El 25 de octubre de 2025, Catherine Connolly fue elegida presidenta de la República de Irlanda con alrededor del 63 % de los votos. Esta victoria electoral no solo supone un cambio en la presidencia, sino que representa un notable cambio político en este pequeño país del noroeste de Europa. La política independiente, que se autodenomina socialista y pacifista, asumió un cargo que hasta ahora tenía sobre todo un significado simbólico, pero su carisma moral no debe subestimarse en absoluto.

La campaña electoral se caracterizó por un claro contraste. La única rival que le quedaba a Connolly, Heather Humphreys, representaba al establishment conservador. Tras diez años formando parte de diversas coaliciones gubernamentales, se presentó como «proeuropea», sin explicar qué entendía por eso. Su campaña se centró menos en sus propias ideas y más en debilitar a su oponente, lo que finalmente benefició a Connolly.

¿Qué hay detrás del resultado?

Varios factores contribuyeron a la clara victoria de Connolly y, al mismo tiempo, su éxito da pie a examinar críticamente la dinámica de los cambios políticos en Irlanda.

Una candidata con perfil local
Connolly es originaria de Galway, creció en una familia católica de clase trabajadora con muchos hijos y habla irlandés. Este origen tiene un peso simbólico: encarna una forma de «patriotismo suave», en el que la identidad nacional no se opone agresivamente a otras, sino que está arraigada en lo social y lo comunitario.

Formación de alianzas y apoyo de la izquierda
Aunque Connolly se presentó como candidata independiente, recibió el respaldo de partidos y movimientos de izquierda, entre ellos Sinn Féin, People Before Profit, los Verdes y los socialdemócratas. Este amplio apoyo hizo posible su éxito, precisamente porque los grandes partidos tradicionales del país, Fine Gael y Fianna Fáil, se debilitaron.

Temas que llegan
Connolly puso en primer plano temas que están cobrando cada vez más relevancia en Irlanda: la política de neutralidad, las cuestiones de paz, la crítica al rearme, el cambio climático y la desigualdad social. Su postura ante los conflictos internacionales, en particular su compromiso contra la guerra y la exportación de armas, tuvo una acogida positiva. Calificó la guerra de Gaza de genocidio y acusó al Gobierno de Estados Unidos de ser cómplice de ella. Criticó el rearme militar masivo de la UE y lo comparó con la Alemania de los años treinta.

Debilidad de la competencia tradicional
Los partidos del Gobierno presentaron candidatas cuyas campañas apenas parecían dinámicas y cuyos temas apenas tocaban la fibra sensible de gran parte de la población. Al mismo tiempo, muchos votantes emitieron votos nulos: durante la campaña electoral, los votos nulos aumentaron hasta alcanzar aproximadamente el 13 % en las regiones socialmente desfavorecidas.

Importancia más allá de Irlanda

La victoria electoral de Connolly tiene importancia más allá de la isla: en una época en la que las fuerzas de derecha o liberal-derechistas se afirman en muchos países europeos, Irlanda muestra una tendencia contraria. La elección de una presidenta de izquierdas con alrededor de dos tercios de los votos envía una señal: incluso en un entorno liberalizado por la economía de mercado, se puede elegir una política que dé prioridad a la justicia social, el antimilitarismo y la participación democrática.

Al mismo tiempo, las elecciones ponen de manifiesto ciertas limitaciones: la presidencia en Irlanda es casi puramente representativa y apenas tiene poder ejecutivo. Queda por ver si la presidencia de Connolly influirá realmente en el curso de las decisiones políticas importantes, pero su elección aumenta la presión sobre el Gobierno y los partidos establecidos para que aborden, no solo de forma simbólica sino concreta, las preocupaciones de gran parte de la población.

La victoria electoral de Catherine Connolly es más que un triunfo personal. Refleja el estado de ánimo de la población, en la que la justicia social, la política de paz y la participación democrática cobran cada vez más importancia. Al mismo tiempo, muestra la transformación de un sistema político que hasta ahora estaba dominado en gran medida por dos grandes partidos. Sin embargo, para que este resultado tenga efecto, es necesario salvar la brecha entre el símbolo y la sustancia en un país que está experimentando rápidos cambios económicos y cuyas contradicciones sociales se han hecho visibles.

Para la izquierda, no solo en Irlanda sino a nivel internacional, esta victoria electoral es motivo de ánimo, pero también conlleva la tarea de ir más allá de enviar una señal y llevar a cabo cambios concretos.