Por Paloma F. Coleto. Imágenes de Antonio Sempere

Thalia, Mahassim y Altagracia son tres jóvenes marroquíes transexuales que han querido contar su terrible historia, llena de desesperación y confianza en que, dentro de poco, podrán vivir en libertad sin ser víctimas de la homofobia y la transfobia. Thalia y Mahassim llevan seis meses en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de Ceuta, mientras que Altagracia lleva siete. Ellas forman parte de la comunidad LGTBI que reside en el centro del Jaral tras huir de sus países, son solicitantes de asilo por la persecución que sufren en Marruecos por su condición sexual.

Su vida no fue fácil, durante años se tuvieron que enfrentar a vejaciones, violaciones, agresiones físicas y verbales y a detenciones por parte de la policía marroquí. Su delito: ser mujeres habiendo nacido hombres en un país en el que está prohibido ser homosexual, y por supuesto, transexual. Ellas nacieron a pocos kilómetros de la libertad de poder ser quienes quieren ser. En el reino alauita, ser de la comunidad LGTBI te condena a la clandestinidad y que te descubran puede suponer pasar hasta tres años en prisión.

Thalia todavía mantiene la relación con algunas amigas de clase, y con su madre, al igual que Altagracia que tiene contacto con su madre y dos de sus hermanos. Sin embargo, Mahassim huyó de Marruecos dejándolo todo atrás, “tengo vergüenza y miedo desde que la policía me detuvo” nos cuenta.

Thalia, Mahassim y Altagracia en una calle de Ceuta / Antonio Sempere

Víctimas del sistema homofóbico

Marruecos recoge en el artículo 489 del Código Penal el castigo de la práctica de la homosexualidad, definida como “la comisión de actos contra natura con individuos del mismo sexo” con penas de hasta tres años de cárcel.

Thalia nos explica que “la libertad sexual no existe en Marruecos, me prohiben ser como soy porque es un país islámico”. Altagracia fue valiente, salió en una entrevista en ChoufTv, una televisión de Marruecos “a cara descubierta, para enfrentar a la sociedad” sin embargo, la respuesta no fue la que ella esperaba, “me echaron de casa y del pueblo donde estudiaba, estaba en 2º de carrera, estudiaba Derecho“.

A Mahassim la descubrió la policía “en plena faena” se dedicaba a la prostitución en su país y estaba con un cliente, “condenaron al hombre que estaba conmigo a un año de prisión y a mi a seis meses“. Al salir de la cárcel intentó volver a su casa, pero no la aceptaron “ni el barrio, ni la sociedad”. Fue entonces cuando se tuvo que ir a M’diq (Rincón) y alquilar una casa con otras chicas que también se dedicaban a la prostitución, “era la única manera de buscarme la vida”. Fue allí donde conoció a Thalia y sus vidas se enlazaron hasta acabar en el CETI de Ceuta.

 

En Marruecos: vejaciones, violaciones y persecución

Thalia fue violada por “unas personas” cuando tenía 15 años y tras esa experiencia comenzó a prostituirse, “después me eché un novio, pero nos veíamos a escondidas”. Para Altagracia salir en la televisión no sólo supuso el rechazo y el tener que abandonar la universidad, tuvo que comenzar a prostituirse para poder “sobrevivir”. Mahasim, sufrió la violación de un vecino mayor cuando tenía 14 años, se la llevó al campo y allí además de violarla, le pegó durante horas, “me amenazó con matarme si lo contaba”.

En Marruecos se han enfrentado a todo tipo de malos tratos, vejaciones, abusos… “la policía cuando nos veía nos detenía y nos tenía algunos días en la comisaría” cualquier excusa era válida para hostigarlas, normalmente las acusaban de tener una casa de prostitución.

En el año 2016 se constituyó en la clandestinidad Akaliyat (Minorías), la primera organización que defiende las libertades sexuales y los derechos de los homosexuales en Marruecos. El pasado mes de mayo, la asociación publicó el primer estudio global sobre la situación de la comunidad LGTBI en el país.

En ese estudio se recogía que el 70% de las 400 personas encuestadas declararon haber sido víctima de violencia física o moral en espacios públicos y privados. De estos, sólo el 14% puso una denuncia, el resto aseguraban tener miedo a ser descubiertos y reprobados por su entorno más cercano, así como ser detenidos por la policía por poner la denuncia. De hecho, el 29% de los encuestados afirmaban haber sido arrestados por las autoridades, y de ellos la mitad encausados por su condición homosexual.

“La situación en Marruecos es muy, muy difícil y cada vez a va a peor”, lamenta Javier Navarro, director de la asociación de Refugiados y Migrantes LGTBI Kif Kif, “hace poco conocíamos el informe del procurador real del rey, donde se reconocía que durante el año 2019 más de 400 personas fueron encarceladas por ser LGTBI en Marruecos. Y esto es a nivel jurídico, que es lo más flagrante porque es lo mas visible y evidente, pero hay que recordar que la persecución que sufrimos las personas LGTBI, no solo es a nivel jurídico y legal, también a nivel social, comunitario y de nuestras propias familias”.

Navarro ha recordado que “hace poco conocíamos el caso de una influencer que desde Túnez hizo un llamamiento a las personas no LGTBI para que accediesen a las aplicaciones de geolocalización que utilizamos las personas LGTBI para conocernos, ligar y quedar y de esa manera ver quién estaba dentro y poder luego perseguirlas… de hecho se han reportado intentos de suicidios, agresiones por parte de familiares, violaciones correctivas a mujeres lesbianas e incluso tenemos personas que no les ha quedado más remedio, que incluso viviendo en el armario han tenido que huir porque las han localizado en las aplicaciones y se ha puesto de relieve para la familia y su comunidad que son LGTBI y ha supuesto persecución y vulneración de derechos que han tenido que huir a España y actualmente se encuentran en proceso de acompañamiento por Kif Kif, es cierto que la situación cada vez es más difícil y hay un incremento de la LGTBIfobia, sobre todo social”.

Desde CEAR apuntan que “los actos violentos contra las personas de este colectivo existen, porque existen personas LGBTIQfóbicas que los cometen. Y son precisamente los actos los que deben desaparecer y no las identidades y/o expresiones de géneros y diversidades sexuales”.

En los cuerpos de Thalia, Mahassim y Altagracia se pueden ver las heridas físicas de las agresiones, cicatrices que las dejarán marcadas para toda la vida, pero las secuelas de los insultos y el desprecio que han tenido que soportar también las cargarán por el resto de sus vidas. Denuncian que sus propios hermanos, primos, amigos y hasta la policía las han agredido por ser lo que son, pero confiesan que “hemos escapado de un infierno para venir a otro”.

En Ceuta, son víctimas una vez más: “Cuando nos ven con ropa de mujer nos agreden”

 

El acoso también en Ceuta

En Ceuta, son víctimas una vez más, “cuando nos ven con ropa de mujer nos agreden” lamentan, y nos cuentan uno de los últimos sucesos al que se han tenido que enfrentar: “este domingo íbamos caminando por Benitez, y un grupo de chavales de Ceuta nos tiraron piedras y nos echaron varios perros para que nos atacasen, tuvimos que salir corriendo por la carretera, tenemos mucho miedo de que nos pase algo”. Altagracia se lamenta “creo que me van a matar“.

El pasado mes de marzo, dos de ellas fueron detenidas y acusadas de un presunto abuso a dos niños de 11 y 12 años, los familiares de estos aseguraban que “les habían toqueteado”, los hechos presuntamente ocurrieron un sábado a las 17:00 horas en plena plaza de Azcárate. Quedaron en libertad con cargos a la espera de juicio tras negar los hechos, pero sus fotos y las acusaciones contra ellas recorrieron las redes sociales durante días.

Hace un mes y medio, unos 15 niños las atacaron y ellas pusieron una denuncia, de la misma manera que lo hicieron este miércoles tras la última agresión que han sufrido, cuando en la carretera que lleva al CETI una moto de color negra intentó atropellarlas, causándole varias heridas que se pueden ver en las fotografías.

Miedo, inseguridad y desprotección dentro y fuera del CETI

Nos explican que cada vez que salen del CETI se sienten muy inseguras y desprotegidas, “estamos amenazadas y nos esperan cerca del centro para pegarnos con cuchillos y echarnos los perros”. Pero la situación dentro del centro no es mucho mejor, “otros residentes nos insultan, nos escupen… nos llaman maricones de mierda”, incluso han soportado algún intento de violación por parte de otros residentes. Y es que dentro del CETI, conviven y comparten espacios con las mismas personas de las que huyen.

Algo que también denuncia Navarro: “las personas trans que residen en el CETI están encerradas con las mismas personas de las que huyen, aunque migrantes y solicitantes de asilo por otras causas, la mayoría de estas personas son LGTBIfóbicas que reproducen las mismas agresiones de las que ellas huyen”.

Una trabajadora del centro del Jaral que ha preferido mantener su anonimato, denuncia que “sufren insultos, hostigamiento, e incluso escupitajos por parte de otros residentes y en la calle la gente las mira mal, las llaman ‘maricones de mierda’, les gritan insultos de todo tipo e incluso han llegado a agredirlas, y algunos trabajadores del centro, sobre todo de seguridad, en algunas ocasiones no las tratan con respeto . Además, esta trabajadora recuerda que no es la primera vez que pasa, “las personas de este colectivo siempre reciben insultos y amenazas”.

La estigmatización de estas tres mujeres no acaba con la LGTBIfobia de las personas heterosexuales, “a otras chicas del colectivo LGTBI les da miedo salir con ellas, porque se dedican a la prostitución y no quieren que la gente las confunda y se crean que son prostitutas, además, los chicos dicen que si salen con ellas se arriesgan a que les ataquen y recibir palos por su culpa”.

Para el director de Kif Kif es fundamental que haya una mayor formación y sensibilización entre los profesionales que trabajan en el CETI de Ceuta, “para que las personas LGTBI, no solo las personas trans -que son las más visibles- si no también para mujeres lesbianas, hombres gays o personas bisexuales, estén en espacios seguros, eliminando esa serie de espacios que actualmente son inseguros, violentos y agresivos. Ya que han tomado la terrible decisión de tener que huir, por la persecución que estaban sufriendo, que cuando lleguen, por lo menos, no tengan que volver a sufrir de lo que vienen huyendo”.

Aunque esta asociación no tiene sede en Ceuta, a efectos prácticos Kif Kif lleva trabajando mucho tiempo porque muchas de las personas que les contactan vía telemática son de Ceuta, “aunque no estamos allí presencialmente, las trabajadoras sociales, psicólogas y abogadas están en contacto con muchas de las personas que residen en el CETI”.

 

Más formación para evitar la revictimización

Es evidente que el sistema falla, “no tiene en cuenta la realidad de las personas LGTBI, y aun más cuando hablamos de personas trans” asegura el director de Kif Kif. “Los profesionales que trabajan allí -en el CETI- no tienen la capacitación suficiente para abordar la realidad LGTBI, y no porque no dispongan de ella, si no porque desde el propio Ministerio no se la dan. Es importante garantizar que las personas que acceden a trabajar en el CETI puedan disponer de algún tipo de formación en valores de diversidad que les permita abordar este tipo de casos y situaciones, ademas de garantizar que las personas trans reciben el trato adecuado y una seguridad adecuada”.

Navarro insiste en que la formación del personal que trabaja con la realidad LGTBI debe tener formación específica, por este motivo se han puesto en contacto con la Delegación del Gobierno de Ceuta y trabajan con organizaciones como UGT y ACNUR, además están buscando la manera de “dar formación a los abogados que están trabajando en el CETI como al resto de profesionales con el objetivo de que dispongan de las herramientas necesarias con las que atender a las personas LGTBI de un modo adecuado y evitar esta revictivimización“.

Según relata Navarro, uno de los problemas a los que se enfrentan las personas trans en el CETI es a la falta de intimidad, “las personas trans requieren de una intimidad para hacer ciertas labores de la vida cotidiana, como puede ser la higiene o el cambiarse de ropa que no se garantizan, están todas tan hacinadas que no se les permite hacerlo de una manera adecuada… esto supone que las personas trans vean vulnerados sus derechos día tras día y al final lo único que les espera muchas veces es la desesperación de decir ‘yo no he venido aquí para estar peor’ y en ocasiones estas situaciones límites las llevan a la autolesión” lamenta el director de la organización.

Es por ello que desde Kif Kif hacen un llamamiento a las autoridades para que den formación y capacitación, “no podemos dejar que la buena voluntad de las personas sea la herramienta a través de la cual se trate la diversidad, se necesita capacitación profesional para que tengan instrumentos”. Para Navarro “el CETI debe ser un espacio de recuperación, no de castigo“.

De izquierda a derecha: Mahassim, altagracia y Thalia durante la entrevista / Antonio Sempere

“Queremos salir de Ceuta para seguir viviendo”

Altagracia quiere salir de Ceuta, “porque no me siento segura, ni fuera del CETI ni dentro y quiero vivir mi vida como yo quiero… para morir así prefiero morir en Marruecos, pero quiero estudiar y acabar mi carrera de Derecho”. Mahassim también tiene esperanza en el futuro, y asegura que quiere salir de la ciudad autónoma para “vivir con libertad y tener pareja… no quiero que me escupan y que me maltraten, las personas trans tenemos sentimientos”.

Aunque estas tres luchadoras siempre guardarán un buen recuerdo de quienes las ayudan a diario “la profesora Teresa, Nisrin o las trabajadoras del comedor del CETI, que nos ayudan y nos tratan con cariño”.

 

El sistema de protección internacional: única esperanza para el colectivo

Según el informe de CEAR Marruecos se sitúa en séptimo lugar de la lista de países de origen con un mayor número de personas solicitantes de asilo, “cuyo número de solicitantes creció de 1.323 en 2018 a 2.555 en 2019. De las 567 personas cuyo expediente se resolvió, 372 obtuvieron una respuesta denegatoria, tres la protección subsidiaria y 192 el estatuto de persona refugiada, principalmente al alegar persecución por pertenecer al colectivo LGTBIQ+ o ser víctimas de violencia de género. En este caso, el porcentaje de reconocimiento se duplicó y pasó del 16% al 33%“.

Sin embargo, desde KIF KIF han denunciado que “urge una Ley de Asilo que recoja la realidad LGTBI+ e incluya protocolos y medidas que permitan atender de manera adecuada y reflejar el número de personas que huyen de sus países de origen debido a que la LGTBIfobia pone en riesgo sus vidas. Un compromiso que mide el avance de los países en materia de derechos humanos y que debe asumir España”. Y aseguran que “sólo en 2019 se recibieron un total de 118.264 solicitudes de asilo, lo que supone más del doble que el año anterior. Un 25% del total de estas solicitudes se produjeron por parte de personas LGTBI que huían de situaciones de violencia, tal y como reflejan los cálculos que manejamos las asociaciones en relación a la labor social que desempeñamos, ya que no contamos con datos oficiales”.

Navarro (Kif Kif) señala que cada año atienden a más personas marroquíes que solicitan asilo por este motivo, “nuestros datos internos nos dicen que el mayor número de resoluciones favorables de protección que estamos realizando en Kif Kif son de personas marroquíes, sobre todo con los perfiles de mujeres trans y chicos gays, tenemos que entender que hay una cuestión bastante importante en el país vecino que hace que las personas LGTBI vivan una violencia y una agresividad que les obliga a huir”.

Amnistía Internacional (AI), en su informe sobre el respeto a los derechos humanos en Oriente Medio y norte de África durante el año 2019, denuncia que “en toda la región, las autoridades reprimieron duramente los derechos de lesbianas, gays, bisexuales, transgénero e intersexuales. Las fuerzas de seguridad detuvieron a decenas de personas por su orientación sexual o identidad de género reales o presuntas”.

AI exige que “las autoridades deben derogar las disposiciones que tipifiquen como delito las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo, eliminar los exámenes anales y promulgar legislación que prohíba la discriminación por motivos de orientación sexual o identidad de género”.

 

La situación en el mundo no es mucho mejor

Alrededor de un tercio de los Estados Miembros de la ONU -unos 70 países- penalizan por ley a las personas LGTB, y en 11 de ellos, hasta con pena de muerte. Entre el 1 de enero de 2008 y el 30 de septiembre de 2019, se registraron en el mundo 3.314 asesinatos de personas transgénero, según el proyecto TvT. En Europa, casi la mitad de los homosexuales y transexuales se han sentido discriminados; 1 de cada 4 ha sufrido agresiones o amenazas en los últimos cinco años.

La persecución por motivos de odio, aversión y/o discriminación contra las personas de orientación sexual e identidad y expresión de género diversas, puede ser objeto de protección internacional según los artículos 3 y 7.1.e) de la Ley 12/2009, de 30 de octubre, reguladora del Derecho de Asilo y de la Protección Subsidiaria.

Narjisse, Thalia, altagracia y Mahassim durante la entrevista / Antonio Sempere
  • Las entrevistas han sido posibles gracias a la colaboración de Narjisse Sghyar Ezzafri en la traducción del dariya al castellano

El artículo original se puede leer aquí