Se podría pensar que en tiempos de crisis civilizatoria o de opresión no hay espacio para la estética. Pero la estética no se reduce únicamente a lo artístico, no se solaza únicamente en la belleza de los paisajes, en los teatros, en los libros, en los bosques, en los jardines o la simetría física. Para el filósofo colombiano Carlos Eduardo Maldonado la estética tiene que ver con la vida misma, con la complejidad. Ello incluye la manera de ser y estar armoniosamente en el mundo con profundo respeto por la comunidad humana y con la comunidad de especies compañeras del tejido de la vida.

Por: Rodrigo Arce Rojas*

Según Maldonado la estética se refiere a la experiencia sensible, relacional y ecológica del mundo y de la vida que no se limita a los elementos o componentes sino también a las interacciones, a la relacionalidad, a las conexiones, sinergias, simbiosis, convivencialidad. En tanto la estética está asociada a la complejidad incluye la autoorganización y las propiedades emergentes. Consecuentemente también es plausible la valoración del orden, conocido y desconocido, lo aleatorio, lo impredecible (Maldonado, 2017, 2015, 2012, 2010).

Consecuentemente la estética no es un lujo o una condición postmaterial, podemos ver florecer la estética en el pensamiento crítico, el pensamiento emancipador, el pensamiento que no se deja seducir por los cantos de sirena del poder infausto, el pensamiento que es capaz de pensar, el pensamiento que tiene la capacidad de dejar fluir las emociones y los sentimientos, el pensar con todo el cuerpo y con todo el espacio-tiempo. La belleza del pensar bonito.

La estética brota desde la fecundidad semántica de las palabras y a la vez del respeto a la palabra dada. La estética se conmueve frente al prodigioso razonamiento de las emociones y los sentimientos. La estética transcurre diáfana y retozona cuando fluye la verdad y la transparencia. La estética salta de regocijo cuando contempla la belleza del diálogo generativo, la participación informada y propositiva, la buena gobernanza socioecológica y policéntrica.

La estética está en el mundo, la estética está presente cuando existe la capacidad de expresar la belleza aún en los silencios, en los vacíos, en la incertidumbre porque generan movimiento, ganas profundas de darle acordes a la vida, de vibrar con los amores posibles, imposibles y metafísicos. Felices los que disfrutan de la estética de los poemas que no se escriben pero que están escritos en el alma, de las historias bonitas compartidas que aunque elaboradas de momentos tienen el sutil encanto de la eternidad.

La estética de la Ecosemiótica que con sus versiones de Antroposemiótica, Zoosemiótica y Fitosemiótica nos revelan la poesía del relacionamiento y la correspondencia mutua en la naturaleza, a la cual pertenecemos. Así podemos disfrutar de la belleza de los amaneceres, atardeceres y al fluir cotidiano de los sucesos. Podemos disfrutar del lenguaje de las montañas, de los ríos, del viento, de los microorganismos compañeros. A veces la Ecopoética no requiere de palabras e igual brindarnos significados profundos que nos hacen sentido.

Podemos encontrar la estética en  las luchas de los pueblos, las marchas populares en búsqueda de justicia, en sus cánticos y en sus cartelones que sin proponérselo hacen poesía de profundos significados. La estética se enternece cuando aprecia pueblos y movimientos ávidos de justicia, cuando luchan por el ejercicio pleno de sus derechos, siembran los buenos vivires para cosechar soberanías alternativas.

La estética también está presente en la belleza de los alimentos sanos cultivados con fertilizantes energéticos del amor, en las mesas servidas, en el pan y las frutas compartidas. Ahí danza la estética cuando se expresa la nutrición de las alegrías, las sonrisas y las bendiciones.  Es cuando uno puede percibir nítidamente que las agroecologías tomadas de la mano de la agrobiodiversidad también son expresiones de nuestra relación con la Tierra, con el humus y con los enlaces químicos.

Qué dulces sensaciones que estremecen nuestras fibras más sensibles cuando vemos estética en la capacidad de lucha de las personas y los pueblos, cuando apreciamos el atrevimiento de tener sueños propios, sueños de un futuro solidario, fraterno y sostenible, la capacidad de imaginar mundos posibles en los que la paz sea el pan de cada día, se respire transparencia y nos alimentemos de justicia. Se despliegan todas las sensibilidades cuando escuchamos los cánticos de esperanza y disfrutamos del tejido de versos en torno a las más bellas utopías y quimeras, porque no hay nada más hermoso que dejar bullir las posibilidades infinitas.

Podemos ser felices al contemplar absortos la estética de la inmensidad macro y la inmensidad micro, lo infinitamente grande como lo infinitamente pequeño y sentirse parte del entramado cósmico que la física no puede explicar pero que el cuerpo siente sin necesidad de palabras.

Podemos dejar discurrir nuestro espíritu artista en las estética de las noches estrelladas, los relampaguitos contenidos en las románticas luciérnagas, cuando somos capaces de dejarnos maravillar frente a la febril danza de las abejas para comunicar a sus hermanas la explosión de colores con néctar. Podemos sentirnos deslumbrados de la estética del agua limpia y cristalina, la vegetación ruderal como símbolo de su espíritu indomable, la vegetación riparia que acompaña al río en el fluir de sus versos desenfrenados, la belleza de los desiertos, los roquedales, los riscos, las arenas y las olas.

Podemos ser felices con la estética de la vida y su inveterada capacidad de no ajustarse a definiciones, de su irreverencia con las leyes de todo tipo, de la negación de la entropía y de los algoritmos, de la magia de su ubicuidad y de su absoluta capacidad de la eterna transformación. La estética del desorden de la perspectiva humana pero que tiene su propio orden acaso nunca comprendido.

También podemos deleitarnos de la estética del ocio o de aquello que la mayoría considera inútil porque no genera rentas. No saben lo que se pierden pues la estética no se anda con purismos economicistas porque la estética sí que sabe de vida libre, del gozo eterno de pisar tierra y tocar las nubes con los versos, de sentir las caricias de los vientos del sur sin dejar de pensar o sentir los latidos de aquellos lugares imaginados.

Estética que no se reduce únicamente a lo que se puede ver o escuchar porque se puede disfrutar aún con los ojos cerrados o en estados de ensoñación o siendo uno con la carne de la naturaleza. Estética que no separa la realidad entre ser humano y naturaleza sino que entiende que es una gran unidad en la que la estética no es privilegio de unos sino una propiedad del cosmos. También las estrellas, las ranitas y las abejas disfrutan de la estética del todo.

Ay de aquellos quienes atropellan las estéticas cotidianas desde las esferas del poder y nos hacen tanto daño no solo a los cuerpos sino también a los espíritus, a nuestra historia, a nuestra democracia. Aunque también duele que en ocasiones sean las propias comunidades y oprimidos que entierran sus estéticas ilusionados por la seducción de la acumulación capitalista. También hay estética en el despertar consciente. Es cuando podremos celebrar la estética del abrazo de los momentos mágicos que comunican unidad.

Referencias:

Maldonado, C. E. (2017). ¿Qué es la vida? Una perspectiva desde la complejidad. Universidad El Bosque.

Maldonado, C. E. (2015). La condición compleja del saber. Una aproximación epistemológica. Universidad El Bosque.

Maldonado, C. E. (2012). Pensar complejo. Pensar la vida, pensar el mundo, pensar el pensamiento. Editorial Universidad El Bosque.

Maldonado, C. E. (2010). La ciencia y la tecnología como asuntos estéticos. Revista Ciencias de la Complejidad, 2(1), 7–15.

 

(*) Doctor en Pensamiento Complejo por la Multidiversidad Mundo Real Edgar Morín de México, Magister en Conservación de Recursos Forestales por la Universidad Agraria La Molina, Perú. Docente en la Maestría de Ecología y Gestión Ambiental de la Universidad Ricardo Palma.