Por Francisco Carpio Jordán
Celebraron y siguen celebrando el 12 de octubre de cada año, como día del descubrimiento de América. El día de la raza se instaura en España el 1914, transformándose en fiesta nacional por ley del 15 de junio de 1918, para resaltar los vínculos existentes entre la nación descubridora y civilizadora en suelos americanos, como “el día de la evangelización y la civilización de los indios americanos”.
El año 1992, cuando en España y Roma preparaban ostentosas celebraciones y festejos por los 500 años de la hazaña civilizatoria y evangelizadora, con las connotaciones eurocéntricas, racistas y de negacionismo de nuestro proceso civilizatorio comunitario de Ayllus del Tawantinsuyu, se desarrolló un amplia oposición y debate en nuestros pueblos y, también en niveles intelectuales: incluso dentro de España, hubieron voces de rechazo, como fue el caso del Alcalde de Puerto de Palos, quien llego al Perú en una campaña de rechazo a la orientación de los festejos y, de solidaridad con los pueblos originarios y el pueblo peruano.
Esto motivó a los organizadores y patrocinadores asumir un nombre aparentemente conciliatorio como “El encuentro de dos mundos”; desde entonces en cada país de nuestra región se fueron asumiendo distintas nominaciones para esta controvertida fecha como: “Dia de la resistencia indígena”, “Dia de la diversidad cultural”, “Dia de la diversidad cultural y del dialogo intercultural” y otros. Asimismo, el nominativo Día de la hispanidad fue propuesto a fines de 1920 en Argentina, con la finalidad de sustituir al impropio nombre de “Día de la raza” que incomodaba a cada vez más personas.
El día de la hispanidad termina redondeando este celebratorio, deviniendo no solo en la palabra predominante sino también en una corriente contemporánea de afirmación de la hispanidad conceptuada como la obra occidental española que cubre un amplio territorio iberoamericano con el idioma la religión y la cultura, como el más grande logro civilizatorio de todos los tiempos. Asimismo, rechazan la “leyenda negra” atribuida a Bartolomé de las Casas de resaltar los abusos y la explotación humillante de los conquistadores.
Los hispanistas recientes, constituyen la actualización de las ideas de los primeros colonizadores en tanto mantienen algunas distorsionadas o limitadas versiones históricas levantadas a partir de los distintos cronistas, sustentando que los Incas constituyeron un Imperio teocrático esclavista, vista desde la historia y experiencia occidental de imperios y clases sociales. Consecuentemente los hispanistas de hoy reclaman la vigencia de Iberoamérica como la gran hispanidad, deglutiéndonos en su concepto con la consecuente negación y anulación de nuestra identidad cuyas raíces profundas y nuestra existencia resisten y se manifiestan crecientemente.
Tan fácilmente nos reconocen como el resultado del feliz “encuentro de dos mundos” y que la bondad de quienes vinieron y se mestizaron con los nativos aportando el legado de cultura civilizatoria, idioma y religión. Llegaron buscando riquezas para las monarquías, destruyendo todo vestigio cultural e imponiendo idioma, religión y su modo de vivir en un estado de sometimiento y humillación. Cometieron el más grande etnocidio de la historia, pretendiendo borrar un modo de vida de las comunidades de Ayllus del Tawantinsuyu y su concepción cósmica de la vida expresada en las pachas, con uno de sus instrumentos la extirpación de idolatrías: te cristianizas o te mato, te civilizas o te mato. La codicia y la barbarie bendecidas con la sangre de las victimas.
Vinieron cuando las monarquías española y portuguesa emprendieron la conquista de los mares y, en el contexto del dominio del imperio Turco Otomano de la ruta de comercio con oriente, aparece el navegante Cristóbal Colon ofreciéndose ante ambas monarquías para encontrar una nueva ruta hacia la india para acceder a las especies, seda y oro. Fueron los reyes católicos quienes aceptaron a Colon en circunstancias apremiantes de riqueza, para terminar la reconquista del dominio turco-otomano, con la fuerza del cristianismo romano para enfrentar la fuerza del islamismo y la Meca; recreando un San Santiago montado en caballo blanco con escudo y espada, quien cabalgando en los cielos guiaba la liquidación de los moros, impíos y herejes; la reconquista y cristianización con la fuerza de la espada y la santa inquisición.
Los viajes de Colón fueron posibles por acuerdos y negociaciones acerca del botín de todo lo que podría lograrse, para el interés de la corona y de la iglesia; fue una empresa económica, que también alimentaba la ambición de los directos protagonistas navegantes y conquistadores; quienes se encontraron con culturas de largo recorrido milenario, desconociéndoles su calidad de humanos, para su posterior aceptación tenían que bautizarse y cristianizarse. Castigando y matando a quienes continuaran con sus prácticas culturales y cósmicas, con la conocida disposición toledana de la extirpación de idolatrías. El mito del San Santiago se sintetiza en la frase: “De Santiago matamoros a Santiago mata indios”.
Pasando por la conquista de Francisco Pizarro y el establecimiento del virreinato, se estructuro e impuso una sociedad al modelo de la España monárquica y feudal, para establecer un régimen de dominación, que facilite la sistemática extracción de riquezas para el enriquecimiento de los gobernantes y de la corona española; objetivo que se cumplía sobre la base de la sumisión y explotación del indígena y sus familiares.
Para evitar la persistencia de grupos de resistencia y sublevaciones, establecieron el sistema más eficaz de control, mediante la destrucción de todo vestigio cultural, como el modo de vida de complementariedad y reciprocidad, imponiendo un modo de vida individualista, posesivo y violento. Desde el establecimiento de la estructuración social colonial, el colonizador no solo controlaba la materialidad y la utilidad instrumental de las personas, sino también fueron por el control de la subjetividad, las emociones y la mentalidad; así como refiere el Amauta Aureliano Turpo Choquehuanca: “todo cuanto han impuesto en el proceso de la colonización mental, vía la castellanización y la evangelización que sutilmente arrasó con los saberes, conocimientos, con la ciencia y tecnología de vida, hasta el extremo de negarles su identidad pluricultural, su plurinacionalidad y su plurilingüismo para convertirnos en monolingües, en egocéntricos, en monoculturales”.
Tanto en el virreinato colonial como en la república desde la mirada eurocéntrica, los escribidores cronistas primero y los historiadores republicanos parcializados después, catalogaron al Tawantinsuyu como un imperio esclavista en estado de barbarie. Destruyeron las evidencias culturales, tecnológicas y científicas de una milenaria e inédita civilización. El Amauta Aureliano Turpo nuevamente aclara: “considerados como imperios sin que se les reconozcan la grandeza de su ciencia, tecnología, conocimientos y saberes que les dio armonía, equilibrio y un sistema socioeconómico comunitario de bienestar a todo nivel material y espiritual. Jamás entendieron la cosmovisión de la vida y la sociedad Cuatridimensional del Runa, es decir, la relación dinámica del cosmos, el medio ambiente, la tierra y el ser humanos”.
En el dominio colonial virreinal tuvieron directa injerencia los reinos de España y Portugal, quienes hegemonizaron el poderío colonial occidental. Posteriormente, con las guerras napoleónicas desde Francia y el arranque de la revolución industrial desde Inglaterra, quienes ambicionan y proceden a disputar las riquezas que cruzaban los océanos, con permanentes acciones de piratería, complementados posteriormente con el contrabando hacia los nuevos mercados de los virreinatos españoles.
Una vez debilitado el imperio español, suceden hechos de abierta disputa de franceses primero y luego de anglosajones, quienes protagonizan injerencia en los llamados procesos de independencia y ruptura con la corona española. Los libertadores fueron formados en Francia e Inglaterra, quienes con el aval de patrocinadores movilizaron, tropas y recursos desde Argentina, Chile hasta Perú y en el norte desde Venezuela, Colombia, Ecuador y Perú. Al respecto hoy día se cuenta con nuevos trabajos de investigación histórica suficientemente documentados.
La independencia de los españoles americanos fue financiada y obligada por ejércitos de ocupación, reforzadas por tropas formadas por “los libertadores” con población nativa indígena, mestizos y negros. El libertador Simón Bolívar fue uno de los más notables exponentes de estos intereses. Establecieron republicas, con divisiones territoriales de acuerdo al interés de los patrocinadores, los libertadores, las elites criollas locales y los, mercaderes de la época. Se replican los estados modernos con caudillos, dictadores de todo pelaje y democracias, asimismo se da el ingreso de Inglaterra en los mercados y la explotación de las riquezas de las nuevas republicas tras la derrota de la España imperial.
Estas independencias de españoles americanos, de criollos y mestizos acriollados, no constituyo la independencia ni la liberación de los resistentes pueblos originarios, quienes con el régimen de las haciendas y tributos acrecentaron un colonialismo interno, ampliando el despojo de propiedades comunales. Situación que perduro hasta el año 1968 que cambia con la reforma agraria implementada por el gobierno nacionalista de Juan Velasco Alvarado, en el caso del Perú.
La religión y el idioma impuestos son el exitoso resultado después de 533 años. Sin embargo, la resistencia cultural, la continuidad de formas de vida comunales y la creciente sobrevivencia idiomática originaria, mas la continuidad de diversas expresiones culturales en el sincretismo, pervivieron en sus hebras esenciales. Evidentemente que la hispanidad idiomática, la religión y el mestizaje no nos pudieron desaparecer. La resistencia también fue genética y cultural, con la expansión de la gente hacia los centros urbanos, y en ellos desde las periferias circundantes al corazón de las mismas ciudades capitales, siendo nuestra presencia nuestra existencia; tal vez, los aculturados y colonialistas internos no lo perciban plenamente. Hemos vuelto y somos millones como en aquellos tiempos lo anunciara Tupa Katari: “Volveremos a ser millones”.
En estos últimos 35 años de la república neocolonial, la población fue tiñéndose de cobrizo en todos sus matices, con la notoria reducción de los espacios urbanos de criollos y mestizos aculturados, que al mismo tiempo representan a los grupos de poder. El idioma quechua, la música, las danzas y sus variadas expresiones contemporáneas y, los ceremoniales cósmico espirituales florecen inmanentemente. El mercado de la publicidad y los medios de comunicación, acomodándose a los cambios venden exitosamente expresiones originarias, que también son explotadas por las empresas turísticas. Asimismo, en el resquebrajado sistema político, los oportunistas politiqueros se presentan ante la gente emergente mimetizados camaleónicamente según los ambientes sociales. Iconos como la Chakana, el Quintu, los colores del arcoíris y el variado ropaje de las regiones son “utilizados” para las campañas electorales, para la continuidad del mismo sistema con nuevos actores ansiosos de dinero, por la vía de la corrupción, quienes todavía arrebatan algunos símbolos, pero nunca lo harán con los contenidos que están en nuestra vida misma y su rebrote en el camino del buen vivir.
Finalmente, nuestra existencia muestra que ¡estamos aquí!, en un proceso de rebrote cultural de identidad, de recuperación y reconstitución de nuestras hebras fundamentales, expresadas en el “Allin Kausay”, este buen vivir, experimentado como una buena y esplendida existencia, estar siendo en armonía con otros, con la madre tierra (Pachamama), es la síntesis de un modo de vida reciproco, complementario y comunitario; a diferencia del modo de vida occidental impuesto y en constante reproducción y recreación con sus paradigmas fundamentales: civilización individualista, competitiva, posesiva y violenta, sin los cuales el sistema capitalista no funciona; por los cuales, en estos tiempos al maximizarse tienden a eclosionar continuando con una crisis existencial deshumanizante y desnaturalizante destructiva.
Cuando recordamos la historia, es porque somos historia, que transcurre con otros; el runa primero vivió y construyo una sociedad con un modo de vida, que fue interrumpido y trastocado por otro modo de vida impuesto. Sobrevivió y aún vive en ese modo de vida, del cual se va desprendiendo en un proceso de identidad cultural, nacional y liberador. Identidad que se va modelando desde las raíces fundamentales del camino perdido, camino de los justos (Qápac Ñan) y el buen vivir (Allin Kausay), complementados con todos los aportes buenos de todas las sangres, de otras culturas y el conocimiento tecnocientífico patrimonio de toda la humanidad.













