No es una carrera de cien metros. Es una maratón. Y se gana con silencio, constancia y pueblo.
Jeannette Jara no es Usain Bolt. No corre con estridencia, no corre para la galería. Corre con otra lógica. La de la resistencia. La de los que saben que el poder no se gana con cámaras, sino con pueblo.
Ganó las primarias con más del 60 por ciento. Arrasó. Pero no gritó. No se sobregiró. No se subió a todos los matinales ni se dejó capturar por los mismos medios que hoy están buscando desgastarla. Y eso está bien. Porque esta no es una campaña para mostrar carisma, es una batalla para construir futuro.
Jara no necesita probar nada ante los medios. Lo que tiene que hacer ahora es no exponerse. No quemarse. No convertirse en el blanco del fuego cruzado que la derecha está preparando para cualquier rostro de izquierda que se atreva a ganar.
Debe avanzar sin ruido, como se avanza en las poblaciones. Con zapatos cómodos, con el oído abierto, con el respeto a la historia. Debe hablar con los que no votaron, con los que están cansados, con los que piensan que nada cambia. Y debe hacerlo sin pompa, sin escenografía, sin despliegues inútiles.
La derecha ya la eligió como blanco. Pero se va a equivocar. Porque Jeannette Jara no viene del marketing, viene del movimiento social. No necesita trajes a medida, necesita convicción. No le interesa la portada de las revistas, le interesa recuperar la dignidad de la política.
Piano piano va lontano. Esa es la estrategia. Ir lejos, no rápido. Construir mayoría, no rating. Ir con calma, porque el poder que llega gritando, también se cae gritando. Y lo que necesitamos hoy no es un relámpago, es una llama constante.
Mientras Evelyn Matthei se desgasta, mientras Kast da vueltas sin claridad, Jara debe caminar. Pero no en el centro. En los márgenes. En los sindicatos, en las ferias, en las regiones, en las ollas comunes que aún existen. Sin cámaras. Sin noteros. Solo con pueblo.
Y debe hacer algo más: tender la mano a los que perdió en la primaria. Especialmente al Frente Amplio. No para hacer concesiones absurdas, sino para construir unidad real. Porque lo que viene es duro y no se gana sola. Se gana con mayoría política pero también con mayoría social.
El Frente Amplio sigue siendo una fuerza joven, creativa, con despliegue territorial y convicciones transformadoras. No es un apéndice, es una parte del cuerpo. Y un cuerpo dividido no llega lejos. Jara lo sabe. Por eso el camino no es una suma de partidos sino una síntesis de voluntades.
La victoria en las primarias fue una señal clara, la ciudadanía está pidiendo una alternativa real, seria, sin adornos. No una candidata para las encuestas sino una presidenta para la historia. Alguien que no venga a improvisar sino a gobernar con raíz social, con experiencia estatal y con voluntad transformadora.
Y eso, precisamente eso, es lo que más teme la derecha. Porque esta vez no enfrentan a una figura efervescente ni a un outsider. Enfrentan a una mujer organizada, firme, respaldada por estructuras y por historia. Una candidata que no se vende al mejor postor ni se desarma frente a un matinal.
Por eso el momento exige inteligencia táctica. No caer en la trampa del show. No dejarse arrastrar al barro de las frases grandilocuentes. No responder a cada provocación con el impulso de la reacción. Lo que viene ahora es mucho más serio. Es una batalla por la narrativa nacional. Y en esa batalla gana quien tiene pueblo no quien tiene pantalla.
Jara debe cuidar su tiempo y su palabra. Hablar poco pero con peso. Elegir los escenarios. Rechazar las invitaciones tramposas. Seguir reuniéndose con dirigentes sociales pero sin estridencias. Que se sepa lo que hace pero que no lo cuente ella. Que el boca a boca vuelva a tener valor. Que el pueblo vuelva a ser medio de comunicación.
También debe dejar que otros hablen por ella. Que la defiendan quienes creen en su historia. Que la presenten quienes conocen su trabajo. Porque la figura presidencial no se arma sola. Se construye en colectivo con confianza distribuida. Y esa confianza se gana con humildad, con coherencia, con verdad.
El país no necesita otra estrella. Necesita una Presidenta. Y eso se construye con pasos firmes no con frases para el aplauso. En un momento donde el desprestigio institucional se mezcla con la desesperanza social, la figura de Jara puede ofrecer algo que escasea: una política sin espectáculo pero con propósito.
No hay que correr. No hay que agitar los brazos. Hay que sostener el ritmo. Escuchar más que hablar. Leer el país con paciencia. Leerlo desde abajo. Desde las comunas periféricas que votaron con fe pero también con expectativa. Desde los gremios que conocen su trayectoria. Desde las mujeres que ven en ella una posibilidad real no una ilusión mediática.
Epilogo
Que no corra. Que no se exhiba. Que no se desgaste. Porque mientras más silenciosa parezca, más fuerte se vuelve. Y cuando llegue el momento, cuando toque hablarle al país completo, lo hará como siempre lo ha hecho: con firmeza, con claridad, con pueblo.
Porque como decía la abuela, piano piano va lontano. Y ella va lejos.













