La ciudad de Ayacucho escuchó la voz fresca y potente de la poeta boliviana Valeria Sandy. Ella viene cargada de versos de una sincera hermandad. Porque la palabra de Valeria no conoce fronteras: cruza, abraza, une.

Por: Sixto Sarmiento

  1. ¿Qué lugar ocupa hoy la poesía en la sociedad boliviana, especialmente entre las nuevas generaciones?

Despierta, la poesía boliviana está en constante proceso de descubrimiento y renovación. Se expande, se transforma, y cada día encuentra nuevas formas de manifestarse en la voz de quienes comienzan a explorarla. Provoca en las nuevas generaciones no solo curiosidad, sino un verdadero deseo de vincularse con su tradición, de entenderla, cuestionarla y, sobre todo, de dialogar con ella desde una mirada contemporánea. Hay un impulso genuino por apropiarse del lenguaje poético, por hacerlo suyo y al mismo tiempo reconocer en él las raíces culturales y sociales que los atraviesan. Soy optimista: lo que veo y escucho en sus propuestas es fresco, potente y necesario. Sin embargo, falta crear más espacios, tender más puentes, fortalecer el acceso a la lectura y la escritura

  1. En tu poesía hay una constante tensión entre lo íntimo y lo político. ¿Es algo que buscas intencionalmente o que surge de manera natural al escribir?

El ser humano es político por naturaleza, idea atribuida a Aristóteles que en la carrera de ciencias jurídicas políticas y sociales, reflexionamos desde los inicios. Mi escritura no está exenta de los dolores colectivos y el camino de incertidumbre en el que vivimos y también mis versos son una puerta abierta de lo que me toca.

  1. ¿Crees que en Latinoamérica existe una forma particular de nombrar el dolor o la resistencia a través de la poesía?

El dolor es una experiencia universal, una huella profunda que atraviesa geografías y generaciones, consecuencia directa de los múltiples sistemas de opresión que han marcado nuestra historia común. En este mapa de heridas, Latinoamérica no es la excepción, sino un territorio especialmente golpeado por dictaduras, colonialismos, represiones y conflictos armados que han dejado cicatrices abiertas en la memoria colectiva. La poesía, lejos de ser evasión, se convierte en testimonio y resistencia. Escribir, en ese sentido, también es guardar la fe en la justicia, es un acto de acompañamiento, un gesto de dignidad. Es elevar la voz junto a las Madres de la Plaza de Mayo que aún caminan buscando a sus hijos, es extender las palabras y los abrazos hacia las familias de los falsos positivos en Colombia, es nombrar el dolor del conflicto armado para que no caiga en el olvido. Porque cada verso, cada poema, es también una forma de no rendirse, de seguir exigiendo verdad, memoria y reparación.

  1. Muchas de tus imágenes poéticas tienen una fuerza visual muy marcada. ¿Cuál es la relación entre tu poesía y otras artes como la pintura o el cine?

Mi escritura se nutre profundamente de la música, porque en ella encuentro no solo un ritmo, sino una atmósfera que me permite construir y trabajar las imágenes con mayor sensibilidad. Las cadencias, los silencios, las intensidades musicales me ofrecen un andamiaje emocional desde el cual puedo desplegar mis palabras. Del mismo modo, el teatro ocupa un lugar clave en mi proceso creativo. A través del teatro descubro otras acciones posibles en la escritura, otras formas de habitar los textos. Ambos lenguajes, el musical y el teatral, se entrelazan en mi búsqueda estética y emocional, y siento que aún hay mucho por explorar desde esas confluencias. Mi deseo es seguir expandiendo esa exploración, dejar que la escritura se enriquezca con otras disciplinas, para así llegar a lugares que quizás no alcanzaría solo desde la palabra escrita.

  1. ¿Cómo equilibras el pulso emocional con la construcción formal del poema? ¿Hay más intuición o más trabajo técnico?

Ambos, la escritura es una necesidad de nombrar las cosas, de seguirme sorprendiendo y agudizar la mirada en torno a la relación con el otro y el lugar que habito. Creo vital tomar la distancia de mis textos para luego editar.

  1. ¿Tienes alguna relación previa con la poesía peruana?

Tengo un vínculo real y profundo a su tradición. Yo me enamoré en Perú y de su territorio, dicho de diversas maneras por sus poetas, que nombraron la belleza y los dolores en común que años después recorrería en lecturas y paisajes.

  1. ¿Hay autores peruanos que te han marcado o interesado?

Continuamente, uno tiene sus poetas de cabecera los míos son Cesar Vallejo, Blanca Varela, Javier Heraud, José María Eguren, Antonio Cisneros y poetas contemporáneos que leo con atención como Harold Alva, Alfredo Pérez Alencart, Domingo de Ramos, Lourdes Aparición.

  1. ¿Qué expectativas tienes sobre tu visita al Perú y el diálogo con poetas peruanas y peruanos?

Enriquecerme por supuesto. Son espacios especiales de intercambio, donde nos reconocemos en proyectos en común, como el de Rutas Poéticas del Bicentenario, gestión cultural en Bolivia, que estaré junto a mis compañeros los poetas Gabriel Chávez y Alex Aillón, compartiré lecturas y también comentaré 3 libros entre ellos el libro 3 palabras de Willy del Pozo.


VALERIA SANDY (Bolivia). Escritora, gestora cultural y abogada. Publicó los poemarios Ambidiestros. en coautoría, La luna lleva sal, Rincón de lluvia, Raíz de Ceniza, Antología poética Lluvia de Sal, Sombra en la palabra, Contemplar la Herida. Ha participado en festivales y encuentros en Argentina, Chile, Colombia, Perú, Ecuador, Cuba, Uruguay, México, Costa Rica, Portugal y España. Dirige el colectivo literario Trueque Poético, el Festival Internacional de Poesía Joven Jauría de Palabras, el Encuentro Alto Poesía en el marco de la Feria Internacional del libro de El Alto. Ha recibido la distinción por su aporte y dedicación constante a la cultura del país por el Ministerio de Culturas y Turismo de Bolivia 2019.

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