Cuarenta años después del DS 21060, Bolivia vive las consecuencias no previstas de sus experimentos económicos contradictorios.

Por: Andrés Escobar

El 29 de agosto de 1985, desde la residencia presidencial, Víctor Paz Estenssoro pronunció las palabras que definirían cuatro décadas de historia económica boliviana: “O tenemos el valor moral para tomar las medidas necesarias, o Bolivia se nos muere”. Detrás de esa frase histórica estaba la mente que diseñó la “terapia de choque” más radical de América Latina: Gonzalo Sánchez de Lozada, entonces ministro de Planificación, quien había diseñado el propio DS 21060 que marcó un hito en la historia económica del país como respuesta drástica a la hiperinflación que superaba el 24,000% anual.

Veintiséis años después, el 1 de mayo de 2011, Evo Morales firmó otro decreto histórico, el DS 861, que prometía “sepultar definitivamente” todo lo que había hecho Goni. Hoy, en 2025, Bolivia vive una nueva crisis cambiaria que muestra las consecuencias inesperadas de ambas decisiones.

Goni y el DS 21060, el péndulo va

El gran problema de Sánchez de Lozada fue estudiar en Estados Unidos, hablar con acento gringo y pensar como economista de Chicago. Eso le dio las herramientas intelectuales para diseñar el DS 21060, pero lo desconectó políticamente del pueblo boliviano.

Su “terapia de choque” funcionó como un milagro y redujo la inflación de 25,000% a un dígito en seis semanas. La fórmula era simple y brutal: aplicar todas las medidas dolorosas de una vez. Congeló salarios, subió la gasolina, redujo el Estado, liberó precios y creó un dólar flexible que se vendía en el famoso “bolsín” del Banco Central.

El éxito fue inmediato, Bolivia se estabilizó económicamente, pero perdió la capacidad de controlar su propia economía. El DS 21060 no solo eliminó la inflación; desnacionalizó la economía boliviana. Durante las siguientes décadas, 157 empresas públicas fueron privatizadas o cerradas. Los sectores estratégicos pasaron a manos privadas extranjeras.

Goni había salvado a Bolivia de la hiperinflación, pero la había entregado al capital transnacional. Era un patriota que, “amando a su país”, lo obligó a renunciar a la soberanía económica nacional.

El DS 21060 creó bancos que funcionaban como relojes suizos. Técnicamente eficientes, con reglas claras y operaciones sofisticadas. Pero estos bancos no trabajaban para el desarrollo nacional; eran intermediarios de capitales internacionales.

Durante 25 años, la banca boliviana desarrolló una expertise impresionante en operaciones de cambio, arbitraje y especulación financiera. Aprendieron a manejar dólares, a aprovechar diferencias de precios y a maximizar ganancias en mercados cambiarios. Esta experiencia, irónicamente, sería crucial décadas después, pero no para lo que Goni había imaginado.

Evo y el DS 861, el péndulo viene

Para 2011, la paciencia popular con el modelo neoliberal se había agotado. Evo Morales representaba el vector ideológico opuesto, pues donde Goni había pregonado eficiencia, Morales veía dependencia. Si el DS 21060 prometía modernización, el DS 861 diagnosticaba “hambre y pérdida de soberanía”.

El decreto de Evo fue categórico y dictó la “eliminación completa de toda disposición legal fundamentada en el Decreto Supremo N° 21060”. Bolivia recuperaría su soberanía económica eliminando todo rastro del neoliberalismo.

El DS 861 eliminó la filosofía del libre mercado, las normativas neoliberales, la idea del “Estado mínimo”; pero mantuvo intactas la estructura bancaria privada, el Banco Central con sus funciones, y las capacidades técnicas de especulación que los bancos habían desarrollado durante 25 años.

Los bancos conservaron todo su conocimiento para hacer dinero especulando con divisas, pero ahora el gobierno volvió a crear exactamente las condiciones que incentivan esa especulación: un dólar oficial barato y un mercado paralelo caro.

La trampa histórica

Cuarenta años después del DS 21060, Bolivia vive las consecuencias de nunca haber resuelto la tensión entre eficiencia y soberanía. El país oscila eternamente entre dos extremos igualmente insatisfactorios: Neoliberalismo eficiente pero dependiente (DS 21060); Estatismo soberano pero ineficiente (DS 861).

Ambos decretos fallaron por razones opuestas pero complementarias. El DS 21060 creó eficiencia económica, pero destruyó la soberanía nacional. Los bancos funcionaban bien, pero para intereses extranjeros. El DS 861 quiso recuperar la soberanía, pero mantuvo las instituciones diseñadas para renunciar a ella. Cambió las reglas del juego, pero no cambió a los jugadores.

El resultado en 2025 es un “Frankenstein institucional”: los bancos usan las habilidades aprendidas en la era neoliberal para especular con las distorsiones creadas por la era estatista. Ganan millones aprovechando la diferencia entre el dólar oficial (Bs 6,96) y el paralelo (Bs 10-14), exactamente el tipo de especulación que ambos decretos, desde visiones opuestas, prometían eliminar.

Goni: ¿Patriota o entreguista?

Sánchez de Lozada salvó a Bolivia de la desintegración económica, pero su solución implicó entregar la soberanía económica al exterior. Desde su perspectiva, siempre buscó modernizar Bolivia integrándola competitivamente al mundo. Desde la perspectiva popular, entregó el país al capital extranjero. Era demasiado bueno como técnico económico y demasiado ingenuo como político.

Su acento gringo simbolizaba su contradicción: conocía las soluciones internacionales para los problemas bolivianos, pero nunca entendió que la legitimidad popular es tan importante como la eficiencia técnica. Por eso terminó huyendo del país en 2003, tras proponer la exportación del gas por puertos chilenos, lo que muchos vieron como la traición final.

A los 95 años, “Goni” propone desde Washington un “nuevo DS 21060” como si la historia pudiera repetirse. No entiende que su propio legado institucional, pervertido por décadas de populismo reactivo, creó un sistema más especulativo que el que existía antes de 1985.

Bolivia cambió de modelo, pero nunca de estructura. Construyó instituciones para el libre mercado, pero quiso dirigirlas con lógica estatista. El resultado es lo peor de ambos mundos: especulación sin eficiencia, intervención sin planificación.

Bolivia tiene doscientos años, pero no alcanzan para comprender que la soberanía no se conquista con decretos que eliminan modelos anteriores, sino con la creación de instituciones que funcionen para el desarrollo nacional. El péndulo oscila, y el país sigue atrapado entre la eficiencia sin alma y la soberanía sin rumbo.

 

Publicado originalmente en El País: https://elpais.bo/opinion/20250901_bolivia-sobre-el-pendulo-historia-de-dos-decretos.html