Tenían oro, café, banano y petróleo. Les dejaron deuda, violencia y maquilas. Lo que no saquearon los imperios, lo remataron las repúblicas.
1 – El corredor saqueado
A veces nos dijeron que en Centroamérica no hubo imperios pero sí hubo botines. No tenían minas como Potosí pero sí selvas enteras arrasadas, mares drenados, frutas convertidas en propiedad extranjera, caminos usados como puentes del despojo. Si Sudamérica fue la tierra del oro, Centroamérica fue la arteria por donde se lo llevaron. Todo lo que no se quedó pasó por aquí. Y no se quedó nada.
A continuación se presentan estimaciones del valor robado a cada país de la región, ya sea en oro, bienes naturales, uso de territorio o explotación directa. Los cálculos incluyen metales, cultivos estratégicos, madera, caucho, trabajo forzado y uso del suelo y los canales para rutas extractivas. Se han actualizado a precios del oro actual y valores de exportación no recuperada por parte de los Estados.
Guatemala
30 toneladas de oro estimadas indirectamente por extracción y tráfico colonial entre 1.500 y 1.800. Valor actual estimado: 1.950 millones de USD
Además, saqueo de madera preciosa, jade, y más de 2 millones de hectáreas expropiadas durante el siglo XX por compañías fruteras estadounidenses.
Uno de los países con mayor expropiación de tierras y uso forzoso de pueblos originarios sin que quedara infraestructura nacional.
El Salvador
15 toneladas de oro y plata estimadas, 1.500–1.800. Valor estimado: 975 millones de USD
Desde 1.800 se calcula la pérdida de al menos el 80% de los ingresos cafetaleros por control extranjero del comercio.
País sin oro visible, pero con mano de obra altamente explotada en regímenes oligárquicos y exportación sin retorno estatal.
Honduras
50 toneladas de oro y plata entre 1.500 y 1.900. Valor actual estimado: 3.250 millones de USD
Explotación intensiva de madera, banano y minerales por compañías extranjeras hasta hoy.
El país más saqueado per cápita si se suman minería histórica y bananeras del siglo XX.
Nicaragua
40 toneladas de oro y plata (1.500–1.900), y uso estratégico del territorio en tránsito. Valor estimado: 2.600 millones de USD
Pérdida de más de 1.000 millones por control del comercio fluvial y terrestre
Tierra disputada por Estados Unidos durante todo el siglo XIX y XX. País usado como zona de tránsito de oro robado desde Perú hacia el Caribe.
Costa Rica
10 toneladas de oro y plata. Valor estimado: 650 millones de USD
Exportaciones de café y banano controladas históricamente por capital extranjero desde 1850
El país con menor volumen de saqueo metálico pero alto despojo agrícola. Fue transformado en enclave verde para Europa y EE.UU.
Panamá
Más de 70 toneladas de oro pasaron por su istmo sin quedarse. Valor estimado del tránsito indirecto: 4.500 millones de USD
Canal de Panamá manejado por EE.UU. hasta 1.999, con más de 20.000 millones en ingresos que no fueron al Estado panameño
Eslabón estratégico de la ruta colonial y moderna. Punto más importante de saqueo indirecto por uso territorial.
2 – Siglo por siglo, herida por herida
De 1.500 a 1.600
Los españoles llegaron buscando una nueva Castilla pero se encontraron con selvas, volcanes y pueblos que no entendían el oro como mercancía. En menos de cien años desmantelaron las estructuras mayas que aún sobrevivían, impusieron encomiendas brutales y transformaron cada valle fértil en plantación o paso obligado hacia el Caribe.
Se calcula que en este siglo se extrajeron más de 70 toneladas de oro y plata desde Guatemala, Honduras y Nicaragua, ya sea directamente o como ruta de tránsito hacia las Antillas.
Los pueblos originarios eran millones al llegar los europeos. Solo en Guatemala había más de 2 millones de mayas organizados en distintos linajes. Un siglo después, quedaban menos de 500 mil. Las lenguas fueron prohibidas, las tierras, confiscadas. Y el oro nunca volvió.
De 1.600 a 1.700
Ya no venían en busca de tesoros enterrados, venían por cosechas, por madera, por tierras fértiles. Este siglo fue el inicio del modelo que hoy persiste. Se expandió el monocultivo, se asentaron las primeras redes del comercio trasatlántico y se profundizó el mestizaje forzado.
Las rutas internas de saqueo se consolidaron. Panamá se volvió paso clave entre Sudamérica y Europa. El oro ya no se sacaba solo, también se transportaba y Centroamérica era la arteria por donde fluía la riqueza ajena.
La población indígena cayó otro 40 por ciento. Muchos pueblos fueron reducidos o exterminados por hambre, enfermedades o guerra. Las mujeres fueron convertidas en servidumbre y los niños en esclavos disfrazados de catecúmenos.
De 1.700 a 1.800
El control colonial se volvió más eficiente, ya no era necesario invadir todo. Bastaba con controlar el puerto, la aduana y al corregidor. Fue el siglo del café, del cacao, de los tributos eternos.
Aunque la extracción de metales bajó, aumentó la exportación de productos tropicales bajo dominio extranjero. Se estima que al menos 80 toneladas de oro salieron por rutas centroamericanas, muchas veces sin ser registradas.
En este siglo los pueblos indígenas que sobrevivieron fueron empujados a las zonas altas, fuera del mercado, fuera del mapa. Los afrodescendientes crecieron en número pero sin derechos. Y la élite criolla se consolidó como nueva clase extractiva.
De 1.800 a 1.900
Centroamérica declaró su independencia pero no se liberó. Fue el siglo de los cónsules extranjeros, de las intervenciones, de las compañías fruteras y de los tratados desiguales.
Se calcula que al menos 100 toneladas de oro fueron movilizadas o exportadas desde Guatemala, Honduras y Nicaragua hacia Londres y Nueva York, bajo contratos firmados por gobiernos títeres.
El Canal de Panamá fue la promesa que partió la región en dos. El istmo fue comprado, excavado y explotado sin participación popular. Los pueblos originarios quedaron excluidos del modelo productivo y las repúblicas nacieron ya hipotecadas.
De 1.900 a 1.950
Centroamérica se convirtió en el patio trasero de Estados Unidos, los Marines desembarcaron en Nicaragua, las bananeras se instalaron en Honduras, las dictaduras se multiplicaron.
Más de 200 toneladas de oro equivalente salieron en forma de banano, café, madera y minerales, sin impuestos justos ni control estatal.
Las culturas originarias fueron reprimidas, el idioma garífuna fue perseguido, las escuelas rurales enseñaban obediencia y sumisión, la pobreza se volvió estructural y los presidentes eran removidos por Washington si se atrevían a pensar distinto.
De 1.950 hasta hoy
Los golpes militares, la guerra fría, las guerrillas, la migración, la violencia narco. Todo eso ocurrió mientras el saqueo seguía. Solo entre 2.000 y 2.024 se calcula que Centroamérica perdió más de 500 mil millones de dólares en exportaciones subvaloradas, evasión fiscal de multinacionales y regalías mineras irrisorias.
La población indígena apenas sobrevive. En Guatemala y Honduras, representan el 30 por ciento, pero siguen marginados del sistema político y económico. Las selvas fueron deforestadas, el agua fue privatizada y el oro sigue saliendo, solo que ahora en camiones blindados o contratos de energía renovable.
3 – Países Saqueados
GUATEMALA
Oro y plata saqueados: más de 280 toneladas desde 1.500 hasta hoy. Valor estimado actual: más de 18.000 millones de dólares. Siglos de mayor extracción: XVI y XXI
En el siglo XVI se extraía a través de encomiendas, hoy mediante mineras canadienses. En 2.022, más del 80 por ciento del oro exportado fue explotado por empresas extranjeras. Los pueblos mayas fueron diezmados y hoy viven en condiciones de marginación estructural.
HONDURAS
Oro robado: más de 130 toneladas entre 1.500 y 2.024. Valor estimado actual: 8.600 millones de dólares. Siglos de mayor extracción: XVI y XXI
Durante la colonia el oro fue extraído a través de la ruta Atlántica. Hoy las empresas auríferas de capital canadiense y estadounidense controlan el 95 por ciento del sector. Los pueblos tolupan y lenca han perdido más del 70 por ciento de sus territorios originales.
NICARAGUA
Oro extraído: más de 180 toneladas entre 1.600 y hoy. Valor actual estimado: más de 11.000 millones de dólares. Siglos clave: XVII y XXI
La minería se intensificó desde el siglo XIX. Hoy el oro representa más del 50 por ciento de las exportaciones legales pero deja menos del 5 por ciento de utilidad fiscal. Las comunidades miskitas han sido desplazadas por minería industrial y conflicto armado.
PANAMÁ
Oro y otros recursos estratégicos movilizados: más de 90 toneladas en tránsito directo. Valor estimado: más de 6.500 millones de dólares. Siglos de extracción indirecta: XVI al XVIII
El Istmo fue el paso obligado del saqueo hacia España. Luego fue vendido a Estados Unidos para construir el canal, por el cual se transfirieron bienes y control geoestratégico. El canal hoy genera riqueza pero no compensa cinco siglos de saqueo.
EL SALVADOR
Oro y plata: más de 30 toneladas estimadas entre 1.500 y 1.900. Valor actual: más de 2.000 millones de dólares
El saqueo directo fue menor que en otros países pero la riqueza agrícola (añil, café) permitió que la élite se consolidara a costa del campesinado indígena. Desde 2.000, la minería fue prohibida por presión social pero los daños históricos siguen impunes.
BELICE
Recursos saqueados: caoba, oro, esmeraldas, territorios indígenas. Valor total estimado: más de 4.000 millones de dólares en equivalentes
Saqueo encubierto bajo dominio británico. Los pueblos mayas y garífunas fueron desplazados hacia el sur. El oro no fue el principal recurso pero el despojo territorial y ecológico fue profundo. Hoy sigue bajo la influencia de intereses extranjeros.
4 – Las nuevas carabelas tienen logo
El saqueo en Centroamérica no terminó con los virreyes ni con las guerras de independencia, solo cambió de nombre y de idioma. Donde antes firmaba la Corona, hoy firma una transnacional. Donde antes llegaban galeones, ahora aterrizan ejecutivos con trajes azules y banderas verdes. La retórica es distinta pero el oro sigue saliendo por los mismos puertos.
En Guatemala más del 85 por ciento de la producción de oro está en manos de dos empresas canadienses: Bluestone Resources y Pan American Silver. Ambas operan con contratos protegidos por tratados de libre comercio y han sido acusadas por comunidades indígenas de contaminación, criminalización de líderes locales y apropiación de tierras ancestrales. Solo en 2.023, Guatemala exportó más de 700 millones de dólares en oro, pero menos del 3 por ciento quedó como recaudación fiscal directa.
En Nicaragua el oro representa el principal producto de exportación. Calibre Mining, también canadiense, opera en alianza con empresas nacionales y tiene el control del 65 por ciento de las concesiones. En 2.022, las exportaciones superaron los 1.000 millones de dólares pero el impuesto minero representa apenas el 2 por ciento de ese valor. El país vende oro pero no acumula reservas, se queda con los pasivos.
En Honduras la empresa Aura Minerals, con sede en EE UU y oficinas en Canadá, controla las minas de San Andrés y ha sido denunciada por profanar cementerios indígenas, contaminar acuíferos y no respetar los convenios internacionales de consulta previa. Desde 2.010 ha extraído más de 50 toneladas de oro, valoradas en más de 3.000 millones de dólares.
En Panamá la mina Cobre Panamá, operada por First Quantum Minerals, es uno de los megaproyectos más controversiales de la región. Aunque es principalmente una mina de cobre, también contiene y extrae oro. Las protestas de 2.023 paralizaron al país y el contrato fue declarado inconstitucional pero los minerales ya salieron y los barcos no retroceden.
En El Salvador tras una larga lucha social, se logró una prohibición total de la minería metálica en 2.017. Pero empresas como OceanaGold, que habían sido expulsadas por presión ciudadana, todavía mantienen litigios internacionales exigiendo compensaciones multimillonarias al Estado por no permitirles extraer oro de sus montañas.
Las nuevas empresas no necesitan fusiles, les basta una oficina en Toronto, un decreto firmado a espaldas del pueblo y un dron para vigilar el terreno. Las mismas comunidades que resistieron la Conquista hoy resisten el extractivismo legalizado. La diferencia es que ahora los saqueadores visten de verde, hablan de sostenibilidad y prometen trabajo pero se llevan el oro igual.
Y mientras los contratos se firman en inglés, los territorios se quedan sin agua. Y mientras las empresas prometen desarrollo, los pueblos cuentan a sus muertos. Nada ha cambiado, solo el logotipo.
No hay democracia sin soberanía
Centroamérica no fue tierra de paso, fue tierra de saqueo. No solo cruzaron por ella los barcos del oro y las compañías del café, también pasaron las guerras, las dictaduras, las deudas y las promesas rotas. Lo que quedó fue un territorio partido entre la selva incendiada y el canal privatizado, entre la frontera militarizada y la maquila sin derechos.
Los pueblos originarios resistieron sin ser oídos. Los campesinos sembraron para otros. Las mujeres cargaron el peso doble de la pobreza y la exclusión. Y el Estado, cuando existió, fue cómplice o espectador. Se robó todo: el oro, la tierra, el agua, la voz, el futuro. Hasta el idioma fue intervenido.
No hay república posible sin memoria, no hay democracia sin soberanía. Y Centroamérica, a pesar de sus banderas y sus constituciones, aún no ha salido del corredor del saqueo. El siglo XXI llegó con discursos de inversión y sostenibilidad pero las estadísticas siguen mostrando que el extractivismo no se fue, solo cambió de nombre.
La deuda histórica no es con el Fondo Monetario, es con los pueblos que sostuvieron a Centroamérica mientras otros la vaciaban. No es con las cúpulas que firmaron tratados sino con las comunidades que fueron desplazadas para que esos tratados se firmaran. No es con las empresas sino con las selvas, los ríos y los niños que no llegaron a adultos porque el sistema les negó hasta el pan.
Si alguna vez se quiso construir una patria centroamericana, esa patria solo será real cuando deje de exportar su alma y empiece a recuperar su suelo.
Y aún falta porque lo que aquí vimos es solo el primer acto. El verdadero rostro del despojo se profundizó después de 1.950.
En la Parte II, recorreremos los siglos de saqueó, la aniquilación de los pueblos originarios, la destrucción de las economías campesinas, la fiebre de los megaproyectos, el saqueo ambiental producida en los siglos XVI al siglo XXI y la esperanza que aún sobrevive bajo las cenizas. Porque Centroamérica no está muerta, solo está esperando el momento de volver a levantarse.













