sobrevivieron ocultas o sin reconocimiento legal.
7) 1.950 a la actualidad –
Neocolonialismo económico, TLC, deuda externa, narcoextractivismo y megaproyectos. Se han exportado en estos 75 años: más de 15 millones de toneladas de banano, 8 millones de toneladas de café, 4 millones de toneladas de azúcar, 3 millones de toneladas de palma africana, millones de metros cúbicos de madera, más oro, níquel y petróleo (Guatemala, Nicaragua, Honduras). Valor estimado total: más de 650.000 millones USD actuales. Población originaria actual: cerca de 1,5 millones, según registros oficiales, aunque la cifra real podría ser el doble.
Casi todas las lenguas indígenas están en peligro. El saqueo continúa, ahora con otro nombre.
7- Cifras que nunca deben olvidarse, aunque se repitan, aunque se repitan en esta columna….
1) Antes de 1.500 – Materias primas: 15 t oro, jade, obsidiana, cacao ritual, sal, plumas. Valor estimado: 1.100 millones USD. Población originaria: +8 millones. Población final del período: intacta.
2) 1.500–1.600 – Materias primas: 200 t oro, 30 t plata, 10.000 t cacao, 40.000 t algodón, 5.000 t resinas, 20.000 t madera. Valor estimado: 12.000 millones USD. Población originaria: 8 millones. Población final: 1,8 millones.
3) 1.600–1.700 – Materias primas: 100.000 t agrícolas (añil, algodón, tabaco), 70.000 t maderas finas. Valor estimado: 18.000 millones USD. Población originaria: 1,5 millones. Población final: menos de 1,2 millones.
4) 1.700–1.800 – Materias primas: 300.000 t añil, 150.000 t madera, 40.000 t cacao/algodón, 30 t oro. Valor estimado: 35.000 millones USD. Población originaria: 1,2 millones. Población final: menos de 1 millón.
5) 1.800–1.900 – Materias primas: 1.000.000 t café, 2.000.000 t banano, 500.000 t madera, 100.000 t azúcar. Valor estimado: 70.000 millones USD. Población originaria: 600.000 reconocidos.
6) 1.900–1.950 – Materias primas: 4.000.000 t banano, 1.500.000 t café, 200.000 t cacao/tabaco, petróleo y metales industriales. Valor estimado: 140.000 millones USD. Población originaria: 400.000 reconocidos oficialmente.
7) 1.950–2.025 – Materias primas: 15.000.000 t banano, 8.000.000 t café, 4.000.000 t azúcar, 3.000.000 t palma, millones de m³ de madera, níquel, oro, petróleo. Valor estimado: 650.000 millones USD. Población originaria actual: 1,5 millones registrados, la mayoría en pobreza y con lenguas en extinción.
8 – Centroamérica saqueada, partida y aún de pie
Centroamérica fue amputada, isla por isla, selva por selva, lengua por lengua. Primero vinieron por el oro, luego por la tierra, después por los cuerpos. Y cuando ya no quedaba qué extraer, vinieron por los bancos, las leyes, los tratados. Y hoy siguen viniendo.
Más de 1,1 billones de dólares en materias primas fueron extraídos de estas tierras en 500 años. Café, cacao, banano, oro, madera, petróleo. Y no quedó riqueza, solo deuda y hambre. Millones de personas originarias fueron exterminadas antes de que existiera la palabra genocidio. Los españoles no lo llamaron así, los ingleses no lo reconocieron, Estados Unidos lo maquilló con contratos. Pero el exterminio existió, no fue simbólico, fue físico, demográfico, cultural. Fue lingüístico, fue espiritual.
Centroamérica fue el laboratorio del saqueo global. Aquí se ensayaron las primeras encomiendas, aquí se industrializó el banano, aquí se impusieron dictaduras al servicio de empresas, aquí se multiplicaron las bases militares y aquí se mató al indígena a nombre de la civilización. Todo antes del nazismo, todo antes de Auschwitz, todo sin juicio, todo con impunidad.
Hoy Centroamérica sobrevive pero no fue reconstruida, fue silenciada, migrada, fragmentada. Se empobreció con riqueza en el subsuelo, se endeudó habiendo financiado imperios.
La pregunta no es cuánto se robaron, la pregunta es cuánto más queda por devolver y quién tendrá el coraje de denunciarlo
La región invisible
Centroamérica no tuvo un gran imperio como los aztecas ni un tesoro como Potosí, no tuvo la fama del oro de Perú ni los diamantes de Brasil pero tuvo algo más brutal que la riqueza, tuvo el olvido. El saqueo no se midió en toneladas, se midió en silencio y ese silencio sigue.
Desde Panamá hasta Belice, desde San Salvador hasta Tegucigalpa, la historia ha sido una larga retirada. Retirada de derechos, de memoria, de autodeterminación. A veces llegaron con sotanas, a veces con fusiles. Después con cheques y ahora con decretos pero el botín nunca dejó de salir. Oro, sí, pero también agua, bosque, uranio, mano de obra, soberanía.
Y el mundo miró hacia otro lado, miró a los volcanes, a los cafetales, a las playas baratas. Pero no miró el agujero, no miró las cicatrices, no miró lo que realmente se llevaron.
Hoy Centroamérica está dividida por fronteras que no dibujaron sus pueblos, está endeudada con bancos que no financiaron su dignidad y está saqueada por tratados que no firmaron sus comunidades. La palabra independencia nunca llegó completa, llegó mutilada, llegó acompañada de nuevas cadenas.
Pero los pueblos siguen ahí. Las lenguas que sobrevivieron, los rituales que se escondieron, los nombres que se resisten a desaparecer. No hubo oro suficiente para borrar la memoria. Y cada vez que un niño nace con apellido maya, con piel lenca, con voz garífuna, la historia se reinventa.
Centroamérica no fue botín, fue herida. Y esa herida no cicatriza con inversión extranjera ni con promesas electorales. Solo se sana con verdad, con soberanía, con justicia. Y con la decisión profunda de que nunca más se repita.
Ni aquí, ni en ningún rincón saqueado del continente.













